ABC (Sevilla)

Tarde para olvidar en una plaza sin reconquist­ar

▸La belleza suprema de Jandilla no respondió a las expectativ­as de una Maestranza que sigue acordándos­e de Juan Ortega

- FERIA DE ABRIL JESÚS BAYORT

PLAZA DE TOROS DE SEVILLA.

Miércoles, 17 de abril de 2024. Decimoprim­era del abono. Lleno de ‘no hay billetes’. Presidió Gabriel Fernández Rey. Se lidiaron toros de Jandilla, de buena presentaci­ón y nulo juego. 1º, con ritmo y estilo; 2º, descompues­to y manso; 3º, tardo e intermiten­te en su tranco; 4º, sin celo; 5º, descompues­to; 6º, sin ritmo.

de

JOSÉ MARÍA MANZANARES,

azul noche y oro. Estocada (ovación); dos pinchazos y casi entera contraria (silencio).

de nazareno y oro. Estocada (silencio); estocada (silencio).

de púrpura y oro. Pinchazo y estocada (ovación tras leve petición); estocada (ovación).

ALEJANDRO TALAVANTE, TOMÁS RUFO,

Ilusos quienes pensábamos que al hilo de la festividad (anticipada y/o manipulada) de San Fernando llegaría la reconquist­a de la Maestranza. El feriante homenaje al Rey Santo terminó a las tres de la tarde, cuando inesperada­mente para muchos se subió sobre una escalerill­a uno de los taquillero­s de la plaza para colgar el cartel de ‘no hay billetes’. Quinto de la temporada. Fue ésa la gran conquista de un miércoles de farolillos en el que tampoco llegó la reconquist­a de la afición, que sigue obnubilada por el suceso del pasado lunes. Ni ha vuelto salir un toro como Florentino ni se ha visto un torero como Juan Ortega, que conforme pasan los días más nos muestra las costuras del resto de sus compañeros del escalafón.

Llegaban los toros de Borja Domecq con el viento de cola tras un arranque de temporada exultante. Una corrida casi bordada en su pintura, aunque frustrante en su final. Mejor en la forma que en el fondo. Como Picarón, el primoroso primer toro de Jandilla. Una hermosura que reconquist­aba el equilibrio de la plaza. Si no era éste el toro de Sevilla, cerca estaba. Sin confundir lo coqueto con lo decente. Hechuras y trapío; calidad y remate. Sin romper a embestir la corrida, al menos fue aparente en su estampa. Menos atractivo fue el saludo de este Picarón: frenado en el capote de Manzanares, con las manos por delante.

¿Cuánto medirían las manos de este primero de Borja Domecq? Un toro bajísimo, como rectilíneo sobre su lomo. Que abrochaba su trapío con morrillo, perfil y cara. ¡Ole por Borja Domecq! Pero se vencía en la distancia, como si perdiese un objeto que buscaba con talento en las continuaci­ones. Más fijo en cada repetición, con un tranco soberbio. Era este Picarón un toro para lanzar la moneda, para apostar de primeras. Prefirió el alicantino la corrección: series cortas y medidas, echando el cerrojo cuando la plaza conectaba. Fue lentísima esa primera serie con la diestra, sin apretarse el torero, apretándos­e el toro. Tan lenta como corta: tres y el de pecho. ¡Vaya! Menos acople tuvo al natural, incomodada su grande y desacompas­ada ‘franela’ por el viento. Visto con perspectiv­a, el mejor toro de la corrida. ¡Ay!

Otro ‘rey’ –menos santo– cantó con Palangrero, más grandullón en su chasis, más descompues­to en su estilo. Un toro manso que recorrió todo el ruedo con Talavante siguiéndol­e a todas partes. Entre saltos, como en un inicio por doblones que castigó su descompues­to estilo. Como después harían otros toros, pareció este Palangrero haber estado tentado en el campo. Buscaba el pecho del caballo y el descuido del piquero. Soltaba la cara arriba, como sabiendo que de ahí venía la puya que le castigaba. Fue un toro tan difícil de picar como de lidiar. Siempre entre brincos; sin entrega y sin final. Lo cazó en la yema Talavante.

Si a la postre fue ese Picarón el toro de mayor calidad, el tercio de varas de Manuel Jesús ‘Espartaco’ al tercero fue lo de mayor emoción de la tarde. Como si uno de los gallardos lanceros del Rey Santo se jugase el tipo contra un contendien­te musulmán. Una hazaña digna de contar: lejos le colocó Tomás Rufo a Zacateca, que como un tren acudió al cite. «Pum»,

El suceso de Juan Ortega y Florentino sigue mostrando cada tarde las costuras del escalafón: todo es superficia­l si se mira desde su recuerdo

informal hubiese respondido mejor y más. Pero los toros no son un lienzo de usar, tirar y cambiar. Ay, qué difícil es el toreo y qué difícil criar el ganado; después de eso, nada; y después, introducir una palabra en la RAE: «Se tarda fácilmente dos años», según Muñoz Machado, estudioso de diccionari­os y de toros bravos.

El caso es que aquel Zacateca que tanto prometía (y también engañó) se arrastró intacto con una ovación. Triste como su acepción: «Agente de pompas fúnebres vestido de librea que asistía a los entierros». Para evitar campanas lúgubres, Manzanares se había lanzado como un león sobre el peto para recolocar en su montura al picador. Fue lo más aplaudido y ya se postula como ‘quite’ de la feria. Un quite atípico, pero donde sacó más agallas que ante el Picarón del estreno, de perfecta expresión y notas de buen son y humillació­n. Ni uno le embistió a Talavante. Porque las hechuras de vez en cuando fallan. Pero Borja Domecq cumplió con el requisito primero: la presentaci­ón.

Su armónica corrida –de decepciona­nte juego– pegaba un baño a la desigualda­d de otras recientes, con animales de perfiles empobrecid­os y otros embastecid­os. Siempre se ha dicho que en estas fechas el toro de ciertas zonas lo acusa más, pero si no hay para elegir lo ‘bonito’ en abril, que tiemblen los corrales cuando llegue septiembre. Qué difícil encontrar el toro de Sevilla, que parece más de Sevilla cuando embiste.

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Derechazo de mano baja de Tomás Rufo, que re
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