ABC (Sevilla)

El hombre de su vida

- ROSA BELMONTE

VIVIMOS COMO SUIZOS

Según Trapiello, el 27 quedará reducido a una antología de 40 poemas

TENÍA Ian Gibson una entrevista el miércoles en el sevillano hotel Inglaterra. Se retrasó por «una parada técnica». Quería ver cómo había quedado la basílica de la Macarena. Tendría que ver si había rastro de Queipo de Llano, cuyos restos, los de su mujer, Genoveva Martí y los Francisco Bohórquez, mano derecha de Queipo, fueron exhumados en noviembre en aplicación de la Ley de Memoria Democrátic­a. Además de las decenas de miles de fusilamien­tos del general, Gibson le atribuye haber ordenado el de Federico García Lorca, el hombre de su vida. De la de Gibson. Lo he leído en esa sección que tienen en ‘El País’ titulada ‘En la biblioteca de’. «Lorca me salvó de la desesperac­ión. Mi hermano terminó sus días en una clínica en Alemania, era maniaco depresivo, y yo tengo esa misma semilla plantada en mi persona. No sé qué habría sido de mí sin Federico…». Ay, y qué habría sido de nosotros en España sin Ian Gibson. Andrés Trapiello acaba de publicar ‘Éramos otros’ (Ediciones del Arrabal), tomo vigésimo cuarto de sus diarios. Dice Trapiello que el tiempo hará que el 27, tan inferior al 98, quede reducido a 40 poemas en una antología. Tengo que preguntarl­e cuántos serían de Lorca.

Edgar Neville, del bando vencedor (si hubo alguno), dedicó a Lorca un poema en 1966. «Ya dirán dónde está cuando vayamos para llevarlo en hombros a la Alhambra, a que repose a los pies de una fuente que murmure: ‘El crimen fue en Granada’». A Gibson le entristece que no se haya encontrado su cuerpo. «Solo queremos saber dónde está enterrado para llevarle rosas y rezar». Señor melón, eso es lo que no quiere la familia, un circo. Como el que la viuda de Sánchez Mejía, Dolores Gómez Ortega, pretendió evitar tras su muerte. Encargó que no se perdiera ninguna prenda del traje de luces, ni el capote, ni la montera, con el fin de evitar lo que ocurría con los de Joselito (hermano de la señora), que iban de un lado para otro exhibiéndo­se.

Gibson se quedaría tranquilo en su visita a la Macarena. Ya no se exhiben los malos. Ojalá no la tome contra las hermandade­s de San Gonzalo y Santa Genoveva.

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