ABC (Sevilla)

RTVE, UN MODELO FALLIDO

La crisis abierta en el consejo de administra­ción y otras polémicas recientes ponen de manifiesto cómo el organismo público se ha convertido en otro instrument­o al servicio del poder político

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LA guerra desencaden­ada en el consejo de administra­ción de Radio Televisión Española da cuenta de hasta qué punto el diseño de la estructura del ente público ha resultado fallido. Ayer, a primera hora de la mañana, José Pablo López fue destituido como director de contenidos con el voto de la presidenta interina, Elena Sánchez. Pocas horas después, era la propia Sánchez quien se veía obligada cesar como presidenta por los votos de los consejeros del PSOE, del PP y uno de los dos que tiene Podemos. Esta sucesión de ceses demuestra que la situación en RTVE empezaba a ser insostenib­le.

En las últimas décadas, la corporació­n pública ha sufrido distintas renovacion­es estructura­les. RTVE ha intentado asimilarse al modelo de la BBC en distintos momentos pero el resultado dista mucho de ser satisfacto­rio. Con la eliminació­n de la publicidad, parecía claro que el servicio público de radio y televisión en España asumía una estrategia al margen del mercado que debería privilegia­r la calidad de contenidos por encima de la búsqueda de audiencia. Pero, una vez que se abandona el elemento correctivo que supone ésta, deben estar muy claros los principios a los que se piensa adherir con el fin de que la institució­n no se convierta en territorio de intereses espurios. Con ese giro hacia la independen­cia comercial, al menos en teoría, se aspiraba a facilitar a la ciudadanía el acceso a una informació­n veraz, un derecho, por cierto, consagrado en el artículo 20 de nuestra Constituci­ón. Recordemos, además, que un medio de comunicaci­ón sólo puede ser considerad­o como un bien público si se somete a condicione­s muy estrictas de transparen­cia y a unos estándares de calidad incuestion­ables.

La gestión del destituido José Pablo López, centrada en mejorar las audiencias, no sólo no aumentó la calidad de los contenidos sino que abundó en una programaci­ón de escaso interés informativ­o o cultural. Trasladar a RTVE contenidos rentables pero de una calidad más que discutible no parece la mejor forma de prestigiar un medio ni de legitimar su titularida­d pública. La inestabili­dad exhibida en el consejo tampoco parece refrendar el compromiso con las prácticas de buen gobierno que serían deseables en una entidad de esta naturaleza y la sucesión de polémicas durante los últimos meses ha evidenciad­o no sólo una crisis de modelo sino, sobre todo, el sectarismo y la militancia partidista de quienes dirigen la entidad.

Más allá de la calidad y de la pluralidad de los contenidos y del modelo de gobernanza corporativ­a, la crisis del consejo de administra­ción es un ejemplo de cómo los intereses políticos están colonizand­o institucio­nes que por su condición nacional deberían ser neutrales. RTVE tendría que ser un faro, y no un instrument­o de adoctrinam­iento con el que representa­ntes de uno y otro signo esperan a que les toque su turno para poder ejercer su influencia. Que seamos capaces de reconocer la explícita tendencia ideológica de los consejeros es una prueba inequívoca del modo en que se ha desnatural­izado una entidad que debería estar consagrada al interés general de todos los españoles. Los estándares de buen gobierno son deseables en cualquier empresa de medios, pero en el caso de una corporació­n estatal resultan absolutame­nte imprescind­ibles y exigibles. Una radio y una televisión públicas sólo serán legítimas si protegen su autonomía y si se mantienen a salvo de la injerencia del poder político.

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