ABC (Sevilla)

La decisión más difícil de un sevillano en la Feria: parar o seguir

- MARIO DAZA

La fiesta vivió ayer su explosión del día festivo, que terminó por hartar a algunos y dejó a otros con más ganas. Ahora llega el gran debate de cada año: apurar hasta el último día con el bolsillo tiritando o retirarse al paraíso de la costa

Superado con éxito el ecuador de la Feria de Abril, regresa una de las decisiones más cruciales en el calendario del sevillano, que no por repetirse cada año es menos relevante. Con el cuerpo cansado, los pies destrozado­s y el bolsillo tiritando, es el momento de poner en la balanza si hasta aquí hemos llegado o si todavía hay cuerda para seguir disfrutand­o de la fiesta. Es lo que en los profesiona­les de la psicología de hoy en día llaman el síndrome FOMO. O lo que es lo mismo, el miedo a perderse algo. En esa diatriba se andan peleando a estas alturas el corazón y la cabeza de todo hijo de vecino. Ahí anda nuestro lado más racional intentando parar las ganas y recordando que tampoco pasa nada por quedarnos en casa o buscar planes alternativ­as. Pero está también, por qué negarlo, ese avenate emocional de sevillanía que nos recuerda que la vida son dos días y la Feria una semana y que, por tanto, merece la pena disfrutarl­a del alumbrao a los fuegos.

El modelo largo de la fiesta nos ha descubiert­o una Feria que en ocasiones se hace larga, aunque como esto también depende del cristal con el que se mire y de cómo sean las ansias con las que la afronte cada sevillano. Mirándolo con perspectiv­a, llega a ser un poco masoquista el hecho de repetir cada día el mismo rito, sobre todo si se tienen en cuenta los esfuerzos extras que conllevan. Piénselo: llegar a casa del trabajo, arreglarse, y salir hacia el real de Los Remedios como cada uno buenamente pueda. Los de la Feria más ajustada en lo económico no dudarán en hacerlo en transporte público, a pesar de los atascos a los que ha tenido que hacer frente Tussam en lo que va de semana. Con algo de suerte, algunos lo harán en taxi y otros, visto los precios de hasta 100 euros por viaje, habrán dejado la mitad de sus ahorros en un VTC. Ya lo de intentarlo con el coche privado, mejor ni planteárse­lo.

Tampoco está siendo fácil eso de plantearse ir a la Feria a comer y a cenar como Dios manda, salvo que se tenga la gran habilidad de estar en todas partes y gastarse realmente poco. La fiesta no es ajena a la sociedad en la que se celebra y, por lo tanto, la subida de los precios en la cesta de la compra también se nota en las casetas. La mayoría han subido las tarifas entre un 10 o un 15 por ciento, lo que se suma al ascenso moderado que ya se vivió en 2023. Hay otras que, sin tocar el dinero que le piden a sus socios, se han ajustado reduciendo la cantidad de los platos. Aún así, ha sido difícil encontrar una mesa durante estos días para sentarse a comer con tranquilid­ad. Será que a partir de hoy la entrada estará más cortita o que los sevillanos son capaces de hacer malabares con sus presupuest­os para no perderse ni una.

La realidad es que los datos de afluencia que ha hecho públicos el Ayuntamien­to de Sevilla confirman que está siendo la Feria más concurrida de las que se recuerdan, que solo flaqueó al mediodía del lunes y del martes por eso de ser días laborables y, por qué no decirlo, por el sofocante calor que asfixiaba en el interior de las casetas. Aún así, los que no dejaron de ir contemplar­on cómo se volvían a evidenciar los dos modelos de fiesta. Está, por un lado, la del mediodía, más colorida y también más cara por lo que supone alimentars­e y sobrevivir tanto tiempo. Luego está la nocturna, que cada vez gana más peso y que parece estar diseñada pensando en los más jóvenes. Ahí, si el feriante tieso se apaña bien, el ratito en el real te puede salir más baratito. Los hay que llegan en autobús, sin prisas, ya cenados de casa, y dispuestos a dejarse lo que lleven en tomar un par de copas. El baile les sale hasta gratis.

Si ha llegado hasta estas alturas del reportaje, segurament­e sea de esos sevillanos que siguen teniendo ganas de Feria y, lo que es más importante, están decididos a pisar el real los tres días que todavía quedan por delante, sea como sea. Sería muy osado ofrecer unos consejos a quienes saben mejor que nadie sobrevivir con dignidad a los últimos lances de la fiesta. O a los definitivo­s, como decía la letra de aquella popular sevillana. Eso sí, también sabrán que les tocará sobrevivir a unas casetas que poco a poco se van vaciando y a un éxodo del feriante patrio que va dejando hueco a la provincia y a los turistas de más allá de Despeñaper­ros que no suelen perder la ocasión de apurar el último fin de semana. Ese en el que Sevilla sigue erre que erre, aunque agotada, por su fiesta es así. Y punto.

Si es de los que ha tomado la decisión de parar y está convencido, aun

Hay sevillanos a los que les va eso que se llama el síndrome FOMO, que es lo que viene a ser la obsesión por no perderse nada

que sea con la boca pequeña, de que hasta aquí ha llegado la Feria de Sevilla, no se sienta un bicho raro. Son muchos lo que ayer, aprovechan­do las bullas del día festivo, colgaron los trajes de flamenca y las chaquetas beiges hasta el año que viene. Son de esos que ya han borrado las sevillanas de la playlist del coche y se dijeron en bañador hacia las costas de Cádiz y Huelva, que no es tampoco mal plan. Sea de los que sea, de la Sevilla del ya no puedo más o de la Sevilla de hasta que el cuerpo aguante, sepa que ahora tiene la oportunida­d de decidir cuál es la Feria que se merece esta ciudad. Esa, y no otra, es ahora la cuestión.

El modelo largo de la fiesta nos ha descubiert­o una Feria que en ocasiones se hace larga

 ?? ?? Uno de los cruces del real de la Feria este miércoles festivo donde los viandantes se mezclaban con caballista­s // RAÚL DOBLADO
Uno de los cruces del real de la Feria este miércoles festivo donde los viandantes se mezclaban con caballista­s // RAÚL DOBLADO

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