Resignación
La portada de ABC era una alegoría de esta época de ansiedades
ESCRIBO mientras los goterones resbalan por el ventanal, arañando el cristal con el que quería mirar otro Lunes Santo. Inmerso en un bucle de Amarguras. Agarrado a la esperanza de un claro vespertino. Es difícil escribir de otra cosa ahora en Sevilla, aunque la lista de los problemas de la ciudad dé motivos para cansar, incluso, al cartero de los corintios. Llueve en Semana Santa. La carga emocional que tiene la frase es demoledora.
Escribo, además, con la sensación reciente de la ilusión robada de un Domingo de Ramos menos en el calendario y un año más pesando en las piernas y la espalda. Frente a la papeleta de un sitio no ocupado. Con el barro de cuatro gotas moteando el celoso blanco de la túnica colgada y la tranquilidad de que, afortunadamente, volvimos a tiempo a casa, antes de que se cumpliera la rotunda profecía de los radares. Ni repartimos los cirios. Pero fue grato sentir cómo la noticia en boca del hermano mayor, no por esperada menos dolorosa, fue recibida por los nazarenos con un ahogado gemido de desconsuelo, sin palmas a destiempo, con la resignación de los santos, la mansedumbre de los bienaventurados, la humildad de la tierra bajo el cielo; abrazados a las penas de la cruz de una liviana gota de renuncia y atados a la esperanza del sol que nos espera, para volver a casa por el camino más corto del Vía Crucis de consolación.
Entonces, cuando la lluvia era riesgo, la difícil decisión podría no ser la más acertada pero era, sin duda, la más sensata. Intento comprender lo que llevó a otras hermandades a dar el paso de desafiar el rotundo anuncio de que llovería al caer la tarde. Cada cual tendrá su explicación y en nuestra misericordia cofradiera la respetamos. Pero no deja de ser inquietante que, mientras el Ayuntamiento cerraba los parques por la alerta meteorológica, la hermandad que pasa por el principal parque de la ciudad anunciara su salida.
La portada de ABC de ayer era una alegoría de esta época de ansiedades. Los siglos de la fachada recientemente revivida de la Giralda, tras un tiempo de andamios y minuciosa labor técnica de conservación, contemplaban al papel encolado que en el XVI dio forma a la Humildad y Paciencia de Cristo bajo el capotito de las urgencias de una ciudad inquieta, ávida de su ración de emociones, a la que parecía querer complacer la cofradía. La Cena en los tiempos del ‘fast food’. Calado de metáforas, el domingo dejó sin luz a la ciudad repleta. Invadida por la ausencia, humillada en su gallardía, se refugió entonces en los bares para mojar su melancolía.
No es una cuestión de suerte. Esta Semana Santa promete asentarse en la memoria con un filtro sepia y húmedo. Cuando se seque el barro de la lluvia que nos deje deberíamos modelarlo y escribir sobre él la palabra ‘Resignación’ (que no es el nombre de una marcha moderna de cornetas y tambores), guardarlo en una urna de cristal y ponerlo en las salas de los cabildo con la leyenda: rómpase en caso de euforia. Humildad y paciencia, hermanos.