«Estoy muerto en vida»
▸La Fiscalía de la Audiencia Nacional pide que se indemnice a 19 pacientes por las graves secuelas que les dejaron las prótesis ▸Pensaban que el implante de cadera les proporcionaría más calidad de vida, pero la solución se convirtió en un «calvario»
Más de quince años han transcurrido desde que Marta Sirera pasó por quirófano con la idea de mejorar su vida. Nació con una luxación de cadera y sabía que en algún momento de su edad adulta necesitaría una prótesis, pero eso no le impidió llevar a cabo una vida normal. Consiguió posponer la operación hasta los 51 años, cuando el dolor ya era muy intenso, hasta el punto de que solo con dar unos pasos sentía el roce entre los huesos. Al principio, tras la cirugía, notó cómo disminuía el dolor que en los últimos años la había acompañado. Estaba contenta, centrada en recuperarse de la intervención y con la vista puesta en poder volver a ponerse esos tacones de 8 centímetros que tanto le gustaba llevar y tanta seguridad le aportaban. Pero en lugar de eso llegó un «calvario» que a día de hoy sigue sufriendo: su prótesis de cadera estaba defectuosa y se ha quedado coja de por vida.
Sirera es una de las 19 afectadas por las prótesis de cadera con par de fricción metal-metal Birmingham Hip (BHR), fabricadas por la empresa británica Smith & Nephew Orthopaedics, Ltd. Recientemente, la Fiscalía de la Audiencia Nacional ha pedido que se condene a esta compañía –así como a la comercializadora y a la filial en España, todas del mismo grupo empresarial– como responsables directas y principales a pagar una indemnización a los pacientes que asciende a casi 7 millones de euros. El Ministerio Público constata que las empresas vulneraron «el derecho fundamental de la integridad física con relación al derecho a la protección de la salud» de estas personas al proveerles de un «producto sanitario defectuoso». Pero además solicita también la condena de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps) como responsable subsidiaria «por haber permitido y no evitado su suministro».
Estas prótesis se vendieron en España desde 2006 hasta 2010, cuando la empresa los retiró del mercado. Varios países también optaron por su retirada y las agencias reguladoras de otros estados emitieron alertas sobre su uso. La Aemps también distribuyó una alerta a los centros sanitarios sobre estos implantes. Según el escrito de la Fiscalía, los efectos adversos más comunes fueron la formación de pseudotumores, que causan dolor y comprometen la funcionalidad de la articulación, la necrosis de la cabeza femoral y las fracturas de cuello de fémur.
Infección en la cicatriz
«Ahora ando muy poco y me canso mucho. De vida normal, ya absolutamente nada. Hace años que nada, que voy
en una silla motorizada», cuenta Sirera sobre los efectos que esta prótesis tuvo en su cuerpo. Tras la operación, al principio su dolor mejoró, pero pronto empezó a notar cosas raras, como que el implante hacía ruido cuando andaba, de manera que volvió a someterse a intervenciones para fijarlo. Sin embargo, un mediodía que se encontraba en
la playa notó como la pierna izquierda se le hundió cuando salía del mar. Al cabo de semanas, se vio que tenía roja la zona de la cicatriz y poco después empezó a supurarle: tenía una infección que provocó que tuvieran que cortarle el fémur unos 10 cm y una estancia hospitalaria de casi dos meses.
La situación afectó también a su sa
lud mental con una depresión. «Pasas de andar con tacones de 8 cm a verte con un alza en el zapato. Eso en la cabeza no te entra», lamenta. Con 67 años recién cumplidos, Sirera estaría empezando ahora a disfrutar de su jubilación, pero ya hace más de diez que tuvo que dejarlo. «Tenía una vida normal, tenía mi propio negocio. He sido una persona totalmente autónoma que siempre se ha valido por sí misma». Ahora, en cambio, necesita ayuda para prácticamente todo. «Ya no puedo ni ponerme los zapatos, me tienen que ayudar. Todo es especial, cuando vas a comprar algo, cuando vas a pedir un taxi... siempre necesitas ayuda, es un acompañamiento constante», relata. Tiene claro que si pudiera volver atrás preferiría convivir con el dolor constante a pasar por este «infierno»: «A mí, la prótesis me dejó peor de como estaba, pasé de tener una solución, con lo contenta que estaba, a encontrarme con un problemón. Preferiría haberme quedado como estaba».
Bultos por todo el cuerpo
Tampoco Antonio Aguilar, que reside entre Torremolinos y Alhaurín de la Torre (Málaga), habría pasado por el quirófano si hubiera sabido cómo sería el resto de su vida a raíz de esa prótesis defectuosa. «Volvería a entonces y no me pondría nada, aunque me hubiera quedado sin andar. Siempre le digo a mi mujer que hubiese preferido quedarme tetrapléjico», explica. En su caso el implante, además de dejarle en silla de ruedas, le provocó una enfermedad que se le extendió por todo el cuerpo. «La prótesis me produjo toxicidad. Primero se endureció el tejido alrededor de la cadera, tengo pseudotumores, bultos alrededor de la cadera que se me han ido extendiendo por todo el cuerpo, por los brazos, por las piernas... Y las manos en forma de garra», narra. Fue poco después de la operación cuando comenzó su «calvario», como él mismo define, con dolores «muy fuertes» de cabeza, la cicatriz inflamada y una urticaria por todo el cuerpo.
Sus dolores de cadera empezaron con 40 años. Trabajaba en un camión y cada vez que subía o bajaba del vehículo veía las estrellas, por lo que su traumatólogo le recomendó que optara por una prótesis. Era muy deportista, le gustaba mucho jugar al fútbol, pero también lo tuvo que dejar. Pero ese implante resultó defectuoso y, en lugar de mejorar, cambió su vida a peor: «Estoy muerto en vida. Psicológicamente también estoy destrozado, me tomo 12 pastillas diarias, he intentado quitarme la vida varias veces...», lamenta. Es su familia la que le anima a seguir en este mundo.
La Fiscalía prevé indemnizaciones individualizadas según la gravedad de los casos que van desde los 167.000 hasta los 720.000 euros. Los gastos a los que se han enfrentado durante todos estos años han sido importantes. Pero para Antonio «no hay dinero en el mundo que pueda pagar este sufrimiento».
El abogado que les representa es Emilio Ortiz, que lleva años representando a pacientes afectados por prótesis de cadera defectuosas. Además de las de Smith & Nephew, se encarga también de otros 71 casos por problemas con implantes de Johnson & Johnson, que fue con las que empezó a indagar en el asunto. «A partir de aquí se abre un horizonte», opina sobre el reciente pronunciamiento de la Fiscalía. Ahora, dice, toca esperar a ver si las empresas optan por pactar o, por el contrario, se llega hasta el final en los tribunales.