«El toreo es la última ceremonia mística de nuestra civilización»
▸ Este antropólogo será el encargado de dar este mediodía en el Teatro de la Maestranza el Pregón Taurino de Sevilla
Cuando el reloj salte la barrera del mediodía sonará un clarín en el Teatro de la Maestranza que anuncie la faena del antropólogo francés François Zumbiehl, encargado de exaltar esta nueva temporada taurina de Sevilla. Aunque sobre el papel aparece anunciado como pregonero, su encomienda es aún mayor: telonero. De Morante de la Puebla, Sebastián Castella y Roca Rey, a quienes verá, ya más relajado, desde el palco de invitados de la Real Maestranza, organizadora del Pregón Taurino de la Ciudad de Sevilla. Seis horas y media antes, el que fuera cronista de esta casa Andrés Amorós, que ya pronunció el pregón del año 2005, lo presentará.
François Zumbiehl es escritor, doctor en Antropología Cultural por la Universidad de Burdeos y vicepresidente del Observatorio Francés de las Culturas Taurinas. Aunque nacido en París, vive a caballo entre Madrid y el País Vasco francés. Para este humanista, la afición taurina es «un hilo de transmisión de sensibilidades entre los mayores y los niños, entre los toreros y el público, entre el toro y el torero». Ya durante su tesis abordó la materia taurina, cuando ante un jurado internacional realizó un discurso sobre la interpretación de la tauromaquia a través de la palabra de grandes figuras del toreo, ganaderos y aficionados. «Todos de España», recalca.
De ahí surgió el que más adelante se convirtió en uno de sus libros más exitosos: ‘El discurso de la corrida’. Una recopilación de sus treinta primeros años como activista taurino, en los que primero comprendió los pensamientos de sus protagonistas para después desmenuzar los grandes misterios de la tauromaquia: «La bravura, el temple, el duende y el inaudito compromiso de un niño que consagra su vida al toro salvaje».
Todas sus obras están centradas en analizar las confesiones que, durante tantos años de amistad o vinculación, le realizaron los toreros. «En particular del maestro Pepe Luis Vázquez, que fue mi amigo y que me acogió y respondió a todas mis preguntas y preocupaciones». Aunque reserva con mimo los detalles de su pregón, confiesa que el Sócrates de San Bernardo será «uno de los puntos principales» de la exaltación: «Hablaré del arte del toreo a la luz de Pepe Luis».
«Además de como torero, de Pepe Luis Vázquez resaltaré su generosidad y humildad. Un ser extraordinario. Fue una figura única, de enorme lucidez, que definió el arte del toreo como ‘un arte en el que se busca una perfección que muy pocas veces se alcanza’. Ese camino de perfección define a los grandes artistas, que siempre guardan su faena ideal», advierte.
Según explica, fue su madre quien le transmitió su afición. Especialmente, su devoción por la figura de Manolete. Aunque sólo tenía tres años cuando el pitón de Islero segó la vida del monstruo cordobés, este antropólogo recuerda cómo esa muerte tuvo «un gran impacto» en su casa: «Teníamos un vínculo casi familiar con Álvaro Domecq y Margara Mora Figueroa, que, además de amigos, eran muy manoletistas. Les oí hablar mucho de él y de su figura. Aquello nos impactó muchísimo». Como en aquellos años de la posguerra, Manolete y Pepe Luis volverán a compartir escenario, ahora a través del pregón de Zumbiehl. No serán los únicos toreros de su pregón, con especial inspiración en quienes marcaron el carácter como aficionado de este escritor: Paco Camino, Antonio Ordóñez, Paco Ojeda y José Tomás. «Considero que el mejor aficionado es al que más toreros le caben en su cabeza, porque todos tienen una expresión diferente. No se puede comparar a José Tomás con Curro Romero, que es un monumento extraordinario, o con Morante de la Puebla. Es como comparar a Zurbarán con Picasso o Velázquez».
Recuerda con emoción la llamada de la Real Maestranza, «un reconocimiento que será la coronación de mi afición». Habla de Sevilla con sentimiento de pertenencia. Como del ABC, del que parece tener impregnadas sobre las yemas de sus dedos la tinta de sus páginas y en su memoria las grandes firmas que han pasado por esta casa. «Llevo muchos años viendo toros en Sevilla, aunque el vínculo fue mayor tras el apoyo que la Real Maestranza nos dio cuando en 2009 organizamos el primer gran coloquio internacional para defender la idea de que la Tauromaquia es un gran patrimonio cultural e inmaterial».
François Zumbiehl fue el ‘alma mater’ de aquel coloquio titulado ‘La Fiesta de los Toros: un patrimonio inmaterial compartido’ en el que participaron investigadores de los ocho países con tradición taurina: Colombia, Ecuador, España, Francia, México, Perú, Portugal y Venezuela. Cuatro años más tarde fue declarada Patrimonio Cultural de España mediante la Ley 18/2013, de 12 de noviembre. También es colaborador habitual de las publicaciones de la Fundación de Estudios Taurinos que patrocina la Real Maestranza, a la que llegó gracias a su amistad con Juan Manuel Albendea.
En su pregón tratará de recordar «los valores estéticos y antropológicos de la tauromaquia, así como la esencia del toreo en particular». «El toreo es un arte que expresa y supera las fronteras de la humanidad. Un arte complejo y complicado para los que no lo entienden. Por eso sufre de muchos tópicos y caricaturas de quienes no la entienden. Dicen que es la exaltación del machismo cuando, todo lo contrario, tiene elementos que exaltan la hombría y la feminidad. Hay gestos femeninos, gestos de seducción. Es una conjunción de algo que es la realidad, con la violencia y la muerte».
Para este antropólogo, la tauromaquia «es la sublimidad por la belleza, el temple y la representación de la belleza. Todo eso hace que el toreo sea un arte. Una frontera entre dos realidades opuestas: la naturaleza y la cultura. La naturaleza es la exaltación del toro como animal primitivo y bravo, aunque también producto de una selección ganadera; por lo tanto, la cultura. Toda esa conjunción es el arte del toreo. La emoción entre el peligro y la belleza. Entre la celebración de la belleza en el campo y de la cultura. Comunión entre la vida y la muerte. Pero eso hay que sentirlo, claro. Es una de las últimas grandes ceremonias místicas de nuestra civilización».
Realidades opuestas «La tauromaquia es la sublimidad por su temple y la representación de la belleza. Frontera entre la naturaleza y la cultura»
ABC
DOMINGO, 31 DE MARZO DE 2024
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