Sevilla, capital B&B
PUNTADAS SIN HILO
Se les ha cedido la ciudad como los propietarios alquilan sus pisos, con la esperanza de que no rompan nada
LA final de la Copa el Rey celebrada este fin de semana en Sevilla marcará un hito porque ha sido el primer evento de ciudad B&B. Les explico. La capital andaluza es desde hace tiempo un destino turístico de primer orden; al peso de su patrimonio histórico y al tradicional tirón de sus fiestas primaverales ha sumado en los últimos años –probablemente desde la ampliación de Fibes– un indudable atractivo para el turismo de congresos. Si sumamos su éxito como destino para jóvenes estudiantes tenemos completado el perfil de una ciudad acostumbrada a acoger a miles de visitantes durante todo el año.
Hasta ahora, los turistas siempre habían sido huéspedes. Un grupo relativamente numeroso de gente que se integraba con mayor o menor interés en la vida de la ciudad. Buscaban conocer nuestros hábitos, probar nuestra gastronomía, conocer nuestra cultura. Aunque la presencia de turistas en algunas zonas urbanas –singularmente en el centro histórico– ha llegado a ser molesta en los últimos años, este colectivo nunca ha dejado de ser visitantes en un territorio ajeno. Es decir, la presencia de turistas, por muy notoria que fuera, no ponía en duda que Sevilla es de los sevillanos.
Lo de este fin de semana ha sido completamente diferente. Si al turismo convencional se le recibe como un huésped que se queda a dormir en nuestra casa, con las decenas de miles de aficionados al fútbol se ha obrado de forma diferente: se les ha alquilado la ciudad como los propietarios de ceden sus apartamentos en B&B, con la esperanza de que no rompan demasiadas cosas. Durante un par de días la ciudad no nos ha pertenecido a los sevillanos, sino a este grupo de hinchas que no responde al perfil de turista convencional, porque no viene a conocer la ciudad ni nuestra cultura. Han hecho lo que les ha venido en gana: consumieron alcohol sin restricción alguna, se apropiaron de Mateos Gago por la vía de los hechos y se desplazaron por las calles a su libre albedrío. La impresión es que se les ha dado las llaves de la ciudad como se da la de los apartamentos turísticos, con el ruego de que cumplan las normas más elementales de convivencia. Y aún hay que dar gracias porque afortunadamente no han hecho grandes destrozos.
Estas concentraciones hipermasivas son producto de los nuevos tiempos. Hasta hace pocos años eran imposibles por la sencilla razón de que la capacidad de acogida de la ciudad tenía el tope de sus plazas hoteleras, un cupo adaptado a la demanda ordinaria de turistas. Pero con los apartamentos turísticos la capacidad de recepción es casi ilimitada, y ante eventos extraordinarios es inevitable concentraciones de foráneos en proporciones hasta ahora desconocidas. No es ni bueno ni malo, simplemente inevitable. Se volverá a repetir cuando Sevilla vuelva a ser escenario de eventos que despierten una expectación masiva. Llegado ese momento, habrá que adaptarse a la mentalidad B&B: renunciar coyunturalmente a la soberanía de tu propia ciudad a cambio de trincar una pasta.