Mirada dura y con encanto a un matrimonio a la italiana
‘SIEMPRE NOS QUEDARÁ MAÑANA’
Dirección: Paola Cortellesi. Intérpretes: Paola Cortellesi, Valerio Mastandrea, Vinicio Marchioni...
Primera película como directora de la actriz y guionista Paola Cortellesi y con la que ha arrasado por completo entre el público y la crítica italiana por tres motivos esenciales: por la historia que cuenta, por la manera encantadora y original que tiene de contarla y por la magnífica elección de actores para interpretarla en los tonos tan distintos y precisos que requiere. Empezando por elegirse a sí misma como total protagonista, en un personaje, Delia, lleno de esa fragilidad, atractivo y fortaleza tan sugerentes en la mujer italiana de mediados del siglo pasado y que encarnaron apellidos tan rotundos como Loren o Magnani.
El argumento se aprecia transparente y, como si dijéramos, a través de varias ventanas: una familia humilde justo al término de la Segunda Guerra Mundial, en un lugar en el que aún controlan la calle las tropas americanas; una mujer volcada en llevar a su casa, mediante pequeñas labores de aguja, limpieza y servicios, algo de dinero para ir tirando; un marido tremendo, violento y que la humilla constantemente; una hija jovencita y ya con ojos para ver la porquería de casa, dos niños en la edad de ser insufribles y maleducados, y un abuelo que da vergüenza verlo y oírlo. Material de melodrama familiar, de machismo grosero, de sentimientos vulgares y de situaciones penosas que esconde en su interior algunos pequeños tesoros en forma de humor, de emociones inesperadas, de olores a victoria, de feminismo comprensible, deseable, y de una música simpática incluso en los momentos más antipáticos.
Más que la historia, lo que sorprende es la forma y el tono elegidos para su desarrollo, con decisiones de puesta en escena inesperadas y la excelente mano de la directora para no reamargar lo amargo: evita, en lo posible, que la agresividad del marido (las palizas a la mujer) estén ante la cámara y trata al espectador como a los niños de la casa, que los saca el bruto Ivano antes de apalear a Delia; y las palizas que se ven, las envuelve en una especie de coreografía musical tan chocante como efectiva. Son obvios el miedo de Delia en casa, sus resignación al maltrato y su eterna espera al día siguiente para tomar decisiones al respecto, algo que su hija le reprocha; y también es obvia la simpatía y la personalidad de Delia fuera de casa. Y son obvios sin necesidad de más subrayados. Otra decisión muy arriesgada por parte de la película, pero reparadora y confortante, es la relación de Delia con el militar negro americano, tan sencilla, esquiva, sin malicia y sin credibilidad, con alguna decisión ‘inaceptable’; como los apuntes con su antiguo enamorado, que deja entrever la posibilidad de otro mañana en su vida…
La elección del blanco y negro, tan crucial para la época que retrata y para mantener un suave coqueteo con el neorrealismo, o de una música más moderna y más ligada en sus mensajes a la actualidad, o los guiños, requiebros y chispazos para llegar a un desenlace que es imposible que el espectador espere, sepa y no se deleite con él (y con ellas, Cortellesi, actriz y directora, y Delia, personaje), convierten a esta película en un imperdible con el que seguir sujetándose al viejo placer de ir al cine.