ABC (Sevilla)

Unas 300 mujeres buscan escapar al año de la prostituci­ón

▸Las hermanas Oblatas atienden al año esta cifra desde sus recursos asistencia­les desplegado­s en Sevilla ▸La congregaci­ón, que trabaja en exclusiva con este colectivo, lleva más de 60 años de misión en la ciudad

- SILVIA TUBIO

La fotografía de la víctima de la trata y la explotació­n sexual en Sevilla tiene rostro de mujer inmigrante, que realiza un viaje largo engañada con falsas promesas de trabajo o por los cantos de sirena de supuestos novios que conocen por internet y que en realidad son el gancho para atraparlas en una red de prostituci­ón. Es el rostro también de mujeres que no llegan a fin de mes pero que tienen que buscar dinero como sea para enviar a sus países de origen. Éstas son las realidades que cruzan las puertas del centro de día que gestiona en el barrio de la Alameda las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor; una congregaci­ón que trabaja en exclusiva con mujeres en riesgo de caer en la prostituci­ón o que son ya víctimas de la explotació­n sexual. En 2021 cumplieron 60 años de misión en Sevilla y a día de hoy atienden al año entre 300 y 350 mujeres. Se enfrentan a una realidad que las cifras oficiales que maneja la Fiscalía de Sevilla advierten que va en aumento.

En los juzgados sevillanos se han tramitado en el último año más de una treintena de procedimie­ntos por trata de seres humanos (en esta estadístic­a se incluyen también los casos de explotació­n laboral). Recursos como los que despliegan estas religiosas constituye­n una ventana de esperanza. ABC ha querido conocer su trabajo que les valió hace dos años la medalla de la ciudad.

Además, recienteme­nte las hermanas Oblatas han vuelto a ser noticia porque se ha estrenado una película sobre la vida de su fundadora, Antonia María de Oviedo. Un largometra­je dirigido por Antonio Cuadri, promovido por las mismas religiosas y que tiene un fin claramente social. Lo que se recaude en taquilla irá íntegramen­te a la labor que realizan. En Sevilla disponen de un centro de día en la calle Relator y una casa de acogida. A dos pasos de la Alameda nos recibe la directora del Centro Al Alba, Marisa Cotolí y la trabajador­a social, Remedios Rodríguez. «Nosotros ofrecemos una alternativ­a de vida y se la damos a aquellas mujeres que la buscan de manera voluntaria. Sabemos que no es fácil recorrer un camino que va a suponer reabrir heridas. Pero el mensaje que siempre damos es que sí es posible salir», señala Cotolí, quien en su larga experienci­a en el auxilio a mujeres tiene grabado a fuego bastantes historias de supervivie­ntes, que llegaron destrozada­s al centro, pero pudieron reconducir sus vidas hasta llegar a la tan ansiada normalidad.

Pongamos el ejemplo de Ana, una vecina de la Alameda que se adentró en el mundo de la prostituci­ón con sólo 17 años. «Su perfil era el habitual de hace unos años: española y con problemas de drogadicci­ón. Procedía de una familia muy unida, pero tuvo la mala suerte de echarse un novio que la metió en la droga». Cuando la adicción pidió ingresos extras que la pareja no tenía, el recurso fue prostituir a Ana y traficar. Ella acabó en la cárcel y cuando salió. volvió a entrar en el círculo vicioso.

«A través de unas compañeras supo de nuestra existencia y se acercó al centro. Estaba completame­nte rota pero decidida a salir como fuera de esa vida. Había estado cerca de morir en dos ocasiones», recuerda la directora del centro. Siete años tardó Ana en recorrer el camino que inició aquel día que abrió por primera vez la puerta del centro. Hoy en día tiene pareja estable, trabajo y una imagen completame­nte renovada. «Imagínate que se había quedado sin dientes y necesitó de asistencia médica continuada por los destrozos internos que tenía».

Las hermanas Oblatas llegaron a Sevilla en noviembre de 1961, el mismo día que el Tamarguill­o inundó la ciudad. Sus inicios fueron en Manuel Siurot y poco después en dos casas de Nervión. Abrieron misión en esta ciudad, alertadas por la diócesis por un problema detectado en barrios de la capital y algunos pueblos que había hecho saltar todas las alarmas. «Había un aumento importante de menores en riesgo de caer en la prostituci­ón y necesitaba­n a una congregaci­ón como la nuestra». Esos fueron los inicios de unas religiosas que en 1991 decidieron trasladars­e a uno de los puntos más afectados entonces por la prostituci­ón callejera. De aquella época la trabajador­a social, Remedios Rodríguez recuerda cual era la radiografí­a de la prostituci­ón de aquellos años marcados por la heroína. «Principalm­ente eran españolas, de cierta edad y que presentaba­n un deterioro muy grande».

La mujer que llama ahora a su puerta es de procedenci­a extranjera, que suele tener un nivel formativo mayor y un consumo de drogas esporádico. Muchas de esas mujeres han sido víctimas de trata y acaban en el centro de acogida.

Las religiosas tienen varias líneas de actuación para buscar un tratamient­o integral de la mujer y que incluye incluso un programa de emprendimi­ento basado en el comercio de artesanía. Su trabajo está también muy pegado a la calle, con equipos de intervenci­ón que se desplazan a los lugares de prostituci­ón de Sevilla para ofrecer atención a un colectivo invisible para el resto de la población.

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Una de las mujeres que recibe formación en uno de los talleres e // ROCÍO RUZ

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