El traje mágico
El traje de gitana es mágico, como la capa de Superman. O el de plástico fino de Catwoman. El traje de las sensaciones identitarias. Y que te vincula con la fuerza de la tradición al sentimiento sacro de sentir y vivir
En alguna caseta de la calle Pascual Márquez, Lucía, una joven mesetaria de Griñón, de ojos claros como su juventud y deslumbrada por los colores fauvistas del museo al aire libre de la Feria, acaba de estrenarse como gitana. Hay días que la Feria se viste en el taller de pintura de Cerezal y nos fascina con una paleta rabiosa y sugestiva. Les decía que la chica de Griñón se acaba de estrenar como gitana. No es que sea fija discontinua en las buñoleras. Ni tampoco que te venda un paquete de rubio de probable ascendencia gibraltareña. Por vez primera se ha metido dentro de un traje de gitana, rojo como los zapatos del Papa, para sentir algo tan inexplicable como la revelación interior de que su partida de nacimiento no está bien registrada:
—Siento que tuve que nacer aquí…
Se ha hecho selfis con sus amigos sureños, se los ha mandado a su madre y le ha dicho que ya sabe bailar casi dos sevillanas de las cuatro que entran en el pack. No será Manuela Vargas. Pero en sus asauras ha brincado la caricia de las certezas descubiertas. Ese traje es mágico. Como la capa de Superman. O el traje de plástico fino de Catwoman. El traje de las sensaciones identitarias. Que ese traje hace más hermosa a Rossy de Palma, lo sabemos. Y que te vincula con la fuerza de la tradición al sentimiento sacro de sentir y vivir el latido de la tierra, tampoco se nos pasa por alto. Si lo traigo a mano de esta crónica es porque a veces, muchas veces, más de cuatro veces, todas las cosas no son como parecen.
Y otras son lo que son. Como parecen y aparecen. Tony Benítez, que siempre se trató con el dios de la elegancia, nos recuerda que Sevilla necesita un lugar para recoger trajes, bocetos y dibujos de los altos creadores y modistos que han engloriado a uno de los trajes más bellos del mundo. Y que ha perseguido, sin fortuna, a varios alcaldes de Sevilla para convencerlos de que es un objetivo inaplazable. No sé si contarle a Tony que, en Sevilla, las cosas inaplazables, no existen y se necesita una era geológica para hacerse realidad, como la segunda línea del metro. Benítez tiene charme. Mucha clase. Como la que le dice a la compañera Marta Carrasco que tenía
Lady Di bajándose de un coche. Esas cosas se tienen, te las da la nascencia, la leche que mamaste. Hay otros coches que, incluso con el estilazo que tuvo Lady Di, lo abandonas como quien huye de una banda de mosquitos en Huelva. Ciento veinte euros pagó una cliente a un taxi de plataforma por traslado desde la Feria al Parque Alcosa. Y me da que, por mucho traje de gitana que se ponga, la cara de asaltada no se la quita ni la metafísica identitaria descubierta en Pascual Márquez por nuestra amiga Lucía. El traje de gitana es mágico. Pero el milagrito es otra cosa…