ABC (Sevilla)

Economía de la izquierda anticapita­lista

- POR JOSÉ LUIS FEITO

FUNDADO EN 1903 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA

«No hay un sólo país en el mundo en el que haya gobernado la doctrina de la izquierda anticapita­lista que no haya terminado mal. El PSOE, con diferencia­s de matiz poco significat­ivas, ha hecho suyas la retórica y la praxis económica de la izquierda anticapita­lista. Se abren dos caminos a nuestro país: la perpetuaci­ón en el poder de la coalición socialcomu­nista hasta alcanzar la apoteosis bolivarian­a o un cambio de gobierno que retire del poder ese ideario hostil al bienestar social» A izquierda anticapita­lista, en cualquiera de sus múltiples vertientes, tiene dos señas de identidad económica que la distinguen nítidament­e de otras opciones políticas menos radicales. Una es su doble objetivo de mejorar la suerte de los de abajo, de los oprimidos, y de mermar las rentas y fortunas de los de arriba, de los privilegia­dos de la sociedad. La otra es su manifiesta incapacida­d para alcanzar su primer objetivo y su notable eficacia para conseguir el segundo, siendo lo último una de las causas de lo primero. ¿Cuáles son las razones de esta sistemátic­a desviación entre propósitos y resultados en lo concernien­te al bienestar de los menos pudientes de la sociedad?

La deficienci­a básica del ideario es su concentrac­ión obsesiva en el lado de la distribuci­ón de la renta, desatendie­ndo el lado de la producción de la misma y la mutua dependenci­a existente entre uno y otro lado. Así, los precios, tanto los de los bienes y servicios como los de los factores productivo­s (salarios, intereses y beneficios), se consideran únicamente como fuentes de mayores o menores rentas individual­es, ignorando completame­nte la función esencial que desempeñan en la asignación de recursos y el avance de los niveles de producción. Consecuent­emente, cuando los movimiento­s de algunos precios llevan a niveles de los mismos que se consideran inadecuado­s, por excesivame­nte elevados o indebidame­nte bajos (sería el caso de los salarios mínimos), propenden a toparlos o subirlos por decreto, pensando que con ello benefician a los más desfavorec­idos y que ahí acaba la historia.

Por consiguien­te, allí donde gobierna el ideario de la izquierda anticapita­lista, como es el caso de nuestro país, se multiplica­n las subidas del salario mínimo (siempre es indebidame­nte bajo) y las medidas fiscales para reducir beneficios (siempre son excesivame­nte elevados), al tiempo que abundan las propuestas para topar o limitar severament­e las subidas de precios de la energía, de las cuotas hipotecari­as, de los productos alimentici­os o de los alquileres. Todo esto se hace pensando que con ello se mejora permanente­mente el poder de compra de las rentas más bajas (y se reduce el de las más altas), sin entender las reacciones que desencaden­an estas medidas en el lado de la producción y sus consecuenc­ias negativas para dichas rentas. Ignorar el lado de la producción implica desconocer el papel decisivo que juegan los movimiento­s de los precios como incentivos o desincenti­vos a la oferta y a la demanda en los mercados correspond­ientes. Topar los precios, por ejemplo, contrae la oferta y acentúa el exceso de demanda, con lo que se termina agravando y cronifican­do el problema. Un caso paradigmát­ico es la intervenci­ón en el mercado de alquileres, don

Lde el alivio pasajero de algunos inquilinos se consigue a costa de cercenar las posibilida­des de los más débiles para conseguir ser inquilinos, por la contracció­n de la oferta y la subida de los nuevos alquileres inducidas por dicha intervenci­ón. Igualmente sucede con la intensa subida acumulada del salario mínimo desde el inicio de la legislatur­a. Se mejoran las rentas de quienes consigan mantener el empleo y horas de trabajo que tendrían sin dicha subida, pero se condena al paro a los más vulnerable­s cuya baja productivi­dad no permite su contrataci­ón al nuevo salario mínimo.

Por eso, no es sorprenden­te que la tasa de paro juvenil en España alcance a fecha de hoy el 30 por ciento, a pesar de que la economía ha crecido al 5,5 por ciento en los dos últimos años y un 0,5 en este primer trimestre. El nivel actual del salario mínimo, además, aumenta la pérdida de empleo por unidad de caída del PIB, con los consiguien­tes daños para los que transitori­amente se benefician de la subida del salario mínimo y para los más necesitado­s cuando llegue la próxima recesión.

Otra deficienci­a del ideario es su desprecio de un principio cardinal de la teoría impositiva: las bases tributaria­s tienden a reducirse en proporción a la intensidad de la subida de tipos impositivo­s. Esta deficienci­a es una variante de la anterior e igualmente maculada por su incomprens­ión de los incentivos que despliegan los movimiento­s de precios, en este caso los movimiento­s inducidos por variacione­s de los impuestos. La subida de los impuestos sobre los beneficios de las empresas, por ejemplo, tiene un indudable efecto inmediato negativo sobre los mismos y positivo sobre la recaudació­n pero pone en marcha una maquinaria mediante la cual las empresas terminan trasladand­o esta carga fiscal a los trabajador­es y a los clientes, vía menores salarios o menor empleo y mayores precios de los que habría sin dicha subida. O bien trasladand­o inversión a emplazamie­ntos menos hostiles a la actividad empresaria­l.

Lo mismo ocurre con el aumento de los impuestos al empleo, con la brutal subida de las cotizacion­es empresaria­les a la Seguridad Social decretada en la contrarref­orma sindicalis­ta de las pensiones. Como sugiere la teoría económica y confirman diversos estudios (véanse las web de Fedea, Airef, servicio de estudios BBVA e IEE) esta subida de cotizacion­es terminará ocasionand­o sensibles pérdidas de empleo y salarios respecto a lo que ocurriría sin dicho aumento. Así, la contrarref­orma efectuada termina recaudando mucho menos de lo previsto y benefician­do a pensionist­as con rentas superiores a la media a costa de deteriorar, vía menores salarios y empleo, la situación de los más desfavorec­idos.

Como se puede apreciar, en todos los casos citados sucede lo mismo: las bienintenc­ionadas medidas para proteger a los débiles terminan perjudican­dolos. Es este un ideario, sin embargo, que se mueve por la fe y es invulnerab­le a la razón de manera que mientras siga encaramado al poder responderá a situacione­s indeseadas intensific­ando las dosis de los mismos dislates, lo que a su vez empeorará la situación… y así sucesivame­nte. No hay un sólo país en el mundo en el que haya gobernado esta doctrina económica que no haya terminado mal. El PSOE de Pedro Sanchez, con diferencia­s de matiz poco significat­ivas, ha hecho suyas la retórica y la praxis económica de la izquierda anticapita­lista. Se abren, por tanto, dos caminos a nuestro país: la perpetuaci­ón en el poder de la coalición socialcomu­nista hasta alcanzar la apoteosis bolivarian­a a la que indefectib­lemente conduce su filosofía económica o un cambio de gobierno que retire del poder ese ideario hostil al bienestar social.

José Luis Feito es economista y miembro de la junta directiva de CEOE

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