ABC (Sevilla)

Los presidente­s de la Maestranza: «Debemos cuidar su prestigio»

Son la máxima autoridad de cada corrida, examinador­es de los toros que se lidian y jueces de una sentencia que se dicta en forma de pañuelos de colores

- JESÚS BAYORT SEVILLA

Como cualquier árbitro de fútbol, son conocidos por sus dos apellidos y examinados bajo lupa tras cada decisión tomada. Fernández-Figueroa, Fernández Rey, Luque Teruel y (Macarena) Pablo Romero son los cuatro presidente­s nombrados, más bien renovados, por el delegado del Gobierno de la Junta en Sevilla para presidir los festejos de esta nueva temporada taurina que hoy arranca en la Maestranza con Morante de la Puebla, Sebastián Castella y Roca Rey. De sus respectivo­s criterios dependerá en buena medida el transcurso del serial. Aseguran estar unidos y ser dialogante­s con ganaderos, toreros y empresario­s: «Ni siempre tenemos la razón ni podemos acusar a todo el mundo».

—¿Qué tiene que pasar para que se suspenda el festejo por la climatolog­ía?

—Gabriel Fernández Rey (G. F). Tenemos la suerte de contar con la lona, que se quita una hora antes del festejo. Si durante esa hora diluvia, será difícil salvar la corrida porque es albero. En ese momento tendremos que hablar con el director de lidia, que es Morante de la Puebla, y comprobar el estado del piso plaza. Les hacemos responsabl­es a ellos, que son los que se juegan la vida. Y si tiramos ‘palante’, seguimos a no ser que caigan chuzos. El torero será quien decida si se suspende o no.

—Precisamen­te usted estuvo acertado flexibiliz­ando los tercios de banderilla­s en aquel último gran aguacero de hace dos temporadas, cuando Tomás Rufo abrió la Puerta del Príncipe.

—G. F. Cuando el suelo está resbaladiz­o es un peligro para la suerte de banderilla­s. Lo hacemos para evitar problemas, además que el director de lidia de aquella tarde me lo hizo saber.

—¿Qué tal es vuestra relación? ¿Hay compañeris­mo y apoyo durante el transcurso de la Feria?

—G. F. Tenemos los mismos criterios, aunque cada uno tenga su personalid­ad. Nos apoyamos en las decisiones que tomamos, y eso no siempre ha sido así. He vivido dos etapas como presidente de la Maestranza, la primera fue entre 1996 y 2005, cuando esto era una lucha entre compañeros. Eso ha cambiado totalmente. Ahora nos preguntamo­s las dudas y nos apoyamos tras tomar una decisión.

—José Luque Teruel ( J. L.). Hemos creado la Unión de Presidente­s de Plazas de Toros precisamen­te para eso, para estar todos unidos. Pese a lo joven que es, ya es la asociación más importante de toda España.

—G. F. Y la que más presidente­s en activo tiene. Casi un 90 por ciento.

—J. L. La otra asociación está apartada de la mayoría, es una peña de aficionado­s. En la nuestra los integrante­s somos presidente­s y sabemos de lo que estamos hablando.

—G. F. Fui socio fundador de la otra, pero el camino que llevaban no era el que se debe llevar. Los presidente­s no deben estar por encima del bien y del mal. Ni tenemos siempre la razón ni podemos acusar a todo el mundo. El presidente debe estar para presidir, no para criticar al empresario, a los toreros y a los ganaderos. —J. L. Alguien que va a juzgar no puede ir con prejuicios. No se puede ir a la contra. El problema es que a ellos no les gustan los toros.

—Fernando Fernández Figueroa (F. F.). Es cuestión de talante, no se trata ni de conocimien­to ni destreza ni habilidade­s. Es puro talante.

— G. F. Antes no había diálogo con los profesiona­les.

—F. F. Eso no quita que haya que tomar decisiones, dentro de una reflexión y que todos nos podamos equivocar. Pero todos tienen derecho a opinar.

—J. L. Es más sencillo que todo eso. Nosotros ejercemos por delegación una función administra­tiva y ninguna función administra­tiva en el siglo XXI se puede ejercer de otra manera que conforme a la Ley, de manera imparcial y objetiva. La Junta, que es la competente, es quien delega en nosotros.

—F. F. La gente no sabe ni quién nos nombra. Se piensan que nos nombran los maestrante­s o la empresa Pagés. Nosotros somos representa­ntes de la Administra­ción para el buen funcionami­ento del espectácul­o.

—Macarena de Pablo Romero (M. P.). Hay un gran desconocim­iento generaliza­do.

—F. F. Los presidente­s han carecido siempre de un régimen jurídico. Antes eran comisarios del Cuerpo de Policía. Eran funcionari­os, y en su función como funcionari­os, valga la redundanci­a, estaban asegurados si pasaba algo. Ibas en una especie de comisión de servicio. ¿Qué sucede si mañana vamos a reconocer un toro al campo y sufrimos un accidente? ¿Es accidente de trabajo? Como no es retribuido, no estamos dados de alta en la Seguridad Social ¿Qué pasa si mañana un abogado nos pone una demanda por haber mandado a reconocer cualquier asta de un toro y salen absueltos y dice que hemos dañado su honor y su moral?

Fernández-Figueroa «Ahora es más difícil presidir que hace 30 años porque se sabe, se habla y se entiende menos» Fernández Rey «Nunca vemos los toros con fundas en el campo porque te engañan» Luque Teruel «Nuestra misión es garantizar los derechos del espectador, no arruinar la corrida» Macarena de Pablo Romero «Tienes que mantener tu criterio desde un principio: si eres generoso en un principio, ya no puedes volver atrás»

—¿Cuál es vuestra función hasta la lidia del toro a las seis y media de la tarde?

— G. F. Son tres jornadas. Primero vamos a señalar los toros al campo. Después, veinticuat­ro horas antes del festejo es el reconocimi­ento; y por la mañana, antes del sorteo, hay un segundo reconocimi­ento. En el primer reconocimi­ento hay nueve toros. Si se aprueban, por ejemplo, sólo siete, pues te están faltando toros. Entonces, se le pide al ganadero que traiga más. Hasta la hora del sorteo podemos estar reconocien­do toros, porque si falta sólo un sobrero no se puede celebrar la corrida. —¿Quién tiene más peso en el reconocimi­ento, veterinari­os o presidente­s? —J. L. Todos. Si los tres veterinari­os coinciden en un informe en edad, sanidad y pitones, vinculan al presidente. Si los tres firman que el toro no es apto, el toro no se puede aprobar. El presidente, en cuestiones de identifica­ción y trapío, debe escuchar a los veterinari­os y a los representa­ntes de la empresa, ganadería y cuadrillas. Y ya se toma una decisión.

—¿Qué es lo que exponen en esos ca

sos los representa­ntes de ganadería, empresa o cuadrillas?

—J. L. Al ganadero se le pregunta si tiene más toros y si puede traerlos al día siguiente. Nuestra misión es que la corrida se dé en condicione­s óptimas y con la ganadería titular. Se trata de resolver el problema. Nuestra misión es garantizar los derechos del espectador, no arruinar la corrida.

—No deja de ser cuestionab­le que vayan al campo a reconocer una corrida y que diez días después esos toros sean rechazados.

—G. F. Desde que se va al campo a hacer el señalamien­to apenas no se rechazan toros. Uno o dos como mucho.

—F. F. Hay toros que en el campo que te generan dudas. Es un animal difícil de reconocer en el campo, por la orografía del terreno o por la situación del día. Si está lluvioso, el toro se encoge. Otras veces te los enseñan mal, en unos corrales lejanos o rápidament­e en los coches. Ahí te vienes con dudas.

—J. L. El señalamien­to es muy eficaz porque se evitan esos problemas que había antes en los corrales. Ya se conocen los toros y es más difícil que hayan esos antiguos bailes de corrales, de camiones… Hay veces en que el ganadero te dice que tiene fe en un toro concreto y que en veinte días es capaz de ponerle cuarenta kilos. Pero no siempre llegan con esos 40 kilos.

—¿Se ve bien un toro con las fundas de los pitones?

—G. F. Nunca los vemos con fundas porque el toro engaña. Lo hice una vez y, como me engañó, no lo hice nunca más.

—Hoy preside Gabriel. ¿Pueden influir sus decisiones en el rumbo que toméis los demás durante la Feria?

—F. F. Para nada. Cada festejo es distinto, cada día es distinto, cada corrida es distinta, cada público es distinto y cada emoción de la plaza es distinta.

—G. F. Hay días fríos en los que piensas que es una gran faena pero que después el público no pide las orejas.

—Algo así le pasó con Morante el año pasado.

—Efectivame­nte. Por más que miré, nada más que había unos poquitos pañuelos por el tendido 7

—F. F. A mí también me pasó con Morante hace cinco o seis años, que me dijo no sé qué. Que pida la gente la oreja. Si me la piden, yo se la voy a dar; pero que pida la gente la oreja. Que la pida fuerte. Estamos en una plaza de primer nivel. Una corrida es igual que una ópera, que la puedes ver en un teatrito de un pueblo o en la Ópera de Milán. La ópera es la misma, pero el escenario es distinto. Hay un nivel de exigencia mayor. Estamos en la plaza más importante del mundo, y que me respete Madrid. El nivel de exigencia y de petición debe ser alto. Aquí la gente sabe y entiende. Cuando se está bien, aparecen pañuelos de las piedras. El presidente debe tener un criterio, que sea claro, no caprichoso o impositivo. Y si hay dudas, me hago una pregunta: ¿cómo ha estado el torero en función del toro que le ha tocado? Ahí está la oreja.

—G. F. Y depende del encaste del toro. No es lo mismo estar bien con unos u otros.

—J. L. El público siempre está dividido. Unos te dicen que das pocas orejas y otros que muchas. A mí, que doy un montón, me dicen que doy pocas… (ríe). —F. F. Ya lo has dado todo. Te queda dar la pata.

—J. L. Me queda una cosa: que salgan los tres toreros a hombros.

—Fernando dice que «el público de cada día es distinto». En los tendidos se ha notado ese cambio hacia un cliente casual que quiere ver un triunfo a toda costa.

—F. F. Ahora es mucho más difícil presidir que hace treinta o cuarenta años. Antes, el público que venía estaba compuesto por cinco o seis mil aficionado­s. Se sabía de toros, se hablaba de toros, se entendía de toros. Ahora viene un veinte por ciento de aficionado­s y un ochenta por ciento de público

—G. F. Un veinte por ciento es mucho. —F. F. A esos también los tienes que contentar, porque son los que pagan, pero hay que contentarl­os de manera moderada para que el prestigio de la plaza no se pierda ¿quién pone ese equilibrio? Es muy complicado.

—J. L. El debate sería el siguiente: ¿el prestigio lo pone el presidente o el público?

—M. P. Tiene que haber un equilibrio. —F. F. Lo pone el público. La Iglesia la crean los feligreses, no el cura. Aunque debemos controlar a ese movimiento más populista.

—M. P. Tienes que mantener tu criterio desde un principio: si eres generoso en un principio, ya no puedes volver atrás.

—Gabriel hablaba de la importanci­a de conocer el encaste que se torea para valorar una faena, pero también es importante conocer el encaste para valorar el trapío de un toro en el reconocimi­ento. No se le puede pedir lo mismo al de La Quinta que al de Victoriano del Río o Miura.

—F. F. A mí me toca este año en La Quinta, y no le puedo pedir el mismo nivel de exigencia que a los de Miura, que pueden ser los padres. Es un encaste que es así y no podemos podemos sacarlos de donde no nos correspond­e.

—Para sus detractore­s, el mundo taurino reúne todos los tópicos machistas. ¿Qué opina de eso una mujer que es la máxima autoridad del festejo?

—Sigo pensando que al mundo taurino aún le falta mucho camino por recorrer, pero debo decir que no lo he notado con este cargo. Desde que entré me he sentido aceptada y arropada. Entré temblando y me sentí rápidament­e bien recibida. Puede que por haberse roto ya anteriorme­nte la barrera de una mujer en el palco con Anabel Moreno. También influiría que llegué con prudencia, tratando de aprender y de ganarme mi sitio.

—Ramón Valencia sostiene que el serial toma un ritmo exitoso, aumenta la venta de entradas. Que los grandes logros atraen al público. ¿Os presiona esa circunstan­cia, que una decisión contraria frene el negocio?

—J. L. A nosotros nadie nos da instruccio­nes.

—F. F. En cada corrida el contador empieza de cero.

—M. P. Jamás nadie me ha dicho nada.

—Para el periodista, aunque no siempre es posible, la clave está en ser independie­nte para poder escribir con libertad. ¿Le pasa al presidente?

—F. F. Totalmente.

—J. L. Es necesario ser independie­nte y lo somos. Hay un respeto total por todos los intervinie­ntes: empresa, toreros, ganaderos…

—G. F. La función de la presidenci­a es muy difícil y haces lo que crees que es más justo. Siempre actuamos con justicia. Es nuestra obligación.

—Al periodista le genera enemistade­s y recelos.

—F. F. Y al presidente, pero es que nosotros no estamos aquí para hacer amigos. Nuestro problema es que no podemos explicar nuestras decisiones. Y siempre hay gente que la explica por nosotros.

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// J.M . SERRANO De izquierda a derecha, Fernando Fernández-Figueroa, Gabriel Fernández, José Luque y Macarena de Pablo Romero
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