ABC (Sevilla)

Cuando pasa la O

La O es redonda como el brocal de un pozo, como el reloj que comienza a dar ya la hora final

- FRANCISCO J. LÓPEZ DE PAZ

Los caireles del palio del Patrocinio se pierden en la lejanía. Acaba de pasar una filigrana de hilos de oro y plata repujada que le sirve de trono a la Virgen del Cachorro. Y es justo ahora cuando la calle Castilla cambia de siglo. Las diferencia­s entre el Cachorro y la O son tantas que al llegar la segunda parece que el universo se ha transforma­do. La luz cegadora de la tarde pasa por un colador para convertirs­e en un resplandor sereno y suave. Del río y por los callejones sube un aroma a salitre de Sanlúcar que llegó remando Guadalquiv­ir arriba para aromar el Viernes Santo en el arrabal. Hasta parece que se escucha el murmullo de las olas.

El primer nazareno de la O que abraza la cruz es ya un presagio de que todo termina, pero que aún no ha terminado. Triana se ha convertido hoy en uno de esos pueblos en los que el Viernes Santo es el día más grande. Comenzó todo poco después del amanecer, al regreso triunfal de la Esperanza. Tras el rito del almuerzo queda en el aire el aroma de los garbanzos con bacalao y la dulzura de los pestiños recién bañados en miel. Cuando la Esperanza duerme sale el Cachorro y cuando el Cachorro suspira en el puente, sale la O. Como es la última, arrastra todo lo que el barrio se ha dejado en el camino; los vecinos que se fueron, los patios que perdimos, los corrales que se transforma­ron en pisos... La túnica de sus nazarenos conserva el brillo de los azulejos vidriados de Triana. Y en ese color están las atardecida­s más imponentes que te regala el cielo que hay al final de la calle Castilla, atardecida­s malvas para el espectácul­o de la puesta de sol, redondo como el nombre de la Virgen.

Cuando pasa la O no pasamos página. Nos quedan todavía hebras de esta semana que se resiste a marchar desplegand­o todo el encanto de una hermandad de barrio pura, sin artificios, sin colorantes, sin impostar. Humildad de una gente que para sus devociones quiso lo mejor, el carey para la cruz y el oro para la corona. La O es redonda como el brocal de un pozo, como un sol, como un reloj cuyas manecillas avanzan para dar la hora final de esta Semana Santa.

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