Ruido sobre San Telmo
POR primera vez se ve al Gobierno andaluz incómodo. Hay presión en torno a San Telmo, tensión. Tal vez sólo sea ruido, en todo caso mucho más ruido que nueces, pero el ruido puede provocar mucho estrés en política. Y los titulares del día a día, que por separado seguramente no inquietarían, sumados elevan los decibelios: listas de espera, comisión de investigación, incompatibilidad del viceconsejero y denuncias en la oficina antifraude, las supercampañas de Turismo… Parece muy prematuro presumir que se haya roto el idilio de su electorado mayoritario con Juanma Moreno, o que esto lo pueda romper, pero la oposición hace su trabajo para tratar de erosionar esa mayoría y abrir grietas. Ese es un trabajo lento, a menudo ingrato porque no tiene efecto y choca una y otra vez contra el muro, pero antes o después, en algún momento, todo Gobierno comienza a tener flancos débiles. Es probable que por ahora todo esto dañe menos al PP de lo que ha dañado al PSOE perder la caseta de la Feria, pero hay ruido percutiendo contra San Telmo.
Mal síntoma
Al presidente se le ha visto esta semana recurrir a una estrategia defensiva modelo ‘y tú más’, que puede funcionar, pero no transmite fuerza sino debilidad. La percepción en quien da esa respuesta es falta de respuesta. Atacado con el caso del ex viceconsejero de Sanidad, replicó «¿Sabe usted dónde se dan puertas giratorias de libro y usted no dice nada? Tenemos una ministra de Justicia que ha sido fiscal general del Estado, pero, claro, de un Gobierno próximo ideológicamente a usted y no puede criticarlo; un ministro de Justicia nombrado magistrado del Tribunal Constitucional, pero a usted le parece bien; también una vicepresidenta del Gobierno que ha sido presidenta del Consejo de Estado, pero tampoco pasa nada…». Y todo eso es cierto. Pero en la sesión de control tocaba explicar el caso andaluz, y no hacerse un Sánchez, experto en no responder en estas sesiones.
Sobre la opacidad con los contratos sanitarios, replicó Moreno: «EREs, Faffe, cursos de formación, hoy mismo Santana Motor… Es una barbaridad, y un disparate, todo lo que ocurrió por la opacidad y la falta de transparencia que hubo en etapas anteriores. Precisamente por eso hay más de cien causas abiertas contra su partido político y sus gobiernos… colegas suyos que están hoy en la cárcel, veintidós, creo». También es cierto. Pero ese es el pasado que se trata de superar, no de repetir con menor intensidad. Ese bagaje catastrófico de corrupción y gestión es lo que desangró al PSOE pero no va a servir para mantener el prestigio del Gobierno actual. El PP no necesita hacerlo mejor, sino hacerlo bien.
Transparencia
El mensaje de Juan Espadas funciona: si no les dan acceso a la información, piden comisión de investigación, y si no vías alternativas para acceder a los contratos de pandemia y pospandemia... La percepción es de opacidad de San Telmo. Ciertamente, como replica el presidente andaluz, el PSOE en 37 años no facilitó nunca nada al PP. Va de suyo que la autoridad moral del PSOE —hay informes de su legendaria opacidad— es casi cero. Pero eso no significa actuar igual, o sólo un poco mejor, respondiendo a las preguntas parlamentarias —un centenar ya— y dando acceso a tres visitas a la consejería para ver documentación con cinco funcionarios. Transparencia no es una rendija de luz… sino, como gritaba Goethe en su lecho de muerte, «¡luz, más luz!» siempre. Insistamos: no se trata de ser sólo un poquito mejor que el PSOE, sino de ser ejemplares.
Ahora bien...
La nueva tentativa de las mareas blancas ha vuelto a pinchar. Si la indignación fuese no ya la mitad de lo que dice la oposición y los sindicatos, no ya la cuarta parte, sino la décima parte, no habría sólo diez mil en la calle en toda Andalucía. Poco más de 2.000 en Sevilla, o de 1.500 en Málaga, o menos de 1.000 en Cádiz. Marea nada, marejadilla como mucho. En Granada, los organizadores dieron 3.500 (Qué lejos de las decenas de miles contra el susanismo) pero el Gobierno subió a 5.000. La prensa más afín titulaba «Miles de andaluces piden en las calles…» y en rigor era así, miles de andaluces en la calle; pero en puridad, pocos miles, bastante pocos miles.
Sin duda hay problemas en la atención primaria y en las listas de espera; así que cabe considerar hipótesis: que la ciudadanía a pesar de todo crea que la pandemia sumada a la herencia siguen siendo el peor lastre; o que confíe en la gestión de este Gobierno esperando resultados; o que no confíe, sobre todo, en una oposición que sobreactúa con eslóganes ridículamente falsos sobre la privatización de la sanidad… a saber, quizá la suma de todo.
El ruido de la oposición puede funcionar, pero a veces el exceso de ruido artificial tiene efecto boomerang.
Agravio
Luces y sombras: el Gobierno andaluz hace bien en insistir en los agravios desde Moncloa a Andalucía, que los hay, y la anécdota del palco es sólo un evidencia simbólica de cuestiones de calado; pero también cansa la imagen de una Andalucía proclamando reiteradamente «esto no se le haría a Cataluña». Hay que afinar el registro para que la reivindicación no derive a jeremiada. Sobre todo porque hay agravios nada ficticios y una deslealtad sistemática, que ahora se repite con Gibraltar, donde una vez más se acaba por exclamar: ¡esto no se lo harían a Cataluña! No es fácil soslayar lo obvio. Con la conferencia de presidentes, Moreno lleva meses chocando no ya con la negativa de Moncloa, sino con un desprecio grosero. Pero ante elecciones en País Vasco y Cataluña, ya se puede olvidar Juanma Moreno, como también en los meses posteriores de conformación de gobiernos y negociación de presupuestos para no ir a la repetición. Este Gobierno ha tragado y seguirá tragando con la bilateralidad a favor de Cataluña y País Vasco.
No se trata de ser sólo un poquito mejor que el PSOE en la Junta de Andalucía, sino de ser ejemplares
Este Gobierno ha tragado y seguirá tragando con la bilateralidad a favor de Cataluña y País Vasco