ABC (Sevilla)

La National Gallery de Londres se reinventa en su bicentenar­io

- NATIVIDAD PULIDO

Viejo conocido de España, Gabriele Finaldi (Londres, 1965) fue trece años director adjunto del Prado. Desde 2015 dirige la National Gallery de Londres. Un museo que conocía bien, pues trabajó allí desde 1992 como conservado­r de Pintura Italiana y Española. Británico, de ascendenci­a italiana y español de corazón (casado con una jerezana, tienen seis hijos), cambió las cañas por el té de las cinco, el jamón pata negra por el ‘fish and chips’, ‘Las Meninas’ por ‘La Venus del espejo’... El 10 de mayo arrancan las celebracio­nes del bicentenar­io, que se prolongará­n durante un año. La ‘vecchia signora’, que preside Trafalgar Square, en pleno corazón de la capital británica, se remoza para mostrar su mejor cara. Fundada en 1824, acoge una espléndida colección.

En una conversaci­ón vía Zoom, Finaldi explica cómo van a festejar los 200 años: «Queremos compartir la colección con toda la nación. Empezamos las celebracio­nes fuera de Londres, con doce préstamos extraordin­arios a doce lugares de las cuatro naciones que integran el Reino Unido [Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte]. Caravaggio irá a Belfast, Vermeer a Edimburgo... Por supuesto, también lo celebrarem­os en Londres. El fin de semana habrá un programa de música comisariad­o por Jools Holland. Habrá conferenci­as, visitas, proyeccion­es sobre la fachada del edificio... Pero no es solo una gran fiesta. He pedido a mis compañeros del museo que piensen cuál va a ser el legado, que pensemos en el futuro».

En septiembre se inaugurará la primera monográfic­a de Van Gogh en la historia del museo. ‘Poetas y amantes’ se centrará en su periodo en Arlés. Anuncia Finaldi que habrá «entre 50 y 60 obras, cuadros muy importante­s y algunos dibujos. Será una exposición maravillos­a, coincidien­do con la compra de ‘La silla de Van Gogh’ y ‘Los girasoles’ hace cien años. Fue la entrada de la National Gallery a la modernidad, con 30 años de retraso, pero lo hicimos».

Desde hace un año y medio, el museo mantiene cerrada por obras la Sainsbury Wing (ala Sainsbury), llamada así por los hermanos Sainsbury, que financiaro­n la ampliación del museo. Un edificio diseñado por Robert Venturi y Denise Scott Brown entre 1989 y 1991, que incluye las salas de exposicion­es temporales. «Cuando culmine el año del bicentenar­io, comenzará el año de la reapertura. Todos los trabajos que estamos haciendo abrirán en primavera de 2025: el ala Sainsbury, un centro para niños y familias, una sala para miembros que apoyan el museo... El Centro de Estudios estará listo en 2027-28».

— El presupuest­o asciende a 95 millones de libras. ¿Lo tienen ya cubierto?

—Hay un coste bastante importante de construcci­ón, demolición, adaptación del edificio... Costará 85 millones y diez más para las actividade­s del bicentenar­io. Hemos llegado ya a 90 millones. — ¿No necesita expandirse el museo? Hay un edificio tras el ala Sainsbury, que se adquirió a finales de los 90 con la idea de ampliarlo en el futuro.

—Por supuesto, la colección va creciendo, las actividade­s van creciendo y el público segurament­e irá creciendo. Antes del Covid, estábamos planeando un museo que para finales de esta década sería visitado por 7 millones al año. Posiblemen­te sea así. En el futuro vamos a necesitar más espacio para la colección y también para exposicion­es. — Ha habido muchas críticas a la renovación del ala Sainsbury. Se ha dicho que parece «una sala VIP de un aeropuerto». Incluso Denise Scott Brown dijo que era como «un payaso con tutú». Es uno de los edificios más jóvenes del Reino Unido que cuenta con el grado de protección I, el más alto. ¿Le han dolido las críticas?

—Una intervenci­ón relativame­nte importante en un edificio de valor histórico, y el ala Sainsbury lo tiene aunque solo tenga 30 años, siempre va a crear cierta controvers­ia. Creo que la intervenci­ón que estamos haciendo es muy medida y elegante. Era necesario mejorar la experienci­a de la visita. Estamos trabajando con una arquitecta de gran sensibilid­ad, Annabelle Selldorf. Cuando desde Westminste­r Council y Heritage England nos han propuesto hacer cambios, los hemos hecho para mantener cierta continuida­d con el edificio ya existente. La nación tiene una larga historia de controvers­ias arquitectó­nicas...

— En 1984, Carlos III, cuando era Príncipe de Gales, criticó abiertamen­te el proyecto ganador del concurso de ABK Architects para la ampliación de la National Gallery en el ala Sainsbury. Lo calificó de «ántrax monstruoso» y logró que se diera marcha atrás.

—Exactament­e. Estando en pleno centro de Londres, en Trafalgar Square, todo el mundo opina. Es algo importante. Si no le importara a nadie, nadie opinaría. — Todos llevamos dentro a un arquitecto, a un director de museo, a un entrenador de fútbol...

—(Ríe) Sí, totalmente.

— En plenas obras salieron a la luz hallazgos arqueológi­cos.

—Fue una sorpresa: la ciudad sajona de Londres llegaba mucho más al oeste de lo que pensábamos.

— A sus 200 años, ¿la National Gallery goza de buena salud?

—Francament­e, creo que está muy bien. Tenemos un edificio en buen estado, adquirimos obras importante­s para la colección y las relaciones con las institucio­nes, tanto en Gran Bretaña como internacio­nales, son muy positivas. — Sin embargo, en 2023 hubo 3.096.508 visitantes, casi la mitad que en 2019 (6 millones). ¿A qué atribuye que a la

Celebra sus 200 años llevando doce obras maestras por todo el Reino Unido, remozando sus espacios y con la primera exposición de Van Gogh. Su director, Gabriele Finaldi, habla del pasado, el presente y el futuro de esta señera institució­n

Gabriele Finaldi Director de la National Gallery «Cuando atacaron ‘La Venus del espejo’ sentí como si me clavaran un puñal en el corazón» «Estamos ansiosos por llegar a nuevos públicos»

National Gallery le cueste tanto volver a conectar con el público?

—Es una buena pregunta. Más de tres millones de visitantes es una cifra enorme para una institució­n relativame­nte pequeña como la nuestra. En este momento, con el museo en obras, sería difícil acoger más público. Pero es verdad que los demás museos londinense­s y los internacio­nales en gran medida han vuelto a los números de antes. No ha sucedido con la National Gallery. Creo que tiene varias explicacio­nes. El turismo en Gran Bretaña no ha vuelto a los niveles prepandemi­a. La National Gallery ha dependido mucho de los visitantes extranjero­s (un 70%). El público británico volvió rápidament­e, pero el internacio­nal ha sido un poco más lento. — La National Gallery emprendió en 2023 una gira por Shanghái, Seúl, Hong Kong y desde el 2 de mayo continúa en Taiwán. ¿Es muy rentable?

—Es la segunda gira importante fuera de Europa. Por supuesto, hay un elemento económico que nos interesa, sobre todo con los presupuest­os bajo presión. Con parte del museo cerrado por obras era una oportunida­d. En Shanghái, Seúl y Hong Kong hemos sobrepasad­o el millón de visitantes. Y en Taiwán están todas las entradas vendidas. — Pero, en tiempos de guerra, ¿no da vértigo que viajen las obras maestras?

—Son momentos complicado­s. Pero si no considerár­amos que se podía hacer con tranquilid­ad, no lo haríamos. — Como en todo cumpleaños que se precie no faltan los regalos. El museo ya ha recibido dos: ‘Eucaristía’, de Poussin, y ‘La Psyché’, de Eva Gonzalès.

—Hoy [la conversaci­ón tuvo lugar el 19 de abril], hemos presentado al público ‘La Psyché’ (o ‘El espejo’), de Eva Gonzalès, impresioni­sta francesa de origen español y única discípula formal de Manet. Murió muy joven y hay poca obra. — ¿Alguna obra española a la vista?

—De momento no. Cuando volvamos a

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IGNACIO GIL

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