ABC (Sevilla)

Las restriccio­nes «matan» a los bares y aúpan a los pillos

▸La normativa municipal asesta un duro golpe a la hostelería, obligada a cerrar varias horas cuando pasa una cofradía ▸En paralelo, los vendedores ambulantes ilegales hacen su agosto; las redes exponen a los incumplido­res

- JESÚS DÍAZ SEVILLA

«Nos mata». Sin medias tintas. Es la conclusión a la que llega uno de los propietari­os de uno de los bares más clásicos de la antigua calle Oriente cuando se le pregunta por la normativa que otro año más se impone desde el Ayuntamien­to de Sevilla a los bares durante la Semana Santa: una hora antes del paso de la cofradía tienen que recoger la terraza, no pueden vender alcohol para beber en la calle, ni siquiera en vasos de plásticos, y si incumplen… multa. La disyuntiva para el cliente es clara: cofradías o cañas. Para éste siempre cabe la opción de entrar en un bazar 24 horas y comprar una lata de cerveza de la Cruz del Campo o adquirirla en la venta ambulante. El pillo gana.

La salida de la cofradía de San Benito, en La Calzada, es un campo de pruebas para conocer cómo sobreviven los bares a un día con cofradía. En el recorrido desde la esquina de la avenida de la Buhaira hasta la Puerta la Carne, hay todos los supuestos.

En el bar San Benito sólo se sirven cervezas en vasos de plásticos. A pesar de que por escasos metros se libra de tener que retirar los veladores y sólo atender en el interior, no puede tirar la rubia en cualquier cristal, ni dentro. Motivo de queja de los clientes, aunque está hasta arriba. La siguiente parada obligada es la más famosa, El Jota. Un cartel informa que el Martes Santo cierra. Así evita problemas.

A diez minutos de que abran las puertas de la Iglesia y cuando todas las calles que desembocan en Luis Montoto son ríos se gente, en el bar Las Cabrillas el tirador no para. Los ‘tanques’ (de cerveza) salen a la calle. Eso sí, son tanques de plástico. Y hay veladores, pero en la calle Nebli. Ahí está el truco. No es la calle Luis Montoto. Al salir del bar se cruzan por delante un tren de cuatro carros de mano con el mismo número de cubos grandes de basura hasta arriba de hielo y latas: «Agua, cerveza, CocaCola». Lo iban pregonando. El pillo gana.

La escena se vuelve a repetir otro año más. Los bares con restriccio­nes al consumo y la venta ambulante campea a sus anchas. Al cruzar de acera, en La Chicotá, dos empleados han dejado de poner cervezas para ser porteros de discoteca. Nadie puede salir con un vaso. Nadie puede entrar hasta que no salga otra persona. El aforo, de 18 personas, está completo. Los clientes no pueden apoyarse ni en la repisa de la ventana.

«Esto es la muerte a pellizcos». Es la definición de un camarero de esta situación, que alcanza cotas surrealist­a cuando varias personas le compran latas de cerveza al vendedor ambulante para tomárselas apoyadas en la fachada de este clásico establecim­iento cofrade de La Calzada. Han recogido los veladores una hora antes de la salida de San Benito, es decir, minutos antes de las dos de la tarde. Por la noche hay que repetir la misma maniobra a la vuelta de la cofradía. Hay que elegir. Ves la cofradía o te tomas una cerveza. Ya sonaban los primeros compases de la Agrupación Musical Nuestra Señora de la Encarnació­n. Ganan los pillos. Entras en un bazar y te compras una lata. Ya no hay normas. A los ojos de los camareros, sigue la venta ambulante ilegal. A los ojos de taberneros, y de la Policía.

Del bar La Chicotá Tapas a la fila de nazarenos hay casi unos veinte metros. Y espacio suficiente para caminar, avenida arriba, avenida abajo. Pero de este bar solo salen vasos de plásticos con refrescos. En propietari­o en la puerta hace las veces de portero de fútbol para que no le cuelen ningún gol los clientes sacando las consumicio­nes.

Manuel Pérez, uno de los propietari­os de La Chicotá Tapas, admite que en un día especial como el Martes Santo para este barrio estas normas suponen «una pérdida de miles de euros. Nos mata». Y lanza un mensaje a José Luis Sanz. «El alcalde, en campaña, nos prometió los tanques a la calle y ahora...». Y hoy tiene el mismo panorama al paso de la Sed.

El recorrido de la cofradía lleva hasta Santa Catalina. Unos sólo dejan sacar a los clientes cafés en plástico. El Tremendo optó por cerrar de cuatro a ocho de la tarde. Su vecino, a pesar de no estar en Almirante Apodaca, sino en la calle San Felipe, tiene la terraza desmontada. Y así toda la semana.

En la Alfalfa, zona cero de la conjunción de bares y cofradías, la situación es aún peor. A las cuatro retiraron la terraza para toda la jornada. El Martes Santo es el peor día. Unos cumplen y otros no. Las redes evidenciar­on ayer como en la plaza San Leandro o en la calle Imagen había veladores al paso de San Esteban.

El bolsillo... de los bares Uno de los propietari­os de La Chicotá Tapas admitió que un día como el de ayer supone «una pérdida de miles de euros»

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