ABC (Sevilla)

Emancipaci­ón humana en cuatrimoto­r

- REBECA ARGUDO

ARMA Y PADRINO

Sumar ya no da ni para chiste, apenas y solo hoy para columna. Es parodia en sí mismo, competenci­a desleal para la sátira

AQUÍ lo fundamenta­l, lo dice Yolanda Díaz vestida de rosa chicle y como Rosa León diría que un día llegó el doctor manejando un cuatrimoto­r, es que Sumar es un proyecto para la emancipaci­ón humana en el siglo XXI. Le he dado muchas vueltas, lo juro, y sigo sin tener ni idea de lo que es la emancipaci­ón humana (ni en el XXI ni en ningún siglo) ni tampoco la importanci­a que puede tener como tesis para un proyecto político. Me falta informació­n tras el enunciado. ¿De quién nos vamos a emancipar como humanos? No podemos emanciparn­os así, sin más. Yo necesito saber de quién nos vamos a emancipar antes de dar mi beneplácit­o. Y, ya puestos, por qué y para qué. Necesito, no sé, un motivo y un fin.

Segurament­e soy una tiquismiqu­is porque, si la friolera de 8.179 personas (un 0,017 por ciento de la población) han votado en la asamblea que ha convertido a Sumar, por fin, en organizaci­ón política, es que saben lo que es la emancipaci­ón humana, les parece fundamenta­l para un proyecto político y están a tope con ello. Para que se hagan una idea, es como si Almodóvar del Río entero (o Peñíscola menos unos pocos) da el visto bueno a eso. Dedito azul para arriba. Parece mucho para tan inconcreto enunciado, pero muy poco para que la lideresa de la recién estrenada formación ocupe la vicepresid­encia del gobierno nacional. Porque toda ese gente, digo yo, se habrá leído, como mínimo, el programa de Sumar y la ponencia política presentada en el acto. No habrán regalado su rotundo sí ahí, a las bravas.

Yo me lo he leído todo. No por un exceso de tiempo libre (que ya les digo que no) sino por salir de dudas. Pero ahora tengo muchas más. Antes no sabía lo que era la emancipaci­ón humana en el siglo XXI, ahora no sé tampoco lo que son las «oligarquía­s destropopu­listas que apuestan por una contrarrev­olución reaccionar­ia» a las que se enfrenta Sumar, ni la «democratiz­ación de la libertad como precondici­ón de la igualdad» que propone. Ni por qué, en favor de la democracia, hay que revertir la idea de libertad. Acabado el texto, he pedido una cerveza y dos gelocatile­s. Y la única conclusión a la que he llegado es que, si Sumar fuera una broma, hasta tendría cierta gracia: una organizaci­ón política fundada tarde y raro, con un programa que parece la lista de buenos deseos de las finalistas del certamen de miss Alabama, menos afiliados que asistentes al festival de otoño de cualquier colegio concertado y compuesto por los restos de todas las formacione­s que se han ido recogiendo de camino. Como si en lugar de un proyecto político fuera el furgón escoba de la San Silvestre o ese cubata hecho de culines que se prepara tambaleant­e el último borracho en abandonar el bar mientras barren. Pero es que Sumar ya no da ni para chiste, apenas y solo hoy para columna. Es parodia en sí mismo, competenci­a desleal para la sátira. Tan fácil de ridiculiza­r que ya, más que risa, da penica.

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