Vicepresidenta de la petalá
Pedro ayer no salió (un abrazo a los hermanos) pero María Jesús Montero tiró las flores al vacío
ESE ademán histérico e histriónico, con las manos al aire, los dedos descoyuntados y el meñique separado, esa forma de jalear al líder y de gritar, forma parte de la performance de cada sesión plenaria. Pero donde encuentra el clímax, donde se desborda la devoción, donde tiembla el misterio es en Ferraz. La calle estalla y entre todo el enfervorecido público aparece ella. Mírenla con esos gestos, saludando, aplaudiendo sin parar de un lado a otro. Y todo se viene abajo cuando toma la palabra: «Aquí habla la vicepresidenta de la petalá». Es su momento. La ministra es la chilladora oficial, la directora de orquesta de la hinchada ultra del socialismo evolucionado en sanchismo: «¡Fuerza! ¡Ganaremos los buenos!». Pedro ayer no salió (un abrazo a los hermanos) pero María Jesús Montero tiró las flores al vacío.
La vicepresidenta es al PSOE lo que ese coro que da alaridos a las procesiones. Pierde las formas para convertirse en la protagonista, a veces incluso por encima de la figura a la que aclama para hacerse notar como la devota número uno. Es parte quizá de la teología popular y de una forma de hacer política que para nada es nueva, porque es la misma que se teatralizaba en la plaza de Oriente cada vez que el dictador aparecía por el balcón.
Lo vivido en Ferraz ayer tuvo mucho en común con lo ocurrido en la mañana del 9 de diciembre de 1946, cuando el pueblo franquista salió a la calle para manifestarse contra los críticos a su régimen. Con mucho menos público, eso sí, Madrid fue el centro neurálgico de cómo el pueblo sanchista se rebelaba contra esa perversa campaña desatada contra su líder por los seculares enemigos del socialismo del siglo XXI que ha reinventado Pedro, como hiciera Felipe en Suresnes. Aquellos que no perdonan que el presidente les haya hecho morder el polvo en sus intenciones por arrebatarle el poder. Él es una especie de ave fénix que renace de las cenizas en cada derrota electoral y en cada ataque de la prensa de la fachosfera a la que hasta el periodismo alineado de las asociaciones y colegios piden perseguir por salirse del carril de la doctrina oficial. O del lawfare. Una justicia pervertida que sí funcionaba cuando condenaron a Bárcenas, pero que está ahora al servicio de las derechas.
Ayer el sanchismo enfervorizado acudió en procesión a Ferraz, donde actuó de maestra de ceremonias la vicepresidenta con sus formas. La ministra chilladora no es ya que traspase lo vulgar y lo grosero, o lo impropio de la número dos de un país que pretende ser serio. Es que ese espectáculo resulta ofensivo en democracia con aquella referencia a «los buenos» y «los malos», la vieja visión maniquea propia de otros tiempos que ahora están rescatando del baúl donde quedó guardado bajo llave el activismo ultra en política. A la sevillana María Jesús Montero le faltó sólo gritar: «¡Viva siempre el mismo!¡Peeeedro, guapo!».