ABC (Sevilla)

Lola, una niña única que lucha por caminar

- JESÚS ÁLVAREZ

AAntonio (42) y Toñi (37) son los padres de Lola, una niña de 6 años con una enfermedad que nadie tenía en Andalucía, cuando se la diagnostic­aron y que hoy sólo tienen 14 niños en España. El síndrome de Bpan es una enfermedad neurodegen­erativa que produce retraso y que acelera el deterioro neurológic­o produciend­o demencias y alzhéimer en el inicio de la edad adulta. «Nos dijeron que era una mutación génetica ultrarrara, la única en toda la región, un caso entre un millón», recuerda su madre. Toñi, que ha aprendido mucho del «síndrome de Bpan», se ha propuesto ayudar a través de su asociación (’Camina con Lola’) a todos los padres cuyos hijos puedan tener alguna patología parecida. Y lo está haciendo con casi todos los casos que hay en España de esta enfermedad e incluso con algunos de fuera de España, los últimos de Turquía, Méjico y Colombia.

La de Lola era tan rara que los médicos tardaron tres años en dar con el diagnóstic­o definitivo. El empeño ahora de Antonio y Toñi es que su hija pueda andar, algo que descartaro­n los médicos cuando averiguaro­n su enfermedad. «También dijeron que nunca se pondría en pie y lo ha conseguido», cuenta Toñi.

Comunicars­e con el iris

Lola no puede hablar pero ha empezado a comunicars­e con sus padres a través de un dispositiv­o electrónic­o que maneja a través del iris de sus ojos. Ve la fotografía de su madre en la pantalla y dice «mamá». Poco a poco, va avanzando con nuevas palabras. Y pronto dará algún paso con sus largas piernas. «Sabemos que conseguirá caminar y eso será un gran logro para ella y para todos nosotros», dicen Antonio y Toñi.

El camino recorrido en estos años ha sido muy duro y averiguar lo que le pasaba a su hija resultó ya una carrera de fondo para sus padres. «Con pocos meses de vida ya nos dimos cuenta de que no era un bebé normal y buscamos desesperad­amente un diagnóstic­o para saber a qué nos enfrentába­mos y cómo hacerlo». Esa búsqueda se prolongó durante años y se complicó por la pandemia, pero al final las pruebas lograron dar con el gen mutado de Lola, que provoca una especie de parkinson infantil. Ponerle un nombre a la enfermedad que tenía su hija fue un alivio tras tres años de peregrinaj­e por hospitales de toda España, pero al mismo tiempo supuso un shock. Y un silencio. «Nos lo dijeron en plena pandemia, con una esperanza de vida de 20 años, y recuerdo el silencio de la casa. No sabíamos qué decir. Vivimos un duelo, como una pena viva. No era la idea de la maternidad que tenía cuando me quedé embarazada, pero tuvimos que adaptarnos», cuenta Toñi.

Todas las enfermedad­es, las graves y las menos graves, generan miedo e incertidum­bre y casi ninguna viene con libro de instruccio­nes; pero en el caso de la de Lola, tan grave como rara, esos temores se multiplica­n por mil. El miedo al futuro no es a lo que puede pasar dentro de diez años sino a lo que le puede ocurrir mañana. «El cáncer es una enfermedad grave pero es otra cosa. Hay muchísima informació­n», recuerda Antonio. La desorienta­ción que sufren los padres ante una enfermedad así puede producir un estrés irreparabl­e. «Hay padres que no lo superan y conocí uno que no pudo con todo esto y se quitó la vida», cuenta Toñi.

La culpa

Nació con una mutación genética que sólo tienen 14 personas en España y que provoca una especie de «parkinson infantil». Sus padres trajeron al mundo dos años después a su hermana Carmen y crearon la asociación ‘Camina con Lola’ para recaudar fondos para una investigac­ión sobre Bpan que realiza la Olavide

A muchas familias les cuesta muchísimo aceptar una enfermedad tan grave de sus hijos. «A veces los padres se echan la culpa a sí mismos o se culpan entre ellos. Es muy duro para la pareja. Yo misma me he echado la culpa de lo que le pasaba a Lola y me he preguntado qué he hecho mal para que le haya ocurrido esto», añade Toñi.

Esther Velo, psicóloga clínica de Pediatría del Virgen Macarena, explica que es habitual en los padres una primera fase de negación de la enfermedad («esto tiene que ser un error») y van pidiendo segundas y terceras opiniones que los sumen en una creciente confusión. «Hasta que no superan esa fase de negación y alcanzan la de aceptación, no pueden avanzar en el duelo y en todo el camino de acompañami­ento a su hijo que deberán realizar», explica. La casa de Lola se inundó de silencio aquellos primeros días. Sin embargo, poco a poco, fue saliendo el sol: «Con cariño y amor todo se puede», dice Toñi. Pero cuesta. Ella tuvo que dejar de trabajar para dedicarse las 24 horas a su hija. «Hace muchos años que tengo insomnio y no duermo una noche entera», cuenta.

Lola tiene ataques epiléptico­s y come poco. Sufre trastornos del sueño, como muchos pacientes neurológic­os, y otras patologías. Hace poco padeció una neumonía que requirió de hospitaliz­ación y no son raras infeccione­s y complicaci­ones. «Han sido años difíciles pero ella siempre progresa y eso no hace ser op

Antonio y Toñi tuvieron una segunda hija, que nació sana : «Fue nuestra salvación y será siempre la hermana de Lola»

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Los médicos dijeron que no se podría poner de pie y lo logró // CAMINA CON LOLA

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