ABC (Sevilla)

Entre Gandhi y Gila

Cuando truenan por medio mundo los misiles de Rusia a Irán, se acuerda Sánchez de que tiene la santabárba­ra más vacía que la nevera de un soltero

- ÁLVARO MARTÍNEZ

« SOBRA el Ministerio de Defensa». No hace tanto que ‘el Gandhi del barrio de Tetuán’, aún en la precampaña de las elecciones generales de 2015, meditaba seriamente acabar con el Ministerio de Defensa si llegaba al poder. Así lo declaró en alguna entrevista previa a aquellas urnas, sus primeras como candidato, en las que el PSOE con él al frente obtendría el segundo peor resultado de su historia con 90 diputados (un año después el propio Sánchez, hombre acostumbra­do a romper moldes, conseguirí­a la peor marca en cuarenta y tantos años de democracia con 85 escaños). Luego, la tontuna pacifista del ‘Mahatmanci­llo madrileño’ siguió rondándole la cabeza una vez que accedió al colchón de La Moncloa recién estrenado tras la moción de censura a Rajoy, de tal forma que manejó planes de fusionar Defensa e Interior en un macrominis­terio de Seguridad, una ocurrencia insólita en todo el planeta, en la que meditó juntar a policías, guardias civiles, personal de protección civil y emergencia, legionario­s, funcionari­os de prisiones, paracaidis­tas, infantes de

Marina y al resto de la tropa en un mismo departamen­to y que sea lo que Dios quiera. Ni a Gila en el mítico sktch que arrancaba con «buenas, ¿es el enemigo?» se le ocurrió algo tan estrambóti­co, inoperativ­o, absurdo, sandio y sin gracia.

Respondía ese pacifismo de pasteleo del primer Sánchez al tradiciona­l rechazo, con momentos de auténtica repulsión, de la izquierda a todo lo que tiene que ver con los ejércitos y la defensa de España, que siempre les han sonado como muy «facha», como la bandera, el himno o la propia historia de España desde los Reyes Católicos (con el oasis de su idolatrada II República) y quizá por eso tratan de reescribir­la a su gusto mientras los cómicos afines a la secta (con c o con x) se limpian los mocos en la tele con la enseña nacional. Tú a un progre de manual le recitas el artículo 8 de la Constituci­ón –ese que dice que «las Fuerzas Armadas tienen como misión garantizar la soberanía e independen­cia de España, defender su integridad territoria­l y el ordenamien­to constituci­onal»– y le sienta peor que el agua bendita a la niña de ‘El Exorcista’. Que se lo digan al general Mena, depuesto por Bono por recitar esa encomienda constituci­onal en una Pascua Militar.

Hasta la neutralísi­ma Suiza tiene Ministerio de Defensa pero a Sánchez le sobraba. Como a Felipe González le sobraba la OTAN en la oposición y luego, una vez en La Moncloa, abogó por el sí a la Alianza Atlántica en el referéndum. En esto, en esa grave alferecía que les tiene de la convulsión al desmayo en todo lo que tiene que ver con lo castrense, el sanchismo sigue una tradición inveterada en el socialismo, incardinad­a en una turulata predisposi­ción sectaria que desde los setenta del pasado siglo decía defender el ‘pacifismo flower-power’. Ahora, cuando truenan por medio mundo los misiles de Rusia a Irán, se acuerda Sánchez, entre Gila y Gandhi, de que tiene la santabárba­ra más vacía que la nevera de un soltero en un contexto de guerra casi global.

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