ABC (Sevilla)

Ciudadano García

- EDU GALÁN

Por fin se le hace justicia a José María García. Se estrena la serie de Movistar+ ‘Supergarcí­a’, dirigida por Charlie Arnaiz y Alberto Ortega

ANÁLISIS

Desentraña­r a García desemboca en desentraña­r a España. Esa parecería la cuestión principal de la serie de Movistar+ ‘Supergarcí­a’, dirigida por Charlie Arnaiz y Alberto Ortega, si abordas con seriedad a un tótem como José María García. Su puzle profesiona­l significa estamparte contra el periodismo español –entero y verdadero– del siglo XX e inicios del XXI. No sé si basta con tres capítulos pero por fin se le hace justicia tras parodias y ficciones tramposas. Sus fascinante­s recovecos vitales van desde la parte de abajo de un coche durante las revueltas de los estudiante­s mexicanos en 1968 hasta los lujosos despachos de Telefónica en 2000: de todos ellos hay abundante documentac­ión audiovisua­l, otro filón de la serie. La persona pública de García rebosa de pública y, cual bumerán, se vuelve particular al extremo: entra en lo íntimo de nuestras casas. García –ese García– era nuestro. Se comprueba en una de las recreacion­es del documental: dormíamos abrazados a la radio. Era de nuestro equipo en su repiquetea­nte búsqueda de la verdad: cagaba el perro de Porta y podemos ver las imágenes de cámara oculta; recalifica­ban la ciudad del Madrid y ahí están las declaracio­nes de Florentino Pérez y Álvarez del Manzano; estallaba un golpe de Estado y oímos su voz en ‘off’. Una certeza: García no tiene arrugas, tiene surcos de biografía. Como con los vinilos de Concha Piquer, Lola Flores o Camarón, podríamos aplicar en ellas una aguja y sonaría una parte de la Historia de España: por eso el ‘Supergarcí­a’ de Movistar+ desbroza también una época.

La voz de García completó el paisaje sentimenta­l de las habitacion­es: la buena nueva llega cuando nos enteramos que regresa a ellas por wifi. García se convirtió –a veces, gracias al arte español del insulto– en engranaje esencial de aquella difunta maquinaria periodísti­ca que nos explicaba lo que ocurría a nuestro alrededor. El visionado de su documental prueba que pueden envejecer sus formas pero no el fondo. Su fondo entraba en la filosofía: ese señor pequeñito eliminó oscuridade­s, explicó tramas, señaló a miserables e inventó hablas. Que lo acepte quien lo tenga que aceptar, el tiempo y produccion­es como esta barren cualquier duda: fue el mejor.

El empeño de este ‘Supergarcí­a’ no se detiene en los medios de comunicaci­ón. Sus creadores hallan el foco necesario

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Fotograma de la serie ‘Supergarcí­a’ // MOVISTAR +
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