Te quiero en sevillano
Apuraba la ciudad con decisión los restos del caldero de la magia, migando el pan de su entrega en la salsa del menudo de la fiesta
Tenía resaca hasta el cielo, que se levantó de un gris que peleaba por no ser negro. El tránsito de las nubes era lento y torpe. Las mentiras del ayer se convirtieron en promesas del hoy, había que seguir dibujando la faena de la locura. Los gladiadores del albero recordaban que «esto es una vez al año». Qué gloria más grande tener tantas cosas en el año que son una vez al año, qué fantasía que nuestra sangre sea el subrayador rojo que se derrama sobre el calendario. Pero así son las pautas de la alegría, las reglas anárquicas de la singladura de la pasión. Si uno va a darle vueltas al sol, mejor que sea quemándose, achicharrándose de saludarlo. La vida a veces es un vagón de tren al mediodía y a veces es una atracción de Feria a las cinco de la mañana. Parece que la estrella ardiente se acordó de su cita y se arrancó las sábanas de la pereza, se tomó el ibuprofeno de nuestro espíritu con el culín de agua de luna que le quedaba en la mesita de noche y saltó a eso de las once para llamar a filas al batallón de la resistencia, el del cuerpo y el bolsillo tiritante.
Había disminuido considerablemente la afluencia de camino hacia el real, y dos, a mitad de camino entre la conversación y la terapia, se autoconvencían de que después de lo bueno, siempre viene lo mejor: «Aro, calidad antes que cantidad, eso ha sido así siempre». Y razón no les faltaba, se levantaba la portada más imponente de lo normal, asemejándose a la boca de un lobo achuchable. Al cansancio le podía el ansia, ansia viva de vivir, ansia viva que animaba, si fuera necesario, a morir en el intento. Uno muy gallito se vanagloriaba de haberle metido descanso el martes: «son muchos años ya, esto hay que saber dosificarlo», le espetaba a su compadre con alguna batallita a punto de explotarle en los ojos. El hombre parecía Rafa Nadal explicando en rueda de prensa la importancia de planificar la temporada de tierra batida. No es cosa menor el saber medir los tiempos de lo extremo. De los Tussam salía gente que se recreaba en el espacio, celebraba una flamenca mayor el haber venido «hasta sentada».
El albero estaba en su apogeo, ni mucha gente ni poca, ni vacío ni imposible, ni callado ni irritable. La Feria se antojaba como una playa en invierno, como una terraza un miércoles cualquiera. Sevilla parecía esa abuela que le daba el aguinaldo bajo cuerda a su pueblo, como si de un secreto se tratase, con el sigilo que solo da el cariño. Los sevillanos se revolcaban en el charco del clímax, orgullosos de cobrar la recompensa de su fortaleza. Paseaba erguido Mario Conde por mitad de la calzada con dos acompañantes, uno a cada lado, que parecía que le hablaban a la vez. Un
Vida
Sí, esto es Sevilla y aquí nada termina, en este manicomio de la cordura todo está siempre a punto de suceder
Recuerdos
Cuántas historias de amor encierran estas aceras, cuántas lunas se han bajado hasta arriba de rebujito
oído para cada uno. O ninguno. Portaba el exbanquero unas gafas de sol a lo John Lennon, con cristales de un azul fluorescente. La escena daba para videoclip de ‘Imagine’. Las charlas fluían con la trasparencia de una serenidad controlada, teorizaba una tertulia a raíz de que ya se conocía el recorrido de La Magna del 8 de diciembre. Sí, esto es Sevilla y aquí nada termina, en este manicomio de la cordura todo está siempre a punto de suceder. Es la maravilla mordiéndose la cola, la que mezcla como nadie la solemnidad y el más sonoro alarido de libertad.
A las puertas de una caseta, Joan Jordán, perfectamente trajeado, le hacía fotos a su mujer. Y una, y otra, que si de este lado, que si ahora horizontal. Estos días, papasgordas aparte, se ha hecho viral un trend en Tik Tok que merece la pena y que me atrevería a decir que encapsula a las mil maravillas la singularidad que se maneja en este cuarto de juegos de las hadas de la belleza. El challenge consiste en
mostrar en imágenes cómo se dice ‘te quiero’ en sevillano. Sabemos que en inglés se dice ‘I love you’, que en italiano es ‘ Ti amo’, que en francés es ‘ Je t’aime’ y que en catalán se camelan con un ‘T’estimo’, como si fueran primos o compañeros de trabajo. Sin embargo, te quiero en sevillano se dice de una forma más pura, más concreta. Te quiero en sevillano se expresa haciendo todas las fotos que hagan falta, llevando los espartos en la mano, cediendo los mocasines y poniendo la chaqueta sobre los hombros de la niña que te gusta. Te quiero en sevillano se dice regalando el clavel que se le ha comprado a una gitana, se manifiesta en la mirada de admiración en una sevillana lenta, con las caras pegadas. Cuántas historias de amor encierran estas aceras, cuántas vueltas acabaron en idas, cuántas lunas se han bajado hasta arriba de rebujito. Te quiero en sevillano se declara en el silencio voraz de los veladores del Carlos y José, con dos de cochinito completos con patatas paja por encima. Hacia allí partía un grupo de chavales y chavalas cuando la noche hociqueaba, dispuestos a seguir rebañando una Feria que no saben aún que se tornará inmortal en el reino de sus recuerdos. Es la ley de una vida redactada en Sevilla.