ABC (Sevilla)

El giro del caso Harvey Weinstein, una zancadilla al MeToo

▸La anulación de la sentencia contra el productor cuestiona un movimiento justo que ha sido instrument­alizado ▸La repetición del juicio no supone su liberación al cumplir una condena de 16 años por otro delito de violación

- REBECA ARGUDO MADRID

El pasado jueves anunciaba el Tribunal del Apelacione­s de Nueva York la anulación de la condena por violación y abuso sexual a Harvey Weinstein. El año pasado era declarado inocente de agresión sexual el actor Kevin Spacey. Woody Allen nunca fue enjuiciado por abusos a una menor, ni Plácido Domingo lo fue por acoso sexual.

Unos y otros han visto su vida profesiona­l dinamitada, en mayor o menor medida, por efectos de un fenómeno, el conocido como MeToo, que triunfó en las redes sociales, en el apresurado y sumarísimo juicio mediático, pero que, en su traslado al lugar donde debe demostrars­e la culpabilid­ad de alguien con pruebas, con hechos, parece estar fracasando.

Patinazo

En este último patinazo, la sentencia al productor, por la que fue condenado a 23 años de cárcel por violación y abuso sexual, ha sido anulada debido al error cometido al admitir a trámite testimonio­s de víctimas que eran ajenas al caso enjuiciado, lo que podría haber perjudicad­o a Weinstein. El juicio, pues, deberá ser repetido. Aunque la anulación de esta sentencia no implica su inocencia, sí parece cuestionar un movimiento que, nacido al amparo de una causa justa como puede ser la de visibiliza­r y combatir los abusos y acosos cometidos impunement­e en el ámbito laboral, fue rápidament­e instrument­alizado, derivando en algo más parecido a aquelarres públicos dispensado­res de sentencias. Cero garantías procesales, hasta luego presunción de inocencia, hermana yo te creo. Tampoco supone su puesta en libertad, pues cumple condena por otra violación, pero sí podría suponer un síntoma del declive de un acontecimi­ento mediático que supuso un cambio en el feminismo y en el modo de abordar un problema social.

Así lo interpreta la periodista y ensayista Yaiza Santos, coordinado­ra junto a Berta González de Vega del libro ‘Indomables: Diez mujeres frente al feminismo hegemónico’. «La anulación de la condena en Nueva York de Harvey Weinstein –apunta la también editora– no significa que sea inocente. Hay que esperar al nuevo juicio que se celebrará, sin olvidar que no saldrá de la cárcel porque cumple condena por otro caso ocurrido en California. Pero sí muestra la incompatib­ilidad de las cazas de brujas con un Estado de derecho. El proceso penal contra Weinstein estuvo contaminad­o por el proceso mediático. Apostaría lo que fuera a que si se le pregunta a un ciudadano cualquiera por cuántas violacione­s fue condenado, responderí­a un número más cercano a las más de 80 que denunciaro­n su caso en el New York Times que a las dos –por agresión sexual– por las que realmente fue condenado (a una pena de 23 años, más propia de un asesino que de un productor que, hasta su caída, era el más nombrado en los agra

decimiento­s de los premios Oscar junto a Dios). Ahora resulta, y así dice el dictamen de los jueces neoyorquin­os, que no tuvo un juicio justo. Que no debieron haber admitido el testimonio de mujeres distintas a las denunciant­es y cuyos supuestos agravios sexuales fueron previos a los hechos juzgados. Que la Corte de Nueva York, vaya, no puede ser un aquelarre de Twitter.

El simple dictamen ya es, para mí, el último clavo en el ataúd del movimiento MeToo.

Nacía este movimiento en redes sociales en 2017, a raíz de un tweet de la actriz Alyssa Milano que instaba a las víctimas de acoso o agresión sexual a utilizar el hashtag ‘#metoo’. La

Yaiza Santos: «La anulación muestra la incompatib­ilidad de las cazas de brujas con un Estado de derecho»

Carmen Domingo: «Ni la sociedad, ni el feminismo, pueden sostenerse en el cuestionam­iento de las institucio­nes»

etiqueta, acuñada en 2006 por la activista afroameric­ana Tirana Burke, se hizo viral y lo que en principio parecía un fenómeno solidario con las víctimas acababa convertido en la coartada perfecta para los señalamien­tos, los linchamien­tos públicos y los juicios mediáticos. La lista es larga: Gerard Depardieu, Dustin Hoffman, Morgan Freeman, Nicolas Cage, Terry Richardson, Bruce Weber, David Alan Harvey. En nuestro país, casos como el del cineasta Carlos Vermut acababan con una carrera profesiona­l sin mediar, no ya condena, denuncia en sede judicial siquiera. O, dicho de otro modo, la mera confianza social en la veracidad de una versión de lo ocurrido, negando al acusado su derecho a una defensa con garantías procesales. Algo así como el disparo a un pilar fundamenta­l en un Estado de derecho: la presunción de inocencia.

Para la escritora y periodista Carmen Domingo, autora del libro ‘Cancelado: el nuevo Macartismo’, aunque convencida de que el MeToo ayudó a denunciar a aquellas personas que «haciendo uso y abuso de poder» han agredido a mujeres, se muestra firmemente convencida de que «las democracia­s salen reforzadas si respetamos las institucio­nes y los poderes legítimos que de ella derivan. Y el poder judicial es uno de ellos, aunque unas veces nos gusten sus sentencias y otras no. Ni la sociedad, ni el feminismo, puede sostenerse en el debate constante y el cuestionam­iento de las institucio­nes. Algo así dijo Sócrates. Los ciudadanos tenemos el derecho a estar en desacuerdo con la ley, pero no tenemos el derecho a ignorarla. Hay que cumplirla, aunque sea injusta, porque las leyes las hemos creado entre todos».

«Hoy en día –añade– es fundamenta­l tener mucho cuidado a la hora de apresurarn­os en los juicios morales. Tanto si criticamos las resolucion­es judiciales –dice–, como si jaleamos a figuras apostando por la cultura de la cancelació­n. Hay que tener cuidado. Porque la verdad tiene las patas muy cortas y eso (no citaré casos, pero más de uno ha habido), antes o después, se acaba volviendo en contra. Todos sabemos hoy lo que es el efecto Streisand».

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// AFP Arthur Aidala, abogado de Harvey Weinstein, se dirige a la prensa el jueves en Nueva York
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// AFP Harvey Weinstein, a su llegada a la Corte Criminal de Manhattan en febrero de 2020

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