ABC (Sevilla)

RTVE, el carguero de Baltimore

Sánchez hace que la considerac­ión que tiene del Ente no se diferencie de la que tiene de la Fiscalía, del TC, del CIS, del zas y del zos

- CARLOS HERRERA

RTVE, empresa que tan buenos ratos nos ha brindado a los telespecta­dores españoles, es un carguero semejante al que se llevó por delante el puente de Baltimore: es difícil de gobernar y como se ancle resulta imposible tirar de él ni siquiera con el remolcador más potente de Boluda. La tentación de manejar la radio y televisión públicas la han tenido todos los gobiernos, pero resulta evidente que la concepción del Estado que tiene Sánchez (Pedro, no Elena) hace que la considerac­ión que tiene del Ente no se diferencie de la que tiene de la Fiscalía, del TC, del CIS, del zas y del zos. El Estado soy yo y hago lo que me da la gana. Así que se indica a RTVE que contrate al humorista Broncano para contrarres­tar la posición mayoritari­a de mercado que tiene Pablo Motos, al que consideran desafecto al sanchismo (lo que implica que lo consideran afecto al otro). La parte más monclovita de la dirección del Ente elabora un contrato por tres años y una importante cantidad sin que existan cláusulas de audiencia, cosa que está fuera de mercado no tanto por la cantidad o la duración, sino por no someterse al éxito o fracaso del proyecto. Nadie te firma un contrato importante así. Sánchez (Elena, no Pedro) presidenta interina, pone reparos, alega que le parece un disparate y maniobra con éxito para cesar a López ( José Pablo, no Óscar, el jefe de gabinete de Moncloa que presionó para lo de Broncano). Al poco, el Consejo maniobra y cesa a Sánchez (Elena, no Pedro) con el voto de los consejeros del PP, que pensaron aquello de ‘dos por el precio de uno’, y López (Óscar, no José Pablo) impone a los suyos –que son mayoría– el nombramien­to provisiona­l de esta consejera que se declara miembro de carné del PSOE y de cuyo nombre tendría que asegurarme ahora pero, como decía Umbral, no tengo tiempo para levantarme a mirarlo. Estará, en principio, lo que Moncloa quiera: son seis meses pero puede prorrogarl­os. Si en ese tiempo Sánchez (Pedro, no Elena) convoca elecciones generales por posibles descalabro­s catalanes o europeos, la interinida­d e inestabili­dad de RTVE se perpetuará lo que sea menester.

Decía que ese Ente es imposible de gobernar y puede que me quede corto con ese aserto. Creció hasta la saciedad, intentaron aligerarlo jubilando por igual a gente con talento y a auténticos gandules, está preso de políticas sindicales enloquecid­as y solo tiene la cintura que un puñado de profesiona­les puede mostrar a ráfagas. Siempre se dijo que había que disolver RTVE y empezar de cero si se quería que resultase operativa: dado que ello es imposible, o sencillame­nte no se contempla, habrá que compadecer a los buenos trabajador­es con criterio independie­nte que quedan en la casa y desearles una buena singladura a bordo de un carguero víctima de los caprichos –ahora– de un Gobierno que no tiene reparos en tirar un puente o lo que proceda con tal de que el señorito ponga le televisión por la noche y se reconozca el más guapo.

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