«Frente al yihadismo, Occidente ha sido víctima de su propia ceguera»
▸Los analistas creen que el pulso entre el islam suní y chií es un espejismo y que los radicales tienen un enemigo común
El islam suní –ortodoxo– y chií –minoritario– están en guerra de religión, guerra nacional y patriótica, guerra institucional, subversiva, terrorista, yihadista, en un centenar de los 197 Estados reconocidos por Naciones Unidas. Sin embargo, la guerra del islam contra Occidente es la más grave y desestabilizante para Europa y el futuro de nuestra civilización. Los orígenes del conflicto son bien conocidos, pero suelen olvidarse, y hay algunos hitos en su cronología que son básicos para comprender cómo hemos llegado hasta aquí:
El 3 de diciembre de 1979, el ayatolá Jomeini se convertía en líder supremo de Irán. Era partidario de la guerra de religión revolucionaria. El 6 octubre de 1981, Anwar el-Sadat fue asesinado en El Cairo: el yihadismo amenazaba cualquier diálogo entre Israel y los países árabes. El 11 de septiembre de 2001 se consumó el ataque terrorista más importante de la historia, más de 3.000 personas perecieron en el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York. El 7 octubre de 2001 comenzó la guerra en Afganistán. El 11 de marzo 2004 se produjo la matanza en Madrid, en la estación de Atocha y otros apeaderos cercanos; las bombas se cobraron 192 víctimas mortales (se acaba de celebrar el 20 aniversario). Entre 2001 y 2012 tuvo lugar la mundialización de los atentados islamistas. El 7 de enero de 2015, matanza en París en la redacción del semanario satírico ‘Charlie Hebdo’. El 13 de noviembre de 2015, serie atentados en París, el más sangriento de ellos en la sala Bataclan.
Entre 2013 y 2019, el autoproclamado Estado Islámico (Daesh) surgió en las fuentes bautismales de la inmigración; en ese periodo, Francia es el país europeo más amenazado, y Alemania, Bélgica, el Reino Unido y España están en el disparadero. En el periodo 20192024 se contabilizan una docena de atentados yihadistas en Francia. El 7 octubre de 2023, Hamás realizó un ataque relámpago contra Israel y mató a 1.200 personas, provocando una guerra en Gaza cuyas consecuencias llegan hasta el día de hoy, y más allá. El 22 de marzo de 2024, el Daesh del Jorasán atacó una sala de fiestas en Moscú asesinando a 140 personas. En ese marco, el ataque terrorista contra el Crocus City Hall, en la capital rusa, y el de Hamás en octubre pasado nos recuerdan, con precisión el origen último de la guerra en curso y su ambición desestabilizante para Occidente –y Europa, en particular–.
Globalización del terror
Boualem Sansal, uno de los grandes escritores argelinos y francófonos de nuestro tiempo, me explicaba, hace unos años, los orígenes de la mundialización del terror islamista, la guerra santa contra Occidente, de este modo: «El Estado Islámico se comporta con la lógica imperial del nazismo. El islamismo en la forma más inquietante de la globalización del terror». Tras las últimas masacres, Sansal llegaba a estas conclusiones: «Los islamistas, incluso si están peleados entre ellos, cuidan su coordinación. A los seis días de la matanza en Israel, un profesor francés, Dominique
Daesh se comporta con la lógica imperial del nazismo. Y los islamistas, incluso si están peleados entre ellos, cuidan su coordinación
Bernard, fue asesinado en Arras. Otros tres colegas fueron heridos gravemente. Hamás aspira a destruir Israel, bastión occidental en Oriente Próximo. El asesino de Arras, Mohammed Mogouchkov, tenía la nacionalidad rusa. Era un islamista nacido en Asia central, la matriz del islamismo ruso. Los islamistas de la matanza de Moscú habían estado precedidos por los islamistas de origen ruso autores de atentados terroristas en Francia».
Hace cuatro años, el 16 de octubre de 2020, otro profesor francés, Samuel Paty, fue asesinado en Conflans-Saint-Honorine, al oeste de París, por un islamista franco-marroquí, Abdelhakim Sefrioui, fundador de un colectivo defensor y propagador de las ideas de Hamás en Francia. Céline Berthon, directora general de la Seguridad Interior, establece la relación indirecta pero profunda de esos crímenes: «En Francia, como en otros países europeos, la amenaza yihadistas es interior y exterior. Los mismos grupos que matan en el corazón de África son contemporáneos de los del Cáucaso refugiados en Ucrania. Y muchos refugiados ruso-chechenos en Francia, Alemania y otros países europeos comparten las mismas convicciones. No necesitan formar parte de la misma organización. Comparten objetivos».
Primeras víctimas
Tras el atentado de Moscú, el Consejo de la Defensa Nacional reunido por Emmanuel Macron llegaba a la misma conclusión: «La misma organización que reivindicó el atentado de Moscú también amenaza a Francia, Alemania y otros países europeos. De ahí la necesidad de declarar el estado de máxima urgencia antiterrorista».
En su día, la Fondation pour l’innovation politique (Fondapol) estableció un balance muy provisional de las muertes causadas por los distintas ‘familias’ yihadistas en cinco continentes entre 1979 y 2022: Estado Islámico, 52.619 muertos; talibanes, 39.733; Boko Haram, 22.287; Al-Qaida, 14.680; Al Shabaab, 10.392; Front Al-Nosrah, 2.978; Hizbolá, 1.335; Hamás, 881, y otras organizaciones yihadistas, 22.191 muertos. Desde la primera versión de esta estadística hasta hoy, el número de muertos ha crecido de modo vertiginoso. Según el Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo (OIET), en 2023, si bien se produjo un incremento leve de atentados respecto al año anterior (2.304 frente a 2.270), lo que sí aumentó de manera significativa fue la cifra de víctimas, 9.572 frente a 8.305, lo que supone un 15% más que en 2022.
Los países del Magreb, Oriente Próximo, África y Asia son las primeras víctimas de tan ensangrentadas guerras islámicas. Francia, EE.UU., el Reino Unido, España, Alemania, Bélgica, Italia, Austria, Noruega, Grecia y Holanda son las primeras víctimas de la yihad contra Occidente. En su día, EE.UU. lanzó su pulso mundial contra el terrorismo, cometiendo un error estratégico capital: lanzar una guerra ‘convencional’, cuando, en verdad, la guerra islámica contra Occidente es una guerra irregular de nuevo cuño, que no siempre tie