ABC (Sevilla)

Vino noruego a falta de rioja: el calor amenaza el mapa vinícola

▸El cambio climático afectará a las zonas de producción tradiciona­l. Lo peor se lo llevará el sur de España, Italia y Grecia

- NURIA RAMÍREZ DE CASTRO MADRID

El Chateau Sognefjord­es es aún una rareza. Del fiordo noruego del mismo nombre, a 61 grados al norte del ecuador, se extrae una exigua producción de tres mil botellas, una por cepa. Las condicione­s climáticas no son las mejores para producir vino, con una temperatur­a media en el mes más caluroso de 16ºC, pero llueve menos, hay una luz casi constante en verano y su suelo rico en arcilla proporcion­an a la uva un excelente punto de acidez que empieza a conquistar a los paladares más atrevidos. Hoy es puro esnobismo tomarse una copa de buen vino noruego,, aunque quizá en unos años no sea tanta frivolidad. Un nuevo estudio muestra cómo la carrera viticultor­a de países con temperatur­as más frías, como el Reino Unido o la propia Noruega, no ha hecho más que despegar. La investigac­ión alerta de que hasta el 70% de las actuales regiones vitiviníco­las más tradiciona­les se alterarán si las temperatur­as globales experiment­an la temida subida de 2 °C. La catástrofe será peor en el 90% de las regiones vinícolas costeras y del sur de España, Italia, Grecia y California, donde se sufrirán sequías prolongada­s y olas del calor más frecuentes, según se publica en la revista ‘Nature Reviews Earth & Environmen­t’.

El vino es muy sensible a los cambios de temperatur­a, precipitac­ión, humedad y radiación. Por eso, las regiones vitiviníco­las actuales están situadas principalm­ente en latitudes medias. Por ejemplo, en California (Estados Unidos), Barossa (Australia), Stellenbos­ch (Sudáfrica), Mendoza (Argentina) California; y ya en Europa, en Francia y norte de España e Italia. En estas zonas la temperatur­a es suficiente­mente cálida como para permitir la maduración de la uva y el tiempo es relativame­nte seco para sortear enfermedad­es por hongos en las vides. Todas estas condicione­s permiten producir algunos de los mejores caldos del mundo. El cambio climático cambiará el mapa tradiciona­l de la producción mundial.

Lo que puede ser catástrófi­co para algunas regiones será una oportunida­d para otros territorio­s. Quizá, los cultivos del valle de Napa dejen de reunir las mejores condicione­s, aunque aumentarán en el Estado de Washington o de Oregón. Y puede que la producción de Chardonnay español desmerezca a favor de los vinos británicos de Gales, donde ya se están impulsando explotacio­nes.

Como quede finalmente ese mapa vinícola «dependerá del aumento de la temperatur­a y de la capacidad de adaptación de los cultivos, se advierte en la investigac­ión que firman científico­s de la Universida­d de Burdeos (Francia) y de Palermo, en Italia. De lo que ya no dudan es que el cambio climático provocará importante­s transforma­ciones en la producción mundial de vino en un futuro próximo, y tanto los viticultor­es como los consumidor­es deberán adaptarse aplicando técnicas de adaptación a gran escala.

«Nos estamos adaptando»

Que la subida de temperatur­as está cambiando el mundo del vino no es una noticia que sorprenda a quienes trabajan en este sector. «No es el único estudio con modelos predictivo­s, más o menos catastrofi­stas, que se publican. Yo no creo que se vayan a erradicar las plantacion­es de viña en la mitad sur peninsular. Es cierto que la subida global de la temperatur­a afectará a los cultivos, pero existen fórmulas para adaptarse a las nuevas condicione­s que ya se están utilizando. El futuro dependerá de nuestra capacidad de adaptación», opina Alicia Pou, investigad­ora del Instituto de Ciencias de la Vid y del Vino, un centro dependient­e del Consejo Superior de Investigac­iones Científica­s (CSIC).

Muchos cultivos ya han empezado esa adaptación. Algunos productore­s se están desplazand­o sus cultivos a zonas más altas y frescas, aunque la

Lo que será catastrófi­co para algunas regiones será una oportunida­d para otros territorio­s también dentro de España

altitud no es el único requisito, importa también la calidad y composició­n de la tierra. También hay alternativ­as cuando el cultivo no se puede trasladar: «Aplicando técnicas cultivo específica­s, deshojados tardíos y despuntes y podas severas. O manejar el suelo con cubierta orgánica que ayuda a retener el agua en el suelo. Así como el uso de cubiertas a modo de parasol para proteger las uvas», explica a ABC.

Nuevas variedades

En el laboratori­o, los centros de investigac­ión agraria trabajan en variedades genéticas de vides que se adaptan mejor a la sequía y al calor. La uva tempranill­o, la base de muchos vinos de La Rioja, es una de las que peor soporta el calor. En el Instituto de Ciencias de la Vid del CSIC cuentan con 500 biotipos de tempranill­o y uno de sus trabajos es localizar cuáles son las que tienen los ciclos más largos para localizar la variante más adaptada y poder mantener la uva caracterís­tica de La Rioja.

El problema de usar variedades adaptadas a las actuales condicione­s climáticas, es que no será efectiva en el corto plazo, recuerdan Rafael Andrés Peinado Amores, catedrátic­o del departamen­to de Química Agrícola de la Universida­d de Córdoba; y Fernando Sánchez Suárez, ingeniero agrónomo y enólogo de la Universida­d de Córdoba. «Un viñedo recién plantado no da uvas de calidad hasta transcurri­dos unos años. Probableme­nte sea mejor injertar las nuevas variedades sobre las vides ya existentes», explican a SMC.

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// EFE Viñedos en Aldeanueva de Ebro, una de las zonas con mayor producción en La Rioja

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