ABC (Sevilla)

«En el vestidor de la Macarena me bloqueé y no era capaz de hacer una fotografía» Instantáne­a

▸ Treinta y dos años después, la editorial Itálica reedita uno de los títulos de su obra: «Memoria íntima de Sevilla». Maestro de maestros , ha fotografia­do a la ciudad por fuera y por dentro

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Emilio Sáenz Cembrano

— En ese libro, que es una guía de la Sevilla que se fue, hay una foto que nunca olvido. La de la casa de vecinos de la calle del Cristo del Buen Viaje con las ropas de un quinto recién lavadas y tendidas…¿La recuerda?

— Sí, claro, pertenece a un grupo de fotos que hice en los años setenta sobre los corrales de vecinos de Sevilla, muchos de ellos en Triana. Ese tipo de vida generaba un modelo de convivenci­a que yo viví en primera persona cuando hice esas fotos y guardo gratísimos recuerdos.

— También me impactó la de una Casa de las Sirenas absolutame­nte destruida, que nadie daba un duro por ella.

— Es el testimonio de una Sevilla que se nos estaba cayendo y que afortunada­mente en este caso logramos conservar.

— Y sorprenden­tes las que hizo de la Sevilla de la clausura…

— El mundo de los conventos de clausura han sido un referente de mi trabajo, he vivido instantes muy emotivos, fundamenta­lmente en Santa Paula, San Clemente y Santa Inés.

— Es usted de los pocos sevillanos que fotografió el jueves santo de Santa Paula…

— Fue un honor que me concedió la comunidad de Santa Paula en principio reacia a concedérme­los. Cuando me estaban diciendo que era imposible intervino sor Cristina de Arteaga que, dirigiéndo­se a sor María de Belén, le dijo: yo creo que tratándose de Emilio hará buen uso de las fotos y podemos autorizarl­o. ¿Qué le parece a usted, sor María de Belén?

— ¿Qué le contestó sor María a la madre superiora?

— Cruzó las manos por delante de su cuerpo, agachó la cabeza y le dijo: lo que su caridad ordene, eso se hará…

— Creo que llegó a cenar con ellas aquel jueves santo. ¿Me equivoco?

— Sor María de Belén me dijo que ya que había fotografia­do con ellas la procesión si quería compartir la cena del

Jueves Santo. Fue una experienci­a inolvidabl­e.

— Otra experienci­a emocionant­e fue la noche en la que se cerraron usted y su hijo Emilio con la Macarena en el vestidor. Y lo bloqueó la emoción.

— Estaba haciendo las fotos para el libro “Figuras de la Pasión”. Nos cerraron en el vestidor de la Macarena despojada de joyas, coronas y manto. Me invadió un nerviosism­o que me bloqueó. No era capaz de empezar a hacer fotografía­s. Nunca me volvió a pasar lo mismo con la Macarena.

— ¿Usted fue profesor en el Instituto Néstor Almendros?

— Durante trece años di clases en el instituto y en el segundo curso, cuando se le puso el nombre de Néstor Almendros, fui el responsabl­e de la inauguraci­ón oficial del centro. Y trajimos al único Oscar español de la época a que asistiera al acto. Dio varias lecciones magistrale­s a los alumnos aquellos días.

— ¿Por qué Almendros no quiso el coche que la Junta le asigno?

— El primer día por la noche me dijo: Emilio ¿podríamos prescindir del coche y del chofer? Yo le dije que no había problemas. Luego me confesó que quería ir y venir conmigo en mi coche para hablar de fotografía, de cine, de Sevilla y de las naranjas agrias.

— Por cierto, Almendros le confesó una anécdota sobre el lado bueno y malo de la cara de Meryl Streep en Kramer contra Kramer…

— En la última secuencia de la película se dio cuenta que, al decir acción, la iluminació­n estaba en el lado menos bueno del rostro de Mery. Nestor pidió que salieran ella y Dustin Hoffman por el lado contrario ofreciendo así el lado bueno del rostro de la actriz.

— La fotografía le posibilitó trabajar con grandes profesiona­les extranjero­s. ¿Qué le pareció Robert Vavra?

— Una figura internacio­nal de la fotografía que me eligió para que trabaja

Más de cien mil fotografía­s se guardan en su archivo. Fotos que abarcan campos tan dispares como la Semana Santa, los corrales de vecinos, el flamenco, la arquitectu­ra, las costumbres populares. En su bibliograf­ía destacan libros como “Sevilla oculta,” “La casa en Sevilla” y “Retablo Mayor de la Catedral”, entre otros imprescind­ibles. Desde el siglo XIX, su ADN, lleva incorporad­o la pasión por la fotografía: el apellido Sáenz dio litógrafos y el Cembrano, fotógrafos. Su primera cámara fue una Baldesa alemana. Y en la imprenta paterna, Gráficas del sur, a la que Fernando Ortiz calificó de Ateneo, se relacionó con la ilustració­n sevillana de su época. Su rincón favorito lo tiene en el Atrio macareno. Es hermano de la Macarena y del Calvario. El álbum de su vida es un caudal incesante de conocimien­tos, anécdotas y fotos inolvidabl­es.

ra con él tanto en las tomas, iluminació­n y procesado de las películas.

— Más de diez mil fotografía­s de la sección de Mapas y Planos, como paso previo a su digitaliza­ción, hizo en el Archivo de Indias

— Esa fue una de las grandes suertes de mi vida. Coincidí con ese momento por el cual pasó ante mis ojos el inmenso y casi desconocid­o fondo de esas joyas de la Historia de España.

— Por cierto, tuvo que ser emocionant­e tener en sus manos semillas botánicas americanas y tabaco de hace más de tresciento­s años…

— No lo dude, fue muy emocionant­e. Como también lo fue acceder a la documentac­ión de un ingeniero militar que propuso el corte del río Paraná para regar un valle y fundar una nueva población.

— ¿Por qué reivindica a Emigdio Mariani Piazza con tan poco éxito?. -Además de ser músico era un extraordin­ario conocedor de la fotografía. Hacia sus propias emulsiones al platino. Fabricaba sus propias piezas y fue uno de los precursore­s de la fotografía en color.

— La saga y la leyenda de los Saenz continúa.

— Sí, la saga arranca en el siglo XIX y vamos por el XXI y mi hijo Emilio tiene el testigo en estos momentos.

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VANESSA GÓMEZ

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