ABC (Sevilla)

La Reina Sofía presidió el traslado del Cristo de la Buena Muerte

▸ Miles de personas desafiaron ayer en Málaga a la lluvia para ver el desembarco de la Legión

- J. J. MADUEÑO MÁLAGA

Carmen tiene solo dos años, pero canta ‘El novio de la muerte’ en la plaza del convento de Santo Domingo de carrerilla. Lo hace mientras forma la Legión para la entronizac­ión del Cristo de la Buena Muerte, en un acto presidido por la Reina Sofía el Jueves Santo. Es una canción que sabe desde bebé, cuando su padre, el sargento legionario Yago Fernández, se la cantaba como canción de cuna. Este año papá está con ella entre el público, mientras que sus compañeros desfilan, pero otros años le tocó acompañar orgulloso a su Sagrado Protector. «Ahí lo vi en una foto y me enamoré. Luego me pidió una solicitud de Facebook y aquí estamos», resume Almudena, que también lleva la marcialida­d en las venas como hija de Guardia Civil.

Cada uno de los miles de congregado­s en la plaza de Fray Alonso de Santo Tomás tenían algo que agradecer al

Cristo. Por eso, cada Jueves Santo, aunque llueva, visten sus mejores galas para ir a Málaga a acompañar a la Legión.

Ángeles González cierra su abrigo negro y recuerda a su esposo. Ella ha llegado con su nuera desde Tenerife. «Hace 17 meses murió mi marido, que siempre quiso venir a ver al Cristo. Por eso estamos aquí. Para cumplir lo que él no pudo», señaló desde la valla de invitados. «Míralo, está con los ojos cerrados. Dijo que esto se lo dedicaba al abuelo», decía Juani Guerrero entre lágrimas, al entrar la compañía y a ver su hijo entre los soldados formados. «Llevo sin verlo desde Navidad. Y lo voy a

hacer aquí. En la plaza con el Cristo», afirmaba esta mujer, que esperó paciente a que el batallón desembarca­ra en el puerto, surcara las calles de Málaga entre los vítores de miles de personas bajo paraguas y entrara en la plaza frente al salón de trono de Santo Domingo.

El acto

Allí esperaba Doña Sofía con las autoridade­s militares, públicas y eclesiásti­cas. Algunas de las cuales fueron retratadas por la cámara de Gerardo Lucio, de la Real Hermandad de Veteranos, uno de los hombres que más imágenes del Cristo ha tatuado a los legionario­s desde un pequeño estudio en Montejaque. «El Cristo ha sido mi vida y la fe ha hecho que hoy dejara de llover», explicó ya con su cámara en la mano, esperando para inmortaliz­ar la salida del Sagrado Protector. Y con todo preparado, la muchedumbr­e aplaudió los rayos sol entre los claros de las nubes. «He venido porque tenía ganas de vivirlo en directo. Cuando me casé mi viaje de novios para que el Cristo nos diera la bendición», aseguraba Raquel Hernández, antes de que retumbaran las pisadas de los legionario­s dentro de la capilla.

El tercio Juan de Austria pasó la custodia del estandarte de la Congregaci­ón de Mena al tercio Alejandro Farnesio. Y el Cristo apareció. Sonó la Marcha Real para dar la bienvenida al Hijo de Dios y después ‘El novio de la muerte’. Un acto ágil, con más rapidez que de costumbre, por si los nubarrones no respetaban la rendición de honores. Los guiones se inclinaron sobre el Cristo en la oración a los caídos. Un ‘Padre Nuestro’ y un ‘Ave María’ antes de la bendición. Luego el Señor fue llevado por los caballeros legionario­s bajo los sones de ‘Cristo de la Legión’ hasta su trono. Subió con una sistema de poleas para quedar junto a la Virgen de la Soledad. Acabado el acto, el ‘Credo de la Legión’ retumbó en la plaza y la banda de guerra comenzó al marcha para salir a 160 pasos por minuto.

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// FRANCIS SILVA El Cristo de la Buena Muerte portado por los legionario­s

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