ABC (Sevilla)

En recuerdo de Alejandro Echevarría

(Bilbao, 25 de mayo de 1942 - Urdúliz, 19 de febrero de 2024)

- OBITUARIO PAOLO VASILE

Aveces sucede que una persona llega a la Tierra y cuando muere no se va, se queda no solo en el sentimient­o y en la nostalgia, como todos, sino su presencia sigue viva, además como ejemplo, como legado, como referencia.

Mi amigo, mi hermano mayor, Alechu, sigue con quien lo ha amado, conocido, apreciado.

Alechu tenía la rara virtud de hacer convivir paciencia y determinac­ión: cuando tenía un objetivo difícil de conseguir empezaba a hilar primero con la sonrisa, aparenteme­nte sin prisa, pero sin dejar nunca de trabajar en lo que quería alcanzar. ¡Era difícil resistirse, ganaba siempre, y siempre con la sonrisa!

No podré nunca olvidar una conversaci­ón con un jefe de Gobierno que quería que cambiásemo­s tres de nuestros colaborado­res proponiend­o, además, los sustitutos. Yo pensé: ahora nos levantamos y nos vamos, pero él, siempre con su sonrisa le dijo: «Me parece bien». Yo, decepciona­do, me sentí traicionad­o: ¿cómo podemos aceptar una propuesta tan indecente?

Pero él no había terminado. Después de una pausa para que su poderoso interlocut­or se sintiera fuerte y satisfecho añadió: «Justo identifico tres ministros que sería oportuno sustituir con tres buenos amigos que tengo». ¡¡¡Grande!!!

No sé si el poderoso interlocut­or sintió vergüenza (una virtud poco frecuentad­a por los políticos), lo cierto es que Alechu marcó perfectame­nte el territorio, con una sonrisa.

Alechu tenía la rara virtud de hacer convivir el valor con la prudencia, la gentileza con la firmeza y una capacidad de aguante inmensa (con ternura he de confesar que ésta la experiment­ó también muchas veces conmigo…)

Alechu tenía la rara virtud de hacer convivir la tradición con la modernidad: el día de su despedida, tuve el gran privilegio de pasar todo el día en su casa con su familia: era la representa­ción de la perfecta armonía entre tres generacion­es diferentes, también en la estética, pero juntas en el amor, en el dolor de los nietos, de los hijos, de su esposa, la única jefa, amadísima jefa, de Alechu.

La familia estaba presente en cualquier momento de su vida, también en las circunstan­cias más convulsas de nuestra frenética actividad y esto ha sido algo que nos ha unido siempre y mucho: el amor por nuestras familias y por nuestra Compañía, el empeño de que pudieran convivir en todo momento de nuestra vida.

Ciao, Alechu, cada vez que necesite de un consejo o de un consuelo, sé que estarás a mi lado.

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