ABC (Sevilla)

Con frío y sin orejas en Las Ventas

▸ La fiesta se queda fuera del ruedo: gritos, conciertos y polémica en la Venta del Batán

- LUIS YBARRA

EL VAR DEL TENDIDO

El título de un libro del poeta Rafael Montesinos resume el espíritu de Las Ventas en tardes como esta: ‘Con la pena cabal de la alegría’. Enfurecido­s se acomodan en los tendidos algunos. Hostiles de serie o tuneados en la previa del evento. No importa: aquí convive el insulto con el piropo en lo que se sueña con el indulto.

Los comentario­s están cargados en las gargantas como la suerte en los toreros. Hay cabreo y disposició­n al alborozo a un mismo tiempo. Un cóctel extraño que en ningún otro festejo se produce. Morante de la Puebla es un ídolo al que reprochar o sacar a hombros como punto de partida, y tan caro es el arte que ofrece que cuesta no solo el dinero de la entrada, sino la fortuna de hallarlo. No hay billetes que lo paguen. Tampoco quedan billetes para verlo en esta plaza. Su toreo es salud o ausencia. «Se parece a Curro Romero en que a veces me indigna», aclara un veterano cerca de los palcos, pero echando la vista décadas atrás. Un torero retirado también anda por aquí: «Ha tenido mala pata con el toro de Alcurrucén. Nada que hacer ahí. Un capotazo normalito al siguiente ha puesto a la gente en pie. Este hombre es ilusión. No pongas ahí mi nombre, eh». Y eso hago, porque además no sé bien quién es. Esto también es muy de los toros: el carácter altivo de lo quizá no tan importante.

El ambiente de la plaza está como el tiempo: raramente inesperado. Al viento nadie lo ha llamado y el frío de estos días se ha colado por astas y huesos. La imagen: pancartas de protesta hacia la empresa Plaza 1 por su supuesta deriva y bufandas a la caída de este tímido sol de mayo, cuando entra la segunda res para El Juli, que enciende a los que, por lo bajini, siguen sus pases de pecho con los dientes: «Es un maestro. Un maestro», exclama un niño con los ojos como lunas y el codo en el costado del padre.

Todavía no ha sido objeto de análisis, pero la zona de Parque de las Avenidas es una de las que concentra un mayor número de peluquería­s, diría, de toda la capital. Quizá del mundo. Es algo así como un clúster capilar local. Solo en unos cien metros de acera de la avenida de Bruselas, muy próxima al coliseo, se localizan cuatro. La propietari­a de una de ellas ríe porque asegura aumentar los cortes de pelo a los caballeros a eso de las cinco de la tarde: «San Isidro es un no parar», dice con acento murciano. «Aquí retoco yo patillas y de todo. Lo que haga falta. Especialme­nte a los que vienen de fuera a ver los toros, que los que viven en Madrid no van a cambiar su peluquero de confianza así por las buenas. Vienen muchos mexicanos y andaluces, ¿verdad? Yo no entiendo, pero voy aprendiend­o: ¿el Morante ese es muy bueno o muy malo?».

Y en los tendidos irremediab­lemente contemplo ahora looks canónicos, efímeramen­te creados para la ocasión. Chaquetill­as que no abrigan en exceso, puros y atuendos que no se adquieren en cualquier tienda. Esta es también la fiesta de los paseíllos fuera del ruedo. Del mirar y saberse mirado. Tantas vestimenta­s hay como variedad de palabras en la obra mayor de Cervantes: clásicas, únicas, atrevidas, despreocup­adas, modélicas, infantiles e incluso con una tendencia lineal a la fantochada. Los abanicos se han esfumado desde hace días y entre el murmullo solo los gritos y las respuestas que estos provocan se colocan en primer plano.

Polémica en Batán

Además de maquearse, antes de las faenas muchos aficionado­s acuden con curiosidad a la exposición de los toros en la Venta del Batán, una costumbre que se recupera después de dieciocho años. Lo que rodea al asunto también ha suscitado polémica: «¡No puede ser, macho! A unas ganaderías les obligan a ir y a otras no. Y después de días allí los toros pesan menos. Entiendo las quejas de los ganaderos, que se juegan mucho en estas fechas y que llevan años criando al animal para que ahora se dañe en un traslado», dice una señora, así con muchos aspaviento­s. «Un disparate, sí, pero a mí me gusta ir a verlos», confirma, a su modo, quien le acompaña.

La tauromaqui­a está viva porque despierta opiniones dispares. Todo se debate, y el desencuent­ro parece tan rutinario como el color rojo de los burladeros. Con frío y sin orejas, las ojeras de alguno crecerán mañana por haber celebrado en los conciertos posteriore­s lo que no se pudo gozar frente a la arena. Lo comedido del éxito batalla con la decepción mientras un suspiro de fondo recoge el dictado de la mayoría: habremos de volver mañana, como Larra, a pagar por una promesa de fortuna.

 ?? ?? José Ortega Cano en un burladero // EFE
José Ortega Cano en un burladero // EFE
 ?? ?? Pepa Gea y Carlos Herrera // EFE
Pepa Gea y Carlos Herrera // EFE

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain