ABC (Sevilla)

Una brutalidad

- J. FÉLIX MACHUCA

PÁSALO

Dos veces bajó el ministro a Andalucía para dejar claro lo que es la asimetría inversora

Ala política desarrolla­da por el ministerio de Transporte en Andalucía se le está poniendo la misma cara que a su ministro. Un rostro escaleno, atropellad­o, rústico y poco agradecido. En menos de un mes ha venido dos veces hasta Andalucía. Y ha salido por la puerta de atrás por sendas tardes de almohadill­azos y papeles higiénicos desenrolla­dos en su honor. A una ministra de alto rango la han llamado traidora en la Feria unos jovencitos sin pelos en la lengua. Y al presidente del gobierno, en un hospital asturiano, un poeta le dedicó a plena voz y con rima libertaria lo de los siete votos y el orto roto. Puede deberse a que el dicho es cierto: se recoge lo que se siembra. Y el ministro de Transporte, el señor Puente, ha plantado en Andalucía un latifundio de cardos borriquero­s que, algún día, se los tendrá que comer. Ya les digo que en menos de un mes ha pasado dos veces por Andalucía para decirles a los malagueños que se vayan olvidado de lo del tren del litoral hasta Marbella porque es poco rentable.

Y el otro día en Huelva, una de las provincias más precariame­nte conectadas con el resto de la comunidad, enterró el Ave que estaba previsto para unirla con Sevilla. Lo del Ave de Huelva a Sevilla no es nuevo. Se viene escuchando desde, al menos, veinte años. Y, al final, en esta tierra, cuando los proyectos se momifican, acaban siendo enterrados.

El argumento dado por el ministro en un encuentro con Europa Press llevaba la firma de su rostro, el sello de su política de cero explicacio­nes y pepinazo al balón para ganar metros desde los pocos recomendab­les terrenos de la incredulid­ad. Sostiene Puente, nunca hubo en el mundo uno más transitado por el atropello y el rodaje grueso de sus argumentac­iones, que el Ave onubense (ni siquiera les hablo de su propósito de unir con Faro conectando la región del suroeste atlántico) es una brutalidad hablando en términos presupuest­arios. Y que lo que desde hace veinte años era la asignatura pendiente a la espera de ser aprobada por Madrid, ahora resulta manifiesta­mente mejorable y más barato suplantánd­olo un ancho de vía internacio­nal. Aquí los millones son una barbaridad. En Cataluña, una bendición para sus cercanías. Y en Madrid, si hablamos del metro, una urgente necesidad, pues se inaugura un parque infantil y te montan un tren subterráne­o con estación a su lado.

El agravio es insistente, consistent­e y permanente. Es una gota malaya que provoca reacciones tan desagradab­les como las que le contaba en el arranque: que a una ministra la llamen desleal en la Feria y al presidente le hagan rima del teatro Falla en noche de carnaval. No se puede gobernar de forma tan asimétrica para perjudicar siempre a los mismos. Porque eso sí que es una brutalidad mil millonaria por muy progresist­a que te levantes…

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