ABC (Sevilla)

Eso de torear

- JESÚS SOTO DE PAULA

Quedamos por el momento salvados, porque el toreo sigue siendo lo que es y no lo que pretenden que sea

Lo más feliz para el toreo es saber que sigue estando en su sitio, que es el que pisa el torero con concepto clásico, ese sitio que desde luego es donde queman las zapatillas, pues cuesta estar, porque al toreo siempre se le ha pretendido ultrajar con esas trampas y trucos del buen embaucador, aquel que, por no saber torear, procura distraer a la parroquia a costa de desvirtuar.

Ya lo dijo Bécquer, antes que el Gallo y que el Guerra, eso de que «hay gente pa to», pues de todo ha de haber en la viña del Señor. Pero el toreo es lo que fue, es y será, y no lo que éstos o aquéllos pretendan hacer que sea. Podemos seguir conservand­o la fe, pues todo arte la requiere, más cuando ese trono de Joselito el Gallo lo conserva como oro en paño Morante de la Puebla, que siempre he creído que sabe más por diablo que por viejo, y que cuando torea lo que nos desvela es su ángel, en esa gracia del que nace ya sabiendo de esas cosas del misterio, que es el saber del no saber, de aquello que uno tiene y lo deja ver y entrever por sentido de intuición y devoción. Porque Morante siente devoción por lo clásico.

Sabe que andar descalzo por ese río del clasicismo es la mejor y más inteligent­e manera de hacer camino, más cuando otros corren de aquí para allá sin ton ni son, y él sigue a lo suyo. Seguir a lo suyo, porque en arte es lo que se precisa, en una cierta arrogancia por la soledad propia, esa soledad necesaria que acompaña al buen creador, que a solas va y a solas llega, aun ante la incomprens­ión de muchos. Y en todo ello hallamos una pulcra fidelidad, que es lo más azaroso del asunto, eso de ser fiel a un sentimient­o, que si bien a veces hasta Morante parece perder, al tiempo vuelve a él para seguir siendo, porque aunque podemos distraerno­s, no se puede ni se debe renegar de lo que uno es.

Quedamos por el momento salvados, aunque no sanados del todo, pues el toreo sigue siendo lo que es, y no lo que aquellos pretenden que sea, y es que el arte está por encima de todo. De ahí que a veces lo que prevalezca no suela ser lo que de verdad es, y en esa malformaci­ón los incrédulos gustan aferrarse, hasta que llega el día en el que un torero dice lo que el toreo es, con esa incuestion­able fe de lo que da razón al ser, y al ser por lo que es.

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