ABC (Sevilla)

«Bildu ha ganado liquidando a sus rivales»

En la calle 31 de Agosto de San Sebastián nadie recuerda quién fue Gregorio Ordóñez, el concejal asesinado mientras comía en La Cepa, pero todos conocen la receta de la tarta de queso del restaurant­e contiguo

- CHAPU APAOLAZA SAN SEBASTIÁN/MADRID // ABC

La primavera de Donosti ha caído este año en viernes, toda junta en un despliegue de sol y bermudas, de tobillos de surfistas que cruzan descalzos los pasos de cebra con las tablas bajo el brazo. Junto a la iglesia de San Vicente, la mañana discurre en una calma templada en la que se hace inconcebib­le la tarde del 23 de enero de 1995 en el que del restaurant­e La Cepa los empleados de la funeraria levantan el cadáver del candidato del PP a las municipale­s Gregorio Ordóñez, asesinado por el comando Donosti de un tiro en la nuca mientras comía.

En el suelo pusieron una placa que lleva escrito un nombre que los entrevista­dos no recuerdan. Nekane y Leire, que regentan una peluquería en el local contiguo a La Cepa, no saben que allí mataron a Gregorio Ordóñez. En realidad, no saben siquiera quién fue Gregorio Ordóñez. En las próximas elecciones votarán a Bildu «porque hay que hacer ‘reset’» y porque, dicen, hay que pasar una página que no han leído.

Tiare y Annabel, que son de Boston y estudian en Madrid, no saben lo que pasó allí. «En clase de Historia de España me dijeron en historia española que se identifica­ba a los vascos con asesinos. La historia la escriben los vencedores», responde Tiare. «¿Quiénes fueron los vencedores?», pregunto. Ella cree que «los españoles». Ni ella ni Anabel, ni otra fotógrafa italiana que vive hace un año en Donosti, ninguno, digo, sabe que Ordóñez era el candidato del PP a las municipale­s, pero todos saben que en el bar de al lado, famoso en las guías gastronómi­cas de Nueva York, sirven una tarta de queso riquísima y que la receta lleva Philadelph­ia. Gregorio Ordoñez 0-5 Tarta de queso de La Viña.

Las respuestas dejan en el reportero una sensación de amarga incredulid­ad cercana al chiste e imagino cómo sería preguntar en Ciudad del Cabo quién fue Nelson Mandela y la gente no supiera, pero todo el mundo conociera la lista de las mejores marisquerí­as.

Me alegro de no haber venido con Ana Iríbar, la viuda de Ordóñez que vive en Madrid con el hijo de ambos. Para seguir este viaje hay que hacerse los 460 kilómetros que recorriero­n decenas de miles de exiliados que no votarán el 21 de abril. La memoria de Gregorio es rubia, dulce, decidida y valiente, y atiende en un bar de Madrid en el que la gente grita tanto que casi no se puede escuchar su voz en una imagen sonora y tan precisa de cómo se sepultó su historia.

—¿Crees que si yo voy a la calle 31 de Agosto y pregunto a la gente sabe quién fue Gregorio Ordóñez?

—Esa pregunta me la hago yo cuando voy. No creo que la gente joven que están en la década de sus 30, tenga conocimien­to siquiera de Gregorio Ordóñez. Lo que nosotros hemos vivido, dentro de poco lo sabrá muy poca gente y pronto ya no lo sabrá nadie.

—¿Pero tú crees que hay una intenciona­lidad en este olvido?

—Hay un factor político y social que ha estimulado el olvido. Recuerdo como si fuera hoy, cuando ETA anuncia el cese de la violencia en el 2011 y el lehendakar­i Urkullu dice: «Es el momento de pasar página». Se acabó, vivamos felices, aquí no ha pasado nada. Durante 50 años de terrorismo, la sociedad vasca ha mirado para otro lado.

En la peluquería junto al bar donde mataron al edil no saben qué pasó y van a votar a Bildu «porque hay que hacer ‘reset’»

—¿Pero tú entiendes que es un olvido buscado?

—Lógicament­e, buscado para integrar en la vida pública, política y social el proyecto político que defendió ETA. Le perdonan sus pecados.

—¿Ese proceso se está completand­o en estas elecciones en las que Bildu puede llegar al poder?

–Sí, es un momento importante para el nacionalis­mo y para ETA. Cuando se presenta el candidato de Bildu, quien aparece unos pasos detrás de Otxandiano es Arnaldo Otegi. En definitiva, se va a escenifica­r esa victoria política de ETA. No han roto con ellos.

—Se dice que ETA ha terminado.

Ana Iríbar: «Cuando se presenta al candidato de Bildu, detrás está Otegi y van a escenifica­r esa victoria política de ETA»

—Yo creo que no. La están integrando para validarla con una fuerza social importantí­sima, con nuevos disfraces, con un nuevo vocabulari­o muy técnico, palabras muy bien elegidas

que cualquiera puede leer en el programa de Bildu. ETA ha seguido ahí dentro o a la cabeza, no sé. En las últimas municipale­s fue Covite quien denunció que seguía habiendo militantes de ETA participan­do en las listas electorale­s. Mi pregunta es por qué se le sigue votando en la sociedad vasca.

—¿Porque han olvidado, o hay más? —Ahí juega el olvido, claro, pero hay algo más. Una mayoría de la ciudadanía no ha apoyado el terrorismo directamen­te, pero sí lo que persigue. Se creen en esa historia del pueblo vasco castigado, perseguido, torturado. Su proyecto y objetivos siguen vivos.

—¿Cuál es tú papel ahí? ¿A ti qué te dicen?

—Se preguntan «¿y esta qué quiere?» Me preguntan «¿oye por qué te has ido, con lo bien que se vive aquí. ¿No echas de menos esto?». Tienes que recordarle­s que a unos metros de donde tú has estado mataron a mi marido.

—La memoria histórica con la dictadura de Franco demuestra que la memoria es posible.

LA DESPEDIDA DEL EDIL QUE PLANTÓ CARA A ETA

Miles de donostiarr­as acudieron a la multitudin­aria despedida del féretro de Gregorio Ordóñez el 24 de enero de 1994

—El problema es que la intención que tiene ahora mismo el Partido Socialista con el tema de la memoria es llamarnos fachas a los votantes del Partido Popular en el Congreso de los Diputados, como hizo Patxi López recienteme­nte. Perdone, pero usted a mí no me llama facha porque a las 48 horas de asesinar a Gregorio Ordóñez, las pintadas que apareciero­n en los pueblos de Guipúzcoa eran «Ordóñez, español y fascista». Están resucitand­o el 36 para enterrar a ETA y para justificar su actitud con Bildu. —Tengo la sensación de que os considerar­an un poco ciudadanos discapacit­ados emocionale­s, en un esquema en el que vosotros, pobrecitos, como habéis sufrido tanto, pues es normal que no paséis página y habría que dejar a los demás, que estamos cuerdos, hacer lo que hay que hacer.

—Cada aniversari­o del atentado llega una carta del Gobierno Vasco solidarizá­ndose con tu dolor. No, yo no quiero que estés con mi dolor, que es personal: yo quiero que atiendas mis derechos, que son tus obligacion­es. Déjame llorar con quien yo quiera llorar. Déjame que me consuele quien yo quiera que me consuele.

—Paradójica­mente, ¿el dolor de las víctimas sirve para desactivar a las víctimas?

—Claro, como estamos enfermas de dolor, no somos capaces de analizar la sociedad con frialdad. Las víctimas no cuentan, no valen, no sirven, no están en la corriente social porque ya tienen una tara. Pobrecitas. Hay que quererlas, no considerar­las. Yo no quiero que me quieran. Yo no quiero el abrazo del Estado. Quiero respeto y memoria y que Gregorio esté en el lugar que tiene que ocupar en la historia.

—¿Y cuando se dice que toda la sociedad vasca ha sufrido?

—Es una manera de decir que si todos somos víctimas, es que no hay culpables. Es una manera más de desfigurar la acción de ETA.

—¿Cambia algo que Bildu sea el ganador de las elecciones?

—Cambia mucho. Estamos ante la consolidac­ión de una derrota dolorosa a injusta. ¿Qué habría sido de estas elecciones si en los 90 no se hubieran tenido que ir más de 170.000 personas de dos millones? Se dice que la violencia no sirve, pero en el País Vasco ha servido de mucho. Mataron a Buesa, a Ordóñez, a Enrique Casas… ¿Qué proyección hubieran tenido? Bildu ha ganado liquidando a sus adversario­s políticos. El de Goyo es un crimen electoral.

«Que devuelva la bala»

—Ana, te voy a contar una historia que no te va a gustar, pero hace tiempo que tengo pendiente decírtelo.

—Adelante.

—La tarde aquella, entró un profesor en nuestra clase del colegio, en COU y nos dijo: «ETA ha matado a Gregorio Ordóñez» y nos quedamos todos callados salvo un compañero que dijo: «Que la mujer devuelva la bala». Lo que te quiero contar es algo que llevo dentro desde ese día y es que nadie dijo nada. Ni el profesor, ni los compañeros, ni yo tampoco, que estaba muy enfadado con él, pero no dije nada, y eso me pesa desde aquel día.

—No te preocupes. Eso pasaba. Esa fue la razón por la que Gregorio se metió en política, para cambiar una situación en la que la gente pasaba al lado de un cadáver y miraba para otra parte. Un día bajé a la playa horrorizad­a diciendo que acababan de matar a un Guardia Civil y una mujer me respondió: «Bah, hay muchos». Cuando yo bajaba con mi bebé de un año al parque, ninguna de las madres que conocía se me acercó a darme un abrazo. Ningún vecino llamó a la puerta. Había silencio. Primero fue el silencio y después, el olvido.

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// JOSE RAMÓN LADRA Ana Iríbar, en Madrid, donde tuvo que irse con su hijo tras el asesinato de su marido
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// G.E El bar de la parte vieja de San Sebastián donde Gregorio Ordóñez fue asesinado mientras comía
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GORKA ESTRADA

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