ABC (Sevilla)

Tertuliano del real

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Aunque el bullicio es un problema que muchos le achacan a este formato de sábado a sábado, tampoco vamos a andarnos con historias, ayer fue solo un contratiem­po relativo que no empañó la efusividad. Por las calles del micromundo del abril hispalense parecía circular el espíritu del eterno y añorado trovador local. Era como si la sentencia del Pali planeara por el aire cuando la tarde ya estaba casi vencida y empezaba a correr una tímida brisilla. «Menos misiles y más pavías de bacalao», una frase que solo podía ser engendrada por un genio sevillano, que encierra y resume la esencia de esa Biblia que antes les he dicho que heredamos los hijos del Guadalquiv­ir. Los que no aspiramos a un mundo mejor porque creemos que nuestro hábitat es el mundo, y que no hay una creación más definitori­a que la que nos da cobijo.

Es el evangelio de los que somos consciente­s de lo efímero de este milagro que es respirar, los que reconocemo­s lo frágil que es esta existencia

Con corbata flamenca, gafas de sol y pelo rigurosame­nte enfijatado, departía un feriante con amigos. Discutían sobre los pormenores del conflicto entre Israel y Palestina. Que si tal y que si cuál, que si esto y que si lo otro. Cuando todos parecían hacerle entender que querían saber lo que opinaba, éste soltó una perla que recuerda a aquello que cantaron el Peña y el Masa: «Vaya casualidad, ahora una Guerra Mundial, la gente no respeta ni que estamos en Carnaval». Dijo: «Ya hay que ser ‘tocahuevos’ para el día del alumbrado ponerte a lanzar los fuegos». que tiende a najarse entre los dedos. Por eso hemos decidido que lo mejor es tener un catavinos en la mano, porque así tenemos la certeza de que podemos detener la manía que tienen los relojes de correr. Por eso miramos con incredulid­ad al extranjero e intentamos entender qué tendrán en la cabeza los mamonazos avaricioso­s que se dedican a hacer la guerra y a sembrar un pánico del que nunca se cosecha más que miseria y devastació­n.

«Pa´qué te metes en ná, mostro», que les diríamos desde aquí a esos ególatras que juegan al ajedrez con nuestras vidas. Para qué te empeñas en camelar a la muerte pudiendo seducir a los días. Con la noche ya entregada, bailaban en un corrillo un grupo de chaveas que se movían en busca de la recompensa de su primer beso. Las manos torpes se posaban en las cinturas de unas niñas que sonreían como compadecié­ndoles. Los bambinos se agarraban la chaqueta y daban pases toreros fuera de compás. Llegaron a la cuarta con la lengua fuera y los labios y el pantalón ardiendo. Diría que al menos dos de ellos estaban verdaderam­ente enamorados. Fue en Joselito El Gallo, ahí entendí que, si viene el caos, si se acerca el fin del mundo, lo suyo es que nos pille bailando sevillanas.

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El paseo de caballos en el día de ayer // J.M. SERRANO

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