ABC (Sevilla)

Adiós a la mirada audaz, mordaz y llena de emoción de Jaime de Armiñán

▸Director de películas y series de televisión como ‘Mi querida señorita’ y ‘Juncal’, falleció a los 97 años ▸Novelista, dramaturgo y articulist­a, su capilla ardiente se abrirá hoy a las 10.30 en la sala Manuel de Falla de la SGAE

- OTI RODRÍGUEZ MARCHANTE

Reflejo de una época, pieza clave del cine, la televisión y la cultura de la segunda mitad del siglo XX, tipo risueño, irónico, gran conversado­r, gran escritor, pensador, vividor, también bebedor, con una elegancia de esas que viene de lejos y con un ‘pronto’ de genio en todo el significad­o de la palabra. Jaime de Armiñán ha muerto a los 97 años de edad, y tras llevar ya algunos alejado de la vida activa, ensimismad­o en su patriarcal figura de grande del cine español.

Hizo su última película, ‘14, Fabian Road’, hace unos quince años, ya con ochenta y tantos, y en ella afinaba, o afilaba, algunas de las constantes de su enorme obra, un drama de mujeres, de complejas relaciones entre la libertad y la falta de ella, sobre el sutil contacto entre la violencia y la ternura.

La rodó en 2005 pero no llegó a tener distribuci­ón y no se pudo ver hasta 2008 en el Festival de Málaga, donde ganó el premio de guion (que firmaba con su hijo Eduardo). Era todavía una película cargada del peso de Armiñán, como también lo eran las dos anteriores, ‘El palomo cojo’ y ‘Al otro lado del túnel’, sobre las intrigas del acto de creación de un par de guionistas semisecos.

Aire fresco

Y del final, al principio, la televisión cuando era un ‘aparato’ por el que se colaban las cosas de la calle en casa y al que Jaime de Armiñán exprimió, a principios de los sesenta, con series como ‘Mujeres solas’, ‘Confidenci­as’ o ‘Tiempo y hora’, en las que pequeñas historias de la vida cotidiana exhalaban aire fresco en el salón, entre la comedia y el drama, y con algunos actores y actrices que solo se pueden escribir con mayúscula, como ‘su’ Amparo Baró, Maite Blasco, Alicia Hermida, Elena María Tejeiro, Antonio Ferrandis, Alfredo Landa, Luis Morris, Julia Gutiérrez Caba… O ya en 1968, la serie ‘Fábulas’, dirigida también por Pilar Miró y donde se recreaban las de Esopo, La Fontaine, Samaniego…, con Fernando Fernán Gómez, Mónica Randall, Emilio Laguna… O las muy populares series posteriore­s ‘Del dicho al hecho’ y ‘Tres eran tres’.

Aquel Armiñán de la vida cotidiana entrando por la ‘tele’ al salón hizo ya en pantalla grande y a principio de los setenta una de las películas más importante­s, trascenden­tes e inesperada­s de la historia del cine español, ‘Mi querida señorita’, con un personaje insólito, conmovedor, Adela Castro, madura solterona de provincias que interpreta­ba José Luis López Vázquez. Un guion portentoso de Armiñán y Borau, una luz velada de Luis Cuadrado, una historia que rompía las leyes de la comedia y el drama, las leyes de la sociedad, y que fue a Hollywood a ganar el Oscar, pero se quedó lamentable­mente a un paso, aunque la interpreta­ción de López Vázquez causó asombro mundial y hasta George Cukor dijo de él que era, sin duda, el mejor actor del mundo. Y lo contrató para su película ‘ Viajes con mi tía’.

Gran husmeador del mundo femenino en su cine y gran director de actrices, de muchas, de las mejores, de Concha Velasco en ‘La hora bruja’; de Carmen de la Maza en ‘En septiembre’; de Ana Belén en ‘El amor del capitán Brando’; de Ana Torrent en ‘El nido’, que también viajó a por el Oscar en lengua no inglesa; de Ángela Molina, Mary Carrillo, Victoria Abril y tantas veces Amparo Baró. Pero también un constructo­r magnífico de personajes masculinos, para Héctor Alterio, para José Luis Gómez, para Fernando Fernán Gómez (mejor interpreta­ción en el Festival de Berlín con ‘Stico’), para Fernando Rey y tantas veces también

Su alcance intelectua­l, muy pronunciad­o; su distinción y buen gusto, evidentes, y su sentido del humor, tan eficaz como su sentido del mal humor

para Paco Rabal, con quien hizo una de sus mayores maravillas, ‘Juncal’, una serie imborrable sobre el mundo de los toros, el mundo de la vida pícara y el mundo de don Francisco Rabal y también un poco de Rafael Álvarez ‘El Brujo’.

Obra literaria

Uno tiene la sospecha de que el verbo favorito de Jaime de Armiñan era escribir, y su obra literaria en cierto modo lo corrobora: escribió mucho teatro, también guiones y novelas, además de ser un articulist­a puntual, diferente y prodigioso, algo de lo que tuvo constancia este periódico en su magnífica serie ‘Cine de la flor’, publicada religiosa y semanalmen­te en estas páginas y que luego vio su publicació­n en un libro editado por NickelOdeo­n.

De aquella época, principio de los años noventa, quedan aquellos folios perfumados de memoria y buen gusto, pero queda, sobre todo lo demás, la edificació­n de una amistad imperecede­ra, como su propia obra y figura. Puesto que su memoria había sido prodigiosa; su alcance intelectua­l, muy pronunciad­o; su distinción y buen gusto, evidentes, y su sentido del humor tan eficaz como su sentido del mal humor (¡aquellas rabietas graciosas!), ahora es el momento de devolverle parte de lo que le debemos con mucha memoria, gran elegancia y todo lo que nos dé de sí nuestra sabiduría y sentido del humor.

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// EFE Jaime de Armiñán, con el Goya de Honor que recibió en 2014
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