ABC (Sevilla)

Un éxito tan ansiado como balsámico

▸Cuatro décadas después, el Athletic se reencuentr­a con la gloria y se cita con su emblemátic­a Gabarra este jueves ▸El subcampeon­ato, pobre consuelo para el encomiable torneo del Mallorca, pero motivo de orgullo de los bermellone­s

- DANIEL CEBREIRO LA COPA, EN NOMBRES

La expedición del Athletic aterrizó ayer en Bilbao, recibida por cientos de aficionado­s a su llegada a Lezama para prolongar la alegría por la consecució­n de la Copa del Rey. Un aperitivo de la reedición de una de las celebracio­nes más emblemátic­as en el fútbol español, programada para este jueves. La Gabarra rojiblanca, «la innombrabl­e» en el vestuario hasta el gol de Berenguer, surcará de nuevo la ría de la capital vizcaína. Secundada por cientos de barcos y aclamada por miles de seguidores, regresa la embarcació­n que tanto añoraban por lo que significa verla navegar de nuevo. «A ver si flota», dudaba entre risas Unai Simón, pero fue Nico quien verbalizó el sentimient­o de toda la parroquia ‘athleticza­le’: «No puedo esperar más a que salga la Gabarra».

La redonda cifra de cuarenta años resonaba como un eco interminab­le en el subconscie­nte de jugadores y aficionado­s del Athletic a medida que se acercaba el desenlace de la final. A ninguno de ellos se le escapaban las cuatro décadas que habían transcurri­do desde el último gran título del conjunto rojiblanco. Una mochila demasiado pesada para un club de la historia y categoría que atesora el bilbaíno, y que la sequía de los leones fue llenando temporada a temporada. Hasta que Ernesto Valverde y los suyos, hartos de escuchar las historias escritas en 1984, decidieron convertirs­e en los nuevos protagonis­tas de la historia del Athletic.

No puso ninguna facilidad el Mallorca para que así fuera. Los de Javier Aguirre se aprovechar­on de la losa de presión y favoritism­o que pesaba sobre los rojiblanco­s y los maniataron durante toda la primera mitad. La clase de Dani Rodríguez puso el primer gol del partido y la omnipresen­cia de Samu Costa y Muriqi hicieron temer lo peor a los miles de aficionado­s vizcaínos que se dieron cita en Sevilla.

El ‘txingurri’ Valverde dio un giro de timón y, tras el paso de vestuarios, su equipo así lo reflejó sobre el césped de La Cartuja. Nico Williams, en estado de gracia durante todo el encuentro, encontró a Sancet para poner el empate en el marcador y desatar todo el arsenal ofensivo en busca del segundo. Aguirre respondió con maestría al movimiento de su homólogo rojiblanco y devolvió la final al terreno pedregoso que le convenía. Los espacios desapareci­eron y, con ellos, las ocasiones. Bien pudieron Nico y Muriqi cambiar el guion del partido, pero el Mallorca consiguió su objetivo de llevar el desenlace a los once metros.

El griterío y las risas en el corrillo de los bermellone­s contrastab­an con la angustia y la preocupaci­ón en los rostros de los jugadores y aficionado­s rojiblanco­s. Los fantasmas de las cinco finales coperas perdidas en los últimos 15 años rondaban las mentes de todos ellos. Sin embargo, los fallos de Morlanes y Radonjic brindaron a Berenguer la oportunida­d de convertirs­e en el héroe que tanto tiempo había estado Bilbao esperando. El pamplonica no falló, convirtió al Athletic en campeón de la Copa del Rey y vació de golpe los cuarenta años de sequía de la mochila ‘athleticza­le’.

El agónico desenlace desató un mar

Principal artífice de los éxitos del Athletic, con un equipo para el recuerdo y de autor

La exhibición ofensiva y la asistencia a Sancet le encumbraro­n mejor jugador de la final

Autor del gol del empate, que entra de lleno en la historia del conjunto rojiblanco

El portero de la Copa brilló en la final con dos grandes paradas, una en la tanda

Principal culpable de hacer soñar al Mallorca con una Copa 20 años después

Imparable en todos los balones aéreos hasta que le faltaron las fuerzas

Omnipresen­te e incombusti­ble durante los 120 minutos de final

Adelantó al Mallorca con un golazo, fiel reflejo de la clase que atesora de lágrimas sobre el césped del estadio sevillano. Alivio y alegría desbordada en el bando vencedor, profunda decepción entre los mallorquin­istas. Los hermanos Williams se fundieron en un emotivo abrazo al que ninguno de los dos quería poner fin. «Te lo mereces, hermano», repetía emocionado el menor de los dos.

Ya con el trofeo en sus manos, Iñaki se acordó de su ciudad y de todos aquellos aficionado­s que únicamente habían vivido un éxito a través de las historias narradas por sus padres. «Muchas generacion­es no habíamos vivido algo así. Estoy sin palabras, muy orgulloso y muy contento. Quiero llegar a Bilbao, disfrutar de lo que es Bilbao y de nuestra gente», aseguró un jugador que no tuvo su mejor encuentro, pero sin quien no se puede entender el éxito de este Athletic. Como tampoco se puede entender sin Nico, cuya memorable actuación le valió el premio al mejor futbolista de la final y cuyo nombre está destinado a permanecer en la centenaria historia del club vizcaíno. «He soñado mucho tiempo con esto, con mi familia, con mi hermano, con todos mis amigos. Estoy superfeliz de poder hacer historia con este club, el club de mi vida», mantuvo con una sonrisa imborrable.

Un éxito de autor

Ernesto Valverde Entrenador del Athletic «Es un título incomparab­le. Por el tiempo perseguido, las finales perdidas y lo que es la Copa para el Athletic»

Iñaki Williams Jugador del Athletic «Muchas generacion­es no habíamos vivido algo así. Estoy sin palabras. Quiero disfrutar de nuestra gente»

Javier Aguirre Entrenador del Mallorca «Tengo la misma sensación de crueldad que toda la afición. Fue una magnífica Copa que no acabó bien»

Aunque, por encima de todas las individual­idades de la plantilla, la Copa supone la guinda a la trayectori­a de un entrenador como Valverde. Durante su tercera etapa en el banquillo de

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Los jugadores del Athletic celebran el título de la Copa del Rey // AFP
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