Unas 300 mujeres buscan escapar al año de la prostitución
▸Las hermanas Oblatas atienden al año esta cifra desde sus recursos asistenciales desplegados en Sevilla ▸La congregación, que trabaja en exclusiva con este colectivo, lleva más de 60 años de misión en la ciudad
La fotografía de la víctima de la trata y la explotación sexual en Sevilla tiene rostro de mujer inmigrante, que realiza un viaje largo engañada con falsas promesas de trabajo o por los cantos de sirena de supuestos novios que conocen por internet y que en realidad son el gancho para atraparlas en una red de prostitución. Es el rostro también de mujeres que no llegan a fin de mes pero que tienen que buscar dinero como sea para enviar a sus países de origen. Éstas son las realidades que cruzan las puertas del centro de día que gestiona en el barrio de la Alameda las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor; una congregación que trabaja en exclusiva con mujeres en riesgo de caer en la prostitución o que son ya víctimas de la explotación sexual. En 2021 cumplieron 60 años de misión en Sevilla y a día de hoy atienden al año entre 300 y 350 mujeres. Se enfrentan a una realidad que las cifras oficiales que maneja la Fiscalía de Sevilla advierten que va en aumento.
En los juzgados sevillanos se han tramitado en el último año más de una treintena de procedimientos por trata de seres humanos (en esta estadística se incluyen también los casos de explotación laboral). Recursos como los que despliegan estas religiosas constituyen una ventana de esperanza. ABC ha querido conocer su trabajo que les valió hace dos años la medalla de la ciudad.
Además, recientemente las hermanas Oblatas han vuelto a ser noticia porque se ha estrenado una película sobre la vida de su fundadora, Antonia María de Oviedo. Un largometraje dirigido por Antonio Cuadri, promovido por las mismas religiosas y que tiene un fin claramente social. Lo que se recaude en taquilla irá íntegramente a la labor que realizan. En Sevilla disponen de un centro de día en la calle Relator y una casa de acogida. A dos pasos de la Alameda nos recibe la directora del Centro Al Alba, Marisa Cotolí y la trabajadora social, Remedios Rodríguez. «Nosotros ofrecemos una alternativa de vida y se la damos a aquellas mujeres que la buscan de manera voluntaria. Sabemos que no es fácil recorrer un camino que va a suponer reabrir heridas. Pero el mensaje que siempre damos es que sí es posible salir», señala Cotolí, quien en su larga experiencia en el auxilio a mujeres tiene grabado a fuego bastantes historias de supervivientes, que llegaron destrozadas al centro, pero pudieron reconducir sus vidas hasta llegar a la tan ansiada normalidad.
Pongamos el ejemplo de Ana, una vecina de la Alameda que se adentró en el mundo de la prostitución con sólo 17 años. «Su perfil era el habitual de hace unos años: española y con problemas de drogadicción. Procedía de una familia muy unida, pero tuvo la mala suerte de echarse un novio que la metió en la droga». Cuando la adicción pidió ingresos extras que la pareja no tenía, el recurso fue prostituir a Ana y traficar. Ella acabó en la cárcel y cuando salió. volvió a entrar en el círculo vicioso.
«A través de unas compañeras supo de nuestra existencia y se acercó al centro. Estaba completamente rota pero decidida a salir como fuera de esa vida. Había estado cerca de morir en dos ocasiones», recuerda la directora del centro. Siete años tardó Ana en recorrer el camino que inició aquel día que abrió por primera vez la puerta del centro. Hoy en día tiene pareja estable, trabajo y una imagen completamente renovada. «Imagínate que se había quedado sin dientes y necesitó de asistencia médica continuada por los destrozos internos que tenía».
Las hermanas Oblatas llegaron a Sevilla en noviembre de 1961, el mismo día que el Tamarguillo inundó la ciudad. Sus inicios fueron en Manuel Siurot y poco después en dos casas de Nervión. Abrieron misión en esta ciudad, alertadas por la diócesis por un problema detectado en barrios de la capital y algunos pueblos que había hecho saltar todas las alarmas. «Había un aumento importante de menores en riesgo de caer en la prostitución y necesitaban a una congregación como la nuestra». Esos fueron los inicios de unas religiosas que en 1991 decidieron trasladarse a uno de los puntos más afectados entonces por la prostitución callejera. De aquella época la trabajadora social, Remedios Rodríguez recuerda cual era la radiografía de la prostitución de aquellos años marcados por la heroína. «Principalmente eran españolas, de cierta edad y que presentaban un deterioro muy grande».
La mujer que llama ahora a su puerta es de procedencia extranjera, que suele tener un nivel formativo mayor y un consumo de drogas esporádico. Muchas de esas mujeres han sido víctimas de trata y acaban en el centro de acogida.
Las religiosas tienen varias líneas de actuación para buscar un tratamiento integral de la mujer y que incluye incluso un programa de emprendimiento basado en el comercio de artesanía. Su trabajo está también muy pegado a la calle, con equipos de intervención que se desplazan a los lugares de prostitución de Sevilla para ofrecer atención a un colectivo invisible para el resto de la población.