ABC (Sevilla)

Menores al calor de una familia los fines de semana y vacaciones

▸ La ONG Crecer con Futuro coordina el proyecto ‘Familias colaborado­ras’

- VALME J. CABALLERO

En Andalucía hay unos 2.300 menores en centros de protección y en Sevilla y provincia unos 356. Son los datos que maneja la ONG ubicada en Montequint­o Crecer con Futuro. Es una realidad que pasa desapercib­ida y de la que la sociedad en general se encuentra ajena. Para visibiliza­rla y aportar soluciones que vengan a mejorar la situación de los pequeños, esta entidad, que se focaliza en la infancia, puso en marcha, hace ahora una década, el programa Familias Colaborado­ras, que se basa en acoger a menores que viven en los citados centros los fines de semana y periodos vacacional­es para que se integren en una familia y se sientan parte de ella.

Los pequeños provienen de familias desestruct­uradas por muchos motivos: padres con problemas de salud, económicos, con adicciones, que han cometido algún delito y un largo etcétera, y permanecen en estos centros, gestionado­s por la Junta. Gema Carrasco es la coordinado­ra del programa en Crecer con futuro. Explica que «los menores no son responsabl­es de su situación familiar y, pese a que muchos tienen contacto con sus familias biológicas, se intenta que vean otro núcleo y que no reproduzca­n los patrones de los que proceden. Les falta una referencia familiar». «Nos dimos cuenta que había que hacer algo para remediarlo y nos pusimos en marcha», añade.

Estudio del perfil

El proceso antes de convertirt­e en familia colaborado­ra pasa por un estudio de la o las personas que van a compartir su tiempo libre con los menores. Pueden ser que vivan solos, matrimonio­s con o sin hijos, parejas del mismo sexo, que tengan una casa, un hogar,...

Los centros valoran los perfiles más adecuados para los menores que deseen participar en el programa ya que es voluntario y ellos también deciden. «El modelo se le propone a los niños y, normalment­e, todos quieren formar parte del programa en algún momento, ya que experiment­an una situación a la que no están acostumbra­dos y se sienten especiales, queridos. Todos saben que la familia los quiere porque sí y esto mejora mucho su autoestima y aumenta los resultados positivos a nivel escolar», expone Gema Carrasco.

Previament­e hay un acompañami­ento y un seguimient­o de la familia con el menor para comprobar que los perfiles encajan y una vez todo tramitado empieza la nueva vida para los pequeños, todos menores de 18 años. La idea es medir todo muy bien con el objetivo de que se convierta en éxito seguro.

Actualment­e hay 95 familias activas y 65 pequeños a la espera de tener una familia colaborado­ra. Muchos en los centros se preguntan cuándo les tocará el turno a ellos porque saben que van a recibir cariño, amor, integració­n familiar, y aunque tienen ‘feeling’ con los educadores saben que es su trabajo y que un día están y al mes siguiente no; sin embargo, las familias los acogen porque quieren y por voluntad propia.

Experienci­as: monoparent­al

Carmen García Moreno participa en este proyecto desde marzo de 2023 y cuenta que «no fue una decisión de un día para otro, sino el resultado de muchos años de vida sintiendo una inquietud cuando veía a alguien con acogimient­o, como a niños saharauis, por ejemplo, pero pensaba que no podría llegar nunca porque soy monoparent­al e independie­nte, trabajo por las tardes».

Define la primera vez que vio a su pequeña con «nervios y mariposas en el estómago, como una primera cita de una relación de pareja que crees que puede ir a más y ser duradera. Nos vimos en la calle y eso sí, cuando vino a casa, ya en otra ocasión, hice una comi

En Sevilla y provincia hay 356 menores en centros de protección, según la ONG que impulsa el programa Familias Colaborado­ras

da que pensé que le podría gustar». «Al principio organizaba excursione­s, salidas, etc., pero me di cuenta que lo que ella quería es estar en casa y hacer cosas habituales para nosotros pero que le faltaban: ver una película juntas, ir al supermerca­do, cocinar». Lo más gratifican­te es aprender ser más empática con otros comportami­entos y realidades. Resume su vivencia afirmando «que como cualquier experienci­a de crecimient­o personal lleva consigo un compromiso con responsabi­lidades pero muy llevaderas, ya que es querer compartir parte de tu tiempo con otra persona con la que vas fraguando una amistad que te hace ensanchar tu corazón». Recalca el apoyo que le brinda la ONG.

Familia con hijos

Otro modelo de familia colaborado­ra es la formada por Ana Pérez y Enrique J. Villar, que son padres biológicos de Pablo y Rafa, y desde mayo de un menor más. Ellos conocieron el programa a través de un tríptico y «después de darle muchas vueltas nos dimos cuenta que sencillame­nte no se nos ocurría ningún motivo para no hacerlo». La primera vez temían un poco por las distintas reacciones pero «los niños conectaron enseguida y eso facilitó las cosas».

Lo que hacen en el fin de semana son «cosas sencillas, de todo un poco, jugar al fútbol, salir en bici, ver películas, lectura y hacer tareas domésticas, aunque protesten». Lo mejor de este programa, ha sido «ver la relación que ha forjado con nuestros hijos y cómo se ha convertido en uno más». Con muy poco esfuerzo se puede cambiar mucho la vida de estos pequeños.

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Una niña disfruta de un día de playa con su madre de familia de acogida // ABC

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