ABC (Sevilla)

Brindis a la sombra

Junqueras no tendrá que volver a la trena porque ya no hay leyes con las que el Estado pueda defenderse de otra revuelta

- IGNACIO CAMACHO

NO resulta muy creíble Oriol Junqueras cuando dice que está dispuesto a volver a la cárcel por una votación de independen­cia. En realidad ha hablado en plural –«algunos»– sin que se sepa si a sus colegas expresidia­rios les agrada la idea; al menos ninguno se mostró demasiado conforme con la experienci­a. El brindis a la sombra del líder de Esquerra va dirigido a Puigdemont, para recordarle que se largó a Bruselas mientras los demás promotores de la revuelta iban derechitos a la trena. Pero en cualquier caso, después de la desaparici­ón del delito de sedición, la reforma del de malversaci­ón y una amnistía que se extiende casi hasta la Edad Media, para entrar de nuevo en prisión tendría que asesinar a una anciana indefensa. Y aun así la Fiscalía encontrarí­a atenuantes para pedir la mínima pena.

A estas alturas es probable que muchos lectores hayan dejado de leer este artículo. Otra columna más sobre la matraca del ‘procés’, habrán dicho. Sucede que desde que Sánchez llegó al poder de la mano de los separatist­as, la cuestión catalana ocupa una posición cenital en el debate político. Y que, por comprensib­le que sea el hartazgo, el mal llamado ‘conflicto’ es el eje sobre el que gira desde el principio un Gobierno entregado a los caprichos del soberanism­o. Toda la vida pública nacional se mueve en torno a esa especie de sociedad de apoyos recíprocos donde una minoría dirige el destino del país por cuyo Estado se siente o se cree oprimido.

Tan decisiva es la supeditaci­ón a ese chantaje que no pocos españoles caen en la tentación de pensar en el dichoso referéndum como una manera de librarse de una maldita vez del secuestro. Una consulta con todos sus avíos, su ley de claridad y una mayoría cualificad­a del sesenta por ciento que el nacionalis­mo no alcanzaría ni de lejos. El problema, aparte del encaje constituci­onal –ya se encargaría Pumpido de ello–, consiste en que lo importante de un plebiscito de esta clase no es el resultado, sino el reconocimi­ento de un derecho de autodeterm­inación inexistent­e y de un sujeto soberano quimérico. Y aunque los secesionis­tas fracasaran en el primer intento, lo repetirían hasta tener éxito y cumplir su anhelo de convertir a una parte de sus conciudada­nos en extranjero­s.

Y sin embargo, eso es exactament­e lo que ERC afirma estar negociando en el cuarto oscuro de Ginebra. El Partido Socialista se ha apresurado a negarlo pero los precedente­s demuestran que esos desmentido­s son el prólogo de una sospecha que de manera indefectib­le acaba convirtién­dose en certeza. La legislatur­a sólo continuará si ese asunto, incluido y firmado en el pacto de la vergüenza, figura en la agenda cuando pase el ciclo electoral de primavera. Y el mártir Junqueras no tendrá que volver a la celda, porque ni hay ya leyes que lo puedan condenar ni el sanchismo va a permitirse cuestionar la condición primordial de su superviven­cia.

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