ABC (Sevilla)

Adiós a Richard Serra, el artista que esculpió el tiempo

▸El genial escultor norteameri­cano fallecía a los 85 años en su casa de Long Island a causa de una neumonía

- NATIVIDAD PULIDO

Es el escultor que mejor ha entendido (y esculpido) la materia del tiempo, desde Brancusi a Giacometti, pero también de Velázquez y sus ‘Meninas’, que un día le miraron, le golpearon la cara y todo cambió para él: «Si no hubiera visto a Velázquez, hoy sería un pintor de segunda». Palabra de Richard Serra. Titán del acero y uno de los más grandes artistas contemporá­neos, de él se ha dicho que era un Mallarmé hecho carne y piel, un Prometeo moderno; de su obra, que era política y poética. ¿De dónde saca su fuerza creativa? «De la ansiedad», respondía sin dudar. «Mi personalid­ad quizá sea difícil de tratar», añadía. Como la de todos los genios, Mr. Serra.

Tenía una presencia imponente que intimidaba: una voz intensa, una mirada que fulminaba (muy picassiana), pero también un punto de ternura. Hacía gala de una gran inteligenc­ia y una fina ironía. Tenía una cabeza privilegia­da. Un buen cóctel, sin duda. En la madrugada de ayer (hora española), falleció, a los 85 años, a causa de una neumonía, en su casa de Long Island.

Nacido en San Francisco en 1938, se graduó en Filología Inglesa en Berkeley. Trabajaba en acerías y fundicione­s para ganarse la vida mientras estudiaba. Y aquello le debió interesar más que la idea de dar clases. De ahí que recalara en la Universida­d de Yale para estudiar Bellas Artes. Durante estos años conocerá a Philip Guston, Robert Rauschenbe­rg, Ad Reinhardt y Frank Stella. 1969 fue un año clave en su carrera. Realiza ‘One-Ton Prop (House of Cards)’, cuatro planchas de plomo que se sostienen verticalme­nte apoyadas unas contra otras. Comienza a trabajar con acero. Ya nunca lo abandonó. En los 60 se estableció en Nueva York, donde frecuenta a artistas como Carl Andre, Walter De Maria, Eva Hesse, Sol LeWitt, Robert Smithson, Robert Morris o Bruce Nauman. Seguía la tradición de la abstracció­n que va de Malévich a Mondrian, Rothko y Newman. Serra participó en todas las grandes citas internacio­nales (Documenta de Kassel, Bienal de Venecia), tiene esculturas públicas en medio mundo, y sus trabajos se hallan en las coleccione­s de los grandes museos.

«Nunca me hubiera convertido en escultor de no haber vivido en París», decía Serra. «Brancusi y Giacometti me produjeron sensacione­s importante­s. Giacometti llegaba a La Coupole a la una de la mañana con yeso en el pelo. Venía de trabajar en su estudio. En su cara se apreciaba cierto grado de esfuerzo, de ansiedad. Daba la impresión de ser un tipo de artista diferente. El trabajo sin pensamient­o es un esfuerzo que no tiene ningún tipo de redención».

Pero si su historia de amor con París fue importante, la que mantuvo con España fue de película. Quizás pocos sepan que tenía ADN español: su padre y toda la familia paterna provenía de Mallorca. En 1982 realizó un viaje por España para estudiar la arquitectu­ra mozárabe. Recibió la Orden de las Artes y las Letras y en 2010 fue galardonad­o con

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