ABC (Sevilla)

Tacones cercanos

En la noche del pescaíto estrenamos una feria donde sonaban más los tambores de guerra que los de las sevillanas. El tío del tambor ya no da las noches que daba antes. Debe estar jubileta

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Era la sevillana del taconeo, esa donde la pareja enloquece y machaca la tarima de la caseta como si hubieran gremlins emboscados, cuando se oyó un alarido lastimado de su compañero de baile. La chica llevaba en los pies dos torres Pelli, con unos tacones que no envidian a las peanas de bronce de Daoiz. Y como en aquella canción de Alaska, el chico la miró desde lo más profundo de su dolor, reprimiend­o la estrofa de Olvido que cantaba: ¿Cómo pudiste hacerme esto a mí?

Olvidar, era urgente olvidar el taconazo que le dejó en su empeine la huella, a veces inolvidabl­e, de unos tacones la mar de cercanos. El chico se sentó. Le colocaron el suero en vena del rebujito autorizado por la oficina del medicament­e y en clave muy futbolera reflexionó en voz bajita, como para que no la escuchara la de los tacones como la torre Pelli: -Ahora sí que entiendo a Vinicius…

En la noche del pescaíto estrenamos una feria donde sonaban más los tambores de guerra que los de las sevillanas. El tío del tambor ya no da las noches que daba antes. Debe estar jubileta. Y viendo los barquitos llegar por la ría de Punta Umbría, como se canta por Huelva cuando el gorrión de la nostalgia te pica la mano. Ahora lo que sonaban en las casetas eras los tambores de guerra.

Al móvil llegó un aviso de Jose María Sequeiros sobre los drones que Irán mandaba para Israel cargaditos de malas intencione­s. Luego la cosa se fue extendiend­o y en algunas casetas la gente empezó a dolerse por el futuro de un mundo en paz. Se hablaba de botones rojos, de tu verás la que va a liar Netanyahu, qué difícil se hace entender lo de Palestina estando Hamas por medio y titulares varios. Pero ni la niña se quitaba los

POR FÉLIX MACHUCA tacones taladros, ni los especialis­tas en internacio­nal soltaban la botella de manzanilla. Hay momentos en que la sensación de inestabili­dad es tan grande que te agarras a lo que sea. Incluso al tour de moda.

Está de moda, es tendencia, lo de salir de la caseta, pegarse un garbeo por el Real de Sevilla y hacerse una foto donde estaba la caseta del PSOE que, por un fatal error de cuentas, su latifundio se ha parcelado en cinco casetas privadas que son un canto urbano al aforismo feriante: la caseta para el que se la trabaja... La gente va, se hace la foto con el móvil o graba el video y lo cuelga en redes como si estuvieran de safari político en el Congo acompañado por el amigo Jose María Liñán.

Luego la enseñan como trofeo de caza, con la pierna apoyada sobre el rinoceront­e abatido. De esa foto no se salvan ni viejos militantes rojasmarqu­istas que creen en el karma. La noche fue de tacones cercanos y tambores de jindama. Y el Vinicius blanco se levantó ayer mirándose el pie sin dejar de preguntars­e: ¿cómo pudiste hacerme esto a mí?...

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