«Las redes sociales alteran zonas cerebrales de los adolescentes»
La neurocientífica de la UNIR advierte de la pérdida de la atención en jóvenes, el recurso más valioso del cerebro
Elena Gallardo es profesora de Neuroociencia en la Universidad Internacioonal La Rioja (UNIR) y fundadora de Neuurociencia Accesible, un espacio de diivulgación y servicios en neurociencia. a. —¿Podemos modelar nuestro cereebro, también de adultos?
—Sí, aunque no es tan moldeable como o
el de un niño. En los últimos años se e ha descubierto que cualquiera de las as funciones del cerebro, la atención, meemoria, lenguaje, audición o las funcioones ejecutivas, se pueden extremar y potenciar. De adultos no se crean nuevas neuronas pero sí se pueden crear nuevas conexiones. Si una persona, aunque tenga 70 años, se pone a aprender a toca el piano, genera una nueva conexión entre atención, memoria o emoción. Si no vuelve a tocar el piano, esa conexión se hace débil y acaba perdiéndose. Todo es proponérselo. El reto está en aprender nuevas cosas y en desaprender.
—¿Qué es lo más importante que hay que desaprender?
—Por ejemplo, experiencias negativas vividas que no nos hacen ningún bien en nuestra memoria.
—Decía Punset que el secreto de la felicidad está en tener buena salud y mala memoria.
—Hay que tener una memoria selectiva que retenga lo importante y deseche lo no importante. Pero hay un reto mayor que es discriminar lo que es importante de lo que no lo es. Hay datos que confiamos a la memoria que son absurdos, como se hacía en modelos educativos anteriores.
—¿Hay que desconfiar de la memoria?
—No. Ni se puede poner en cuestión su importancia y la necesidad de entrenarla, lo que se llama en neurociencia memoria implícita. Me refiero a una memoria robusta que es muy recomendable reforzar a partir de una cierta edad y que ayuda a evitar deterioros cognitivos como el Alzheimer u otras enfermedades neurodegenerativas.
—¿Desechar de la memoria las cosas negativas o banales es un signo de inteligencia emocional?
—Sí. La inteligencia está en hacer un buen uso de nuestro cerebro y optimizar las opciones que nos proporciona. Eso es vivir de una manera muy consciente con el ciclo que forman lógica, emoción, acción e intuición. Hay que estar atento en la vida y a lo que sucede.
—¿La atención es un recurso muy preciado del cerebro que estamos perdiendo con el estilo de vida actual?
—Es el recurso más importante, por encima de la memoria. No estar atentos nos trae problemas. Nuestro cerebro, por una cuestión evolutiva, está evaluando siempre amenazas y riesgos. A veces no atendemos hacia dentro ni nos escuchamos a nosotros. La gente joven está creciendo sin entrenar la atención.
—¿Nos llega demasiada información desde fuera?
—Sí. La sociedad actual ha cambiado mucho y nos llegan volúmenes ingentes de información a través de los dispositivos electrónicos. Las redes sociales nos gobiernan y generan picos de dopamina que acaban alterando zonas cerebrales de niños y adolescentes con una cantidad inimaginable de estímulos. Y nos hacen entrar en un círculo de dependencia. Yo le llamo silenciador temporal porque está silenciando otras actividades cerebrales. Todo esto nos tiene agotado el cerebro y la atención.
—¿Y la concentración?
—Sí, la atención y la concentración están muy relacionadas. Está demostrado que la gente joven tiene cada vez más problemas de concentración y que a los tres minutos se dispersa. Y también está demostrado que el cerebro tarda entre 5 y 7 minutos en volver a concentrarse o retomar la tarea. Es una pérdida de tiempo muy valiosa. La concentración se requiere para estudiar o preparar unas oposiciones, para ir por la calle o conduciendo. Y esto se está perdiendo.
—¿Qué actividades o rutinas nos podrían ayudar a recuperar esa concentración y a mejorar nuestro cerebro? —Yo recomiendo detenerse, es decir,
Anulan la atención «Las redes sociales generan dependencia y ejercen de silenciador temporal de otras actividades cerebrales» La supremacía de lo visual «Existen sentidos como el olfativo o el tacto que son los grandes olvidados»
hacer paradas, ya sea en tu casa o sea caminando por la calle, en una playa o en un parque. Y desconectar de lo digital y estar solo con uno mismo. Aquí interviene el silencio. El cerebro necesita silencio para repararse y restaurarse todos los días. Y para eso ayuda mucho la respiración nasal, que activa áreas cerebrales que ayudan a regular las emociones. Es maravilloso para las personas estresadas y da paz. El yoga y el taichí ayudan a concentrarse más en uno. Y la música y la actividad física tiene también un gran efecto terapéutico.
—Hoy todo parece estar diseñado para ser visto. ¿Es el sentido que más influencia tiene sobre nuestro cerebro?
—Todo está diseñado para ser consumido con los ojos y nuestro cerebro busca mucho lo visual. Las redes y los dispositivos acuden a lo visual para atrapar nuestra atención, lo cual genera dependencia en muchos casos. Existen otros sentidos como el auditivo o el tacto, que son los grandes olvidados. Oler a vegetación, escuchar una música relajante o que te dé la brisa en la cara son actividades que nos ayudan a mejorar determinadas áreas cerebrales y a regular mejor nuestras emociones.
—¿Qué relación existe entre el cuerpo y el cerebro?
—Hoy se sabe que están estrechamente conectados y relacionados con la inflamación y el sistema inmune. Ahora se sabe que muchas personas con artritis reumatoide tienen depresiones asociadas.
—¿Pueden tener relación con el estrés?
—Sí. En nuestro día a día estamos sometidos a pequeñas microdosis o inyecciones de estrés. Es un estrés del que no somos conscientes y que tiene dos vertientes: un estrés social y un estrés tecnológico. Por ejemplo, la cantidad de notificaciones que recibimos en el móvil y que nos ponen en alerta. Y todo eso hace que nos vayamos inflamando un poquito cada día. Y en la gente joven eso se traduce a veces en que no son capaces de dar con la palabra adecuada, atender a algo o memorizar.