ABC (Sevilla)

Salieron vivos

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Fue una noche de peli de terror para los visitantes, pero el final no fue el habitual. El Sevilla perdonó demasiado

Cuando se pone la noche tonta, suelo acabar, tras zapear un rato, en Dark, el canal de películas de terror. Normalment­e, pasan películas bastante chusqueras, ya sean de zombis, fantasmas o asesinos en serie. De vez en cuando, sin embargo, ponen alguna potable, e incluso, en contadísim­as ocasiones, películas de terror muy notables.

Las películas de los derbis sevillanos suelen ser un tremendo pestiño. «Eres más feo que un derbi» es una frase que en Sevilla podríamos incorporar perfectame­nte a nuestro dietario cotidiano de pullas. La película de anoche fue como una película más de las que pasan por Dark. Un pestiño bastante insufrible de dos equipos que pasaron la mayor parte del tiempo con la mano en la cartera y con miedo a meter la pata.

Pero conforme transcurrí­a el tiempo, la película se fue poniendo un poco más interesant­e. Mendilibar salió con un equipo conformado en su mayoría por suplentes. Un equipo de circunstan­cia, con la vista puesta en la final de la Europa League, que sin embargo resistió el paso de los minutos, ante un Betis bastante desnortado e incluso miedoso. Pero la banda izquierda acusaba sobremaner­a la ausencia de Bryan Gil. En cualquier momento, Luiz Henrique podía rebasar a Telles y crear peligro. El Papu generaba juego ofensivo, pero la cosa parecía no ir con él cuando tocaba defender. Así nos fuimos al descanso. Que, para quien firma, fue como esa cabezada que uno da en medio de una película de terror que no va a ningún sitio. En el segundo tiempo, de repente, la película ganó interés. El Sevilla acumulaba ocasiones, pero necesitaba más gasolina. El plan de Mendilibar era aguantar el partido el máximo tiempo posible con jugadores del banquillo, pero en el minuto 70 sacó a Bryan Gil y a En-Nesyri. A partir de ese momento, la peli de terror se puso muy buena. Una de esas en las que un grupo de chavales entra en algún sitio de buen rollo y todo empieza a ponerse chungo. Los chavales

El bético Miranda no midió bien el alcance de su salvaje entrada a Navas. Se vio a leguas su deseo de hacer daño, sin considerar que no iba contra la pierna de un sevillista, sino contra un símbolo: hacer daño a Navas es como escupir en el escudo del Sevilla. comienzan a morir poco a poco y no pueden salir del lugar. Esos chavales eran los jugadores del Betis, cada vez más arrinconad­os frente a un Sevilla que tuvo muchas ocasiones de marcar en el último tramo del partido. Lamela lo tuvo en sus botas en varias ocasiones, igual que En-Nesyri, pero no había forma.

El terror más salvaje, sin embargo, no lo puso el Sevilla. Fue el bético Miranda quien perpetró la acción más canalla, con una entrada sobre Navas de esas que deben hacer plantearse a un futbolista si merece o no dedicarse a este deporte. Fue salvaje Miranda, pero también completame­nte torpe. Porque se vio a leguas su deseo de hacer daño, sin considerar que no iba contra la pierna de un sevillista, sino contra un símbolo. Hacer daño a Navas es como escupir en el escudo del Sevilla. Por eso la grada y todo el vestuario reaccionar­on al unísono. Habían intentado aniquilar a nuestra abeja reina. Se vio en las pantallas del Sánchez-Pizjuán el detalle del tatuaje de sangre en la espinilla de Navas, y todos comprendim­os su monumental cabreo, que derivó en tangana. No hay derbi sin su tangana, es otra de las leyes inquebrant­ables de los choques entre los eternos rivales. En este caso, nos asistía la razón. Y por eso, el equipo se llenó aún más de rabia. Con la rabia y uno más -es increíble, por cierto, que el VAR tenga que ser quien certifique una roja directa-, la película de terror del Betis se volvió aún más intensa.

Llegábamos y llegábamos, el asedio era constante. Pero los chavales seguían vivos. Por eso, al final, no fue del todo una buena película de terror. Porque en las películas realmente buenas de miedo, nadie sobrevive al final. En esta, el Betis salió vivo. Por eso deben estar contentos. El Sevilla mereció más. El consuelo está en la evidente superiorid­ad de juego y ocasiones de los de Nervión, aun comparecie­ndo con un cuadro interino.

La grada disculpó este mal final celebrando el empate. En la cabeza de todos, a estas alturas, solo existe un pensamient­o: Mendilibar, como cantaba la afición, nos lleva a Budapest.

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Telles protege la pelota ante la presión del bético Luiz Henrique // RAÚL DOBLADO
Alex Telles protege la pelota ante la presión del bético Luiz Henrique // RAÚL DOBLADO

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