Viva el vino
Hay que reivindicar el derecho de todo el mundo a cogérsela ‘doblá’ al menos una vez al año; y si es en Feria mejor
CONTABA en cierta ocasión Chano Lobato, con todo el arte del mundo, el origen del arranque del cante por alegrías de Cádiz. Ya sabe, el famoso ‘tirititran tran tran’. Según la teoría de Chano, el mítico cantaor Ignacio Espeleta fue quien lo ‘inventó’ una noche en la que tenía tal borrachera que no le salían las palabras. Se había pegado una juerga de dos días con su tocayo Sánchez Mejías –torero, escritor y una de las figuras más relevantes de la cultura española del siglo XX– y cuando llegó el momento de ponerse frente al público la lengua era como una pelota de trapo. Comoquiera que, aunque empapado en alcohol, el arte seguía recorriendo cada una de sus venas, Espeleta emitió aquellos sonidos que quedaron para la posteridad al compás de la guitarra mientras la ‘Macarrona’ y la ‘Malena’ le miraban estupefactas sin saber si arrancarse a bailar o tirarse por los bloques. Deber ser por eso que se les llama bebidas espirituosas, porque no hay nada mejor para el espíritu que un cante por alegrías de Cádiz. Y el origen de su mundialmente conocido soniquete responde a una cogorza de padre y muy señor mío.
No se trata de hacer aquí chistes ni apología del alcohol. No, no, no. Nada de eso. Líbreme Dios. Es obvio que el alcoholismo es un problema muy serio para demasiadas personas, que ha acabado con familias enteras y que es una enfermedad muy grave que provoca miles de muertes. Añádale usted las relacionadas con los accidentes de tráfico. Sin embargo, como todo en la vida, cuando un adulto lo consume con moderación y responsabilidad, no cabe duda que también es fuente de ratos muy agradables con familia o amigos. Insisto, con responsabilidad y muy de vez en cuando. De grandes borracheras han salido momentos apoteósicos. Divertidísimos. Hay gente con mucha gracia que cuando se toma dos vinitos y se ‘achispa’ se convierte directamente en un torrente inagotable de risas y diversión. Esas risas que te devuelven años de vida y te reconcilian con tantas cosas que el día a día no te deja disfrutar. Y si una vez al año, como en la Feria, alguien se la coge ‘doblá’, también tiene todo el derecho del mundo a hacerlo. Sin que venga un cretino móvil en mano a inmortalizarlo y tirar su reputación por los suelos.
Hay que defender las borracheras esporádicas, las que han llegado después de horas de bailar, de reír, de charlar, de reencontrarse con amigos, de disfrutar de un buen plato de jamón y otro de langostinos gordos de Sanlúcar. Una vez al año no hace daño. Los que hacen daño son los que difunden en redes sociales y grupos de Whatsapp esos vídeos de gente haciendo eses. Habitualmente niñatos que buscan seguidores en Tik Tok a costa de lo que sea. De quien sea. Aunque a mí, se lo confieso, más que hilaridad lo que me provocan esas imágenes es una envidia muy grande. Menuda melopea. Ya la quisiera yo pa’ mí. Lo que habrá ‘disfrutao’ ese hombre durante todo el día ya no se lo quita nadie.