ABC (Sevilla)

Viacrucis de un amor

- LUCÍA CABANELAS

Un despertar infinito, la alegría de cualquier mañana; un baile torpe e improvisad­o, las primeras palabras, las sonrisas, los abrazos. Nunca había visto la rutina como una cárcel, pero bastó salirse del día, en unos días de descanso en familia con mi hija, para quebrar la cotidianid­ad, para crear nuevos hitos, para vivir, aunque sea como gatea, en helicópter­o, de lado, o de espaldas. Un estallido de vida como el de ‘The Last of Us’, cuando la naturaleza, libre por fin, empezó a brotar de nuevo en un futuro distópico, sin obstáculos, sobre los cimientos de la vida humana.

Lo especial de esos momentos, inasibles, únicos, me recordó a la incapacida­d que tenemos, como especie, para darnos cuenta de cuándo merece la pena no seguir de largo y parar, y coger al vuelo esos instantes irrepetibl­es que pasan sin más por delante. Me refiero a aprovechar el tiempo y apreciar las cosas buenas cuando se nos ponen de cara, que a veces son muchas, pero se esfuman al no ser capaces de valorarlas.

Eso mismo les pasa a los protagonis­tas de ‘One Day’, la serie de Netflix que sigue a la película con Anne Hathaway y Jim Sturgess, que a su vez adaptaba la novela ‘Siempre el mismo día: Una historia de amor sin fecha de caducidad’, de

David Nicholls. Dexter y Emma se conocen y colisionan, pero se apartan; una y otra vez, a lo largo de sus vidas, se encuentran, se quieren un poco o en silencio, y se marchan. Se vuelven a ver cada año, durante muchos más, se anhelan, y el beso, el amor, vuelve a quedarse solo en amenaza. Así se les va yendo el tiempo, la vida, hasta que, cuando por fin le quitan las bridas a la verdad, va la vida, que a veces es así de cruel, y se les arrebata.

Viendo la serie se puede quedar uno con cosas frívolas y superficia­les. Con que la ambientaci­ón es, por ser suave, bastante poco cuidada. Con que Leo Woodall parece unos cuantos escalones por encima en guapura que Ambika Mod. O con la absurda manía de encasillar todo, como si perder el tiempo y la vida queriendo sin más tuviera algo de gracia como para encajar en eso de comedia romántica. También se puede asistir, arrobado, al viacrucis de esta pareja y pensar en sus miserias, que no tienen por qué ser las nuestras. No todo en Semana Santa van a ser pelis de romanos.

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