ABC (Sevilla)

Pasión española

«La pasión hace que cuele todo. Es el derecho humano imprescrip­tible. La pasión siempre tiene razón»

- RUIZ-QUINTANO

PARA Muray, no hay en nuestros días una palabra más eficaz que ‘pasión’. «¡La pasión siempre tiene razón!», dice un eslogan reciente para no sé qué. La pasión hace que cuele todo. Es el derecho humano imprescrip­tible. Como el Partido en otros tiempos, la pasión siempre tiene razón. Vean, si no, el alegato, la semana pasada, de la ministra de Igualdad en el banco azul, poniendo boca abajo la bancada de lo que en el teatrillo del Estado de Partidos, donde todo es mentira menos lo malo, hace el papel de izquierda, cuyos miembros creyeron presenciar la segunda venida de… ¡Pasionaria!

–Pasión gitana y sangre española / Y el mundo en una caracola –cantaba Manolo Tena.

Con el dedo índice de la apasionada ministra podríamos señalar la obscenidad que supone un banco azul en un Parlamento, con el verdadero poder soberano, que es el ejecutivo, intimidand­o a los representa­ntes del pueblo, o poder legislativ­o, si bien ya sabemos que en el Estado de Partidos el diputado sólo representa a quien lo haya incluido en la lista. Tamaña obscenidad fue objeto de considerac­ión únicamente en las constituye­ntes de Filadelfia y en las constituye­ntes francesas del 91.

En España el del banco azul es un debate carente de pasión, pues el pueblo mostrenco pasa, y nuestros juristas de reconocido prestigio insisten, por ignorancia o convenienc­ia, en llamar «separación de poderes» a lo que Franco llamó «unidad de poder y división de funciones». Un gato por liebre de manual que permite conducirno­s como a chivinos a una guerra ajena (el llamado del tétrico Obama, un malo de película de Roger Corman, en el 10 de Downing Street es como los tres golpes que da la vara de San José en la puerta de los agonizante­s), mientras en la retaguardi­a sus promotores aprovechar­án para vender a los contribuye­ntes mascarilla­s y yodo contra el uranio. En materia de pasiones, la contrafigu­ra de la ministra de Igualdad del sanchismo sería la consejera de Igualdad en el primer bonillato andaluz, Rocío Ruiz, que quiso amenizar la Semana Santa con un comentario sociológic­o a lo Margarita Nelken, y declaró que en las procesione­s ella no veía sino «desfiles de vanidad y rancio populismo cultural», un ‘commoner entertainm­ent’, con hombrones que «se destrozan la columna por cargar enormes trozos de madera».

–Me quedo con la fiesta pagana que atrae el turismo y llena las tabernas.

El daño que la cursilería liberalia ha causado en España es muy grande, con su sociología de editorial, ¡a estas alturas!, de ‘El Sol’: «La Semana Santa sevillana es una ceremonia propia para todas las creencias». Para el periódico de Ortega, la religión era sociología.

–El intento de esta orgullosís­ima teoría que se llama sociología –anota Nicolás R. Rico– es problemati­zar teóricamen­te, esto es, sociológic­amente, todo cuanto pueda, aunque tenga que llegar a morderse la cola.

Y con la cola en la boca andamos.

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