Dos viejos rockeros con estilo propio
Manuales de estilo muy diferentes pero también muy contrastados confrontan hoy en el derbi del Villamarín La movilidad de los jugadores en fase ofensiva es una de las señas del Betis de Manuel Pellegrini Quique elimina las improvisaciones del Sevilla y ap
Con los 70 años ya superados y un ramillete de equipos en su currículum que incluye pesos pesados como el Real Madrid o el Manchester City, Manuel Pellegrini puede ya presumir de conocer a la perfección casi todos los entresijos del fútbol. Y, por supuesto, la costumbre de ganar. Lo que de verdad tiene mérito es haberla mantenido en otros equipos que no ocupan ese primer nivel del balompié continental, como el Villarreal o, ahora, el Betis, donde sus registros de victorias y su regularidad en los puestos altos resultan ciertamente asombrosas y elogiables. El Ingeniero gana esencialmente la mitad de los partidos que juega. Ahí es nada. Y lo ha hecho sosteniendo contra el argumento del músculo y la pelea su apuesta por un ataque combinativo, con juego en profundidad, constantes cambios de ritmo y orientado a mantener la posesión del balón el mayor tiempo posible, aunque sin caer en la exasperante horizontalidad en la que se enredaron otros profetas del toque. Su manual de estilo jamás ha dejado hueco al movimiento romo de balón en la zona del campo donde nada se decide.
Cuando llegó a España, en el Villarreal, su estrategia era siempre contar con dos delanteros, alternándose permanentemente ambos en los desmarques, pero luego fue moldeando ese diseño hasta establecer su 4-2-3-1 con el que actualmente sigue cosechando frutos. Esa veteranía le ha llevado a manejar muy bien esquemas flexibles y, en paralelo, la gestión de egos y de liderazgos con enorme sutileza y terminando por imponer el suyo propio sin hacer el menor ruido. La convicción con las ideas en que se asienta su libreto, una importante preparación y, sobre todo, la exigencia son aspectos cruciales de la gestión de los equipos de Manuel Pellegrini, que ha ido evolucionando hasta ese esquema con un solo punta, que facilita la construcción del juego desde atrás, pero que en fase defensiva muta a un 44-2 con apoyo de uno de los interiores a la presión por el centro en función de cómo bascula el ataque de los rivales.
Las bandas tienen una relevancia enorme para el chileno, que reclama a sus hombres constantemente el desdoblamiento de los laterales o la incorporación al ataque de ambos. La movilidad permanente de los jugadores en fase ofensiva es otro aspecto elemental de su estrategia. Cuando se ejecuta de forma correcta, esta movilidad habilita más espacios para que sus delanteros puedan intercambiar posiciones y descolocar a la defensa del oponente.
Calma de veterano ganador
y defensivo
Asus 59 años, Quique Sánchez Flores anda ya de vuelta en el mundo de los banquillos, en el que es ya un consumado especialista con veinte campañas dirigiendo equipos desde que diera el salto del Getafe al Valencia entre 2004 y 2005. Su porcentaje de triunfos, que roza el 40% de los encuentros, habla bien a las claras de su tremendo carácter competitivo y las soluciones que ha aportado a los equipos donde ha mandado. El mejor ejemplo es el de este ejercicio en el Sevilla, al que se encontró en diciembre absolutamente deshecho y sumido en un verdadero caos estratégico. En Nervión ha ido imponiendo su sello y una idea muy marcada de juego al espacio y con mucha velocidad en las entradas por las bandas, lo que ha lastrado y postergado a jugadores como Suso o Lamela, habilidosos pero mucho menos físicos. En su lugar, tiene mucha más presencia Óliver Torres.
Quique se caracteriza por ser un entrenador metódico que huye de las improvisaciones como de la peste y cuya principal virtud es, sin lugar a dudas, el trabajo táctico. Junto a ello, la disciplina es otra de las bases más sólidas de su libro de estilo, motivo por el que, de hecho, ya ha acumulado discusiones llamativas con algunos de los futbolistas a su cargo durante toda su carrera, ante los que no le ha temblado el pulso de imponer su criterio. Cuando atisba menos implicación de la que exige, la reclama y castiga sin disimulo ni recato, como ha ocurrido en el Sevilla, por ejemplo, con Rafa Mir, al que mantiene alejado de las convocatorias. Ideas claras y autoridad por delante de cualquier diplomacia para lograr sus metas. Y, por supuesto, versatilidad con el esquema y pragmatismo radical.
Mantuvo tradicionalmente el madrileño un 4-4-2 con alguna incursión en el canon del 4-2-3-1 en fases defensivas del juego, pero su capacidad de adaptación al medio y a la obtención de recursos ha sido siempre alta y en el conjunto sevillista no ha tenido reparo alguno en variar los planteamientos y acabar imponiendo una defensa de cinco, con tres centrales y dos carrileros, que le han dado mucha más consistencia defensiva al bloque y los puntos suficientes para no sufrir en el tramo final de Liga por un posible descenso. Con los laterales ‘largos’, que tienen la cobertura de dos pivotes de gran despliegue físico, y la velocidad en ataques más bien directos, de poca digestión, y por los costados, el equipo de Quique ha sabido encontrar el equilibrio entre el rigor en la contención y un juego ofensivo útil.