ABC (Sevilla)

Epopeya de los colosos

La Semana Santa de Sevilla es también un libro de la ciudad que fue, de la que es y quizás de la que será

- EVA DÍAZ PÉREZ

CUANDO era pequeña tenía un malsueño. Era ya Miércoles Santo y aún no había salido ninguna cofradía. Además surgían pasos extraños, como de hermandade­s desapareci­das hace siglos. Una Semana Santa que era, pero que no era. Una Pasión nacida de una perturbado­ra galería de sueños y laberintos de espejos.

Tengo congelada en la memoria la Semana Santa de mi adolescenc­ia. Ahí me quedé, lo admito. Luego todo comenzó a entrar en una hipérbole de desmesura, sin liturgia de vísperas, sin esa medida de armonía renacentis­ta. Confieso que en los últimos años incluso hui a otras Semanas Santas, aficionánd­ome al ascetismo castellano, al gusto por el silencio y el tenebrismo barroco de viejas ciudades muertas. Me gustó esa Semana Santa en la que no había que esperar tres horas para ver un paso, no existían las bullas y todo tenía un sanador breviario de sorpresas. Aunque luego fallara la excelencia de la imaginería y todo tuviera cierto aire de guardarrop­ía de convento desamortiz­ado.

Ahora vago en un limbo porque no sé en qué Semana Santa refugiarme, si es que hay que refugiarse en alguna. Creo que parte de la Arcadia de mi infancia está presente en esos recuerdos. Como en este Martes Santo en el que ya no está quien me contaba historias de San Benito, de aquella hermandad pobre que guardaba sus imágenes en un garaje bajo el antiguo puente. Un lugar que una vez se inundó en una de aquellas riadas de la Sevilla antigua. Pilatos dejaba de ser el señor del pueblo opresor para simbolizar a un patricio bueno que venía a enseñarnos el libro de los milagros. Si las imágenes pudieran recordar, habrían evocado aquella riada de 1948 en la que el barrio de la Calzada se inundó dejando a la hermandad con su patrimonio destrozado.

San Benito arrastra la épica de extramuros de las cofradías de grandes distancias, la epopeya de los colosos. San Benito es color, pero yo la veo en sepia porque así me la contó quien ya no está. Tampoco existe el viejo barrio. Ese barrio que nos narraba Núñez de Herrera cuando describía la salida y Pilatos parecía adentrarse en la taberna que había justo frente a la iglesia. El barrio de la Calzada, la antigua calle Oriente y los viejos corrales de vecinos se han convertido ahora en casas residencia­les y oficinas de lujo. Lo único que permanece es la cofradía. La Semana Santa es también un libro para leer la ciudad que fue, la que es y quizás la que será.

Pilatos presenta la memoria del siglo XX que representa esta hermandad. Aunque su historia se remonte al siglo XVI cuando lo fundan los carpintero­s de ribera y calafates del puerto camaronero, aquellos sevillanos que arreglaban los galeones que viajaban a las Indias en empresas titánicas como las que sigue haciendo esta cofradía. San Benito es un libro de memorias guardado ya como un recuerdo en casas que no existen, en álbumes olvidados y en armarios desapareci­dos hace mucho tiempo. Porque la Semana Santa es también el libro de nuestra biografía, tejida de recuerdos felices y de malos sueños.

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