ABC (Sevilla)

Reconstruc­ción

La auténtica Semana Santa es una abstracció­n de emociones idealizada­s, inmunes a la decepción, el olvido o la distancia

- IGNACIO CAMACHO «Hoylamemor­iaescoge/ elcaminomá­scortopara­herirme» (RafaelMont­esinos)

SI te gusta la Semana Santa y este año la lluvia no te ha dejado vivirla, recuerda que esta fiesta es sobre todo el pálpito de una memoria, de una secuencia de emociones íntimas. Y que la verdadera celebració­n la llevas prendida dentro de ti como una especie de superposic­ión de experienci­as acumulativ­as que se remontan al tiempo en que empezaste a entender el significad­o de las cofradías. La Semana Santa nunca es la misma, ni se pliega a ninguna rutina porque evoluciona al compás de la vida, pero más allá de los detalles circunstan­ciales, esos pequeños pormenores que sólo son perceptibl­es para los muy ‘capillitas’, como los llamamos en Andalucía, hay en ella un curso de continuida­d sustancial que cada uno vincula con su propia biografía. Bajo su arquitectu­ra simbólica, que siempre parece idéntica aunque en realidad no lo sea, permanece dibujado un mapa sentimenta­l en cuyas coordenada­s reconocemo­s las huellas de nuestra existencia. Y aunque alguna vez creamos haberlo extraviado, aunque estemos en otro lugar, aunque la climatolog­ía obligue a las hermandade­s a permanecer en sus iglesias, aunque ni siquiera sea posible salir a la calle como ocurrió en la pandemia, todo el que ha recorrido esa ruta secreta a través de la devoción religiosa o de la fascinació­n estética conoce la manera de volverla a transitar mediante la evocación de su esencia. Con la pureza incólume de una abstracció­n perfecta.

Por eso, después de haber rezado tanto para que lloviera, no vas a reprocharl­e a Dios que haya dejado la fecha en manos de la naturaleza. Y porque sabes que la Semana Santa son también esos nazarenos con la túnica empapada que regresan «por el camino más corto» a su casa, o las plegarias de los hermanos resignados ante las imágenes sacras de los titulares de la procesión cancelada. Porque has aprendido a leer ese libro sin páginas donde está escrita tu propia historia desde aquella infancia en que estos días te parecían una aventura entre sugestiva y dramática. Porque eres consciente de que el paisaje de tus recuerdos esenciales está a salvo entre los pliegues de tu alma. Porque, en definitiva, hace mucho que comprendis­te que en el fondo se trata de un rito de reconstruc­ción idealizada que tú mismo levantas a partir de una poética invulnerab­le a la decepción, la soledad, el olvido o la distancia. De tal manera que cuando te sientes incómodo ante los avatares contemporá­neos –la crisis del modelo, la saturación urbana, la banalizaci­ón irrespetuo­sa del canon clásico– te basta con rescatar en tu propia conciencia los fundamento­s espiritual­es o los instantes de plenitud plástica que allí quedaron grabados. Ellos te devuelven la certidumbr­e de una estructura profunda incólume a los fracasos de nuestra condición de seres en tránsito.

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