Una inflexión para el oro verde
La producción de aceite de oliva en España, y en Andalucía, está siendo sacudida por una tormenta perfecta, debido principalmente a las condiciones climáticas adversas y al impacto del cambio climático. España, el mayor productor mundial, ha visto cómo sus cosechas se reducen significativamente. Las altas temperaturas durante la floración han mermado el cuajado del fruto, y los costes de producción se han disparado de forma generalizada.
Por todo ello, precio del aceite de oliva en todas las categorías ha experimentado una escalada sin precedentes en los últimos años, llegándose a duplicar en los dos últimos, tanto en sus cotizaciones en origen como en los lineales de los supermercados.
Este considerable aumento ha comenzado a cambiar patrones de consumo, con una caída notable en el consumo doméstico, en la restauración y en las exportaciones.
Por otra parte, la situación en otros países refleja una dinámica similar, con precios que también han aumentado de forma generalizada.
Sin embargo, en algunos casos puntuales, como en el país vecino, Portugal, el aceite de oliva está un 12% más barato.
A nivel mundial, el consumo de aceite de oliva sigue siendo minoritario, menos del 3% del total del consumo de aceites vegetales. No obstante, países como China, Estados Unidos o Australia están incrementando su consumo e, incluso, también está subiendo su producción.
Ante esta situación, habría que preguntarse qué futuro le espera al aceite de oliva y si podrá mantener su lugar privilegiado en nuestra gastronomía de carácter mediterráneo.
La respuesta a esta cuestión no es sencilla. Por un lado, la calidad y los beneficios para la salud del aceite de oliva son indiscutibles, y han sido promovidos durante años por las autoridades y por el propio sector.
Por otro lado, la realidad descrita anteriormente, con subida de precios, más costes de producción y menores cosechas a nivel mundial, podría originar un cambio en la estructura del mercado.
En definitiva, es imperativo que los productores, consumidores y gobiernos trabajen juntos para encontrar soluciones sostenibles.
Este proceso podría incluir la inversión en tecnologías agrícolas más resistentes al cambio climático, la promoción de prácticas de consumo saludable y exploración de nuevos mercados.
Además, es esencial que se mantenga una vigilancia constante sobre el mercado oleícola para tratar de evitar prácticas especulativas que puedan llegar, incluso, a agravar la situación.
JUAN QUINTANA «Es esencial que se mantenga vigilancia sobre el mercado para evitar prácticas especulativas»